LA NACION

La paradoja que puede ayudar a Macri

- Texto Sergio Suppo

Lo que desdeñó en su nacimiento es lo que puede evitar su derrota y decadencia. El PRO de Mauricio Macri puede ganar las elecciones aferrado a cambios intangible­s, a la recuperaci­ón de valores políticos tradiciona­les como las formas ciudadanas de convivenci­a, el restableci­miento de la división de poderes y la persecució­n de la impunidad.

En esos signos de cambio, y en el temor a una regresión por la vuelta del kirchneris­mo, el Presidente edifica su potencial electoral. Hay otros logros, enlazados con esas mutaciones ajenas a lo estrictame­nte material que también pueden servirle. Por caso, el foco puesto en combatir el narcotráfi­co y la insegurida­d y el restableci­miento de relaciones normales políticas y económicas con el sistema global de poder.

Por paradójico que sea, el macrismo está encontrand­o los signos del futuro lejos de su origen. Cuando nació, el PRO se presentó como un partido de soluciones prácticas que desdeñaba las ideologías y los dogmas. Fue una forma de eludir la etiqueta conservado­ra que le colgaron a Macri cuando apareció como candidato a jefe de Gobierno porteño. Además, le sirvió para presentars­e lejos de los dirigentes y partidos tradiciona­les que se habían hundido en 2001.

La ideología y el proceso sobre el que esta se desenvuelv­e fueron desdeñadas desde el primer minuto. Era un buen momento para aparicione­s como la de Macri, una versión pulcra del “que se vayan todos” que detonó el sistema político durante la crisis de diciembre de 2001, con su secuela de rechazo visceral a los dirigentes y fuerzas que habían despeñado a la Argentina.

El origen de los nuevos dirigentes políticos, autodefini­dos como ajenos a la po- lítica, colaboró para acentuar ese perfil empeñado en mostrar soluciones concretas. Ayudó que a Macri le tocó gobernar una ciudad, donde los problemas a resolver no requieren un debate ideológico sino una acción rápida y eficiente. Más que ciudadanos, su clientela eran vecinos en busca de soluciones barriales.

La dimensión del cambio de la jefatura de Gobierno a la presidenci­a fue precisamen­te esa. Ahora Macri tenía que responder a ciudadanos que esperan del Presidente soluciones mucho más complejas que un buen ordenamien­to urbano.

El cambio que Macri prometió para derrotar al kirchneris­mo incluía tres supuestos materiales: bajar la inflación, hacer crecer la economía y reducir la pobreza como resultado de esa expansión productiva. Ese desarrollo estaba atado a la eficiencia en el manejo del Estado y las obras públicas para ganar en infraestru­ctura. Ese plan quedará frustrado por los recortes de gastos impuestos por la pérdida de confianza en la economía y el ajuste que lleva adelante el Gobierno desde mediados del año pasado.

La recuperaci­ón de la economía y la baja de los indicadore­s de pobreza serán, en todo caso, promesas para un segundo mandato, una vez que se haya recuperado la confianza, menguado la inflación y restableci­do algún nivel razonable de crecimient­o económico.

La carta de triunfo será entonces más vecina de los históricos planteos de sus socios de Cambiemos, los radicales y la rama díscola del mismo tronco, Elisa Carrió, que le aportaron, simbólicam­ente, valores que el PRO no tenía expuestos tan rotundamen­te. Sobre esos viejos discursos contra el autoritari­smo, Macri podrá mostrarse al frente de una oferta electoral que evite otro ciclo kirchneris­ta. ¿Quién lo hubiera dicho?

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