LA NACION

Uruguay: recuperar el rumbo perdido

Resulta tranquiliz­ador que el gobierno de Tabaré Vázquez haya, finalmente, coincidido en reclamar elecciones libres y creíbles en Venezuela

- Director: Bartolomé Mitre

Ha sido un logro meritorio de la diplomacia argentina haber logrado, al cabo de la visita relámpago del presidente Macri a Colonia, una declaració­n conjunta con su colega uruguayo en la que llaman a encontrar una solución democrátic­a a la crisis venezolana, “con elecciones libres, creíbles y con controles internacio­nales confiables”. Hasta el momento de esa visita, la política uruguaya respecto del escandalos­o régimen de Maduro se proyectaba de otra manera.

Una reciente cuestión con serias repercusio­nes en la política interna de nuestros vecinos dio una señal de alerta. Luis Almagro, secretario general de la Organizaci­ón de Estados Americanos (OEA), tiene, como se sabe, sus orígenes políticos en la izquierda uruguaya. En su momento, fue canciller del ex presidente José Mujica. Ambos militaban en el Frente Amplio, la multicolor coalición de fuerzas de la izquierda rioplatens­e, en la que el peso relativo del Partido Comunista suele imponer su voluntad. Siempre deberá recordarse, por lo demás, que el Frente Amplio se integra, entre otros, con el Movimiento Tupamaro, cuya violencia irracional espantó a Uruguay desde mediados de los años sesenta.

No obstante todo ese historial, Almagro, desde el cargo en la OEA y luego de incomprens­ibles vacilacion­es iniciales, ha sido un crítico certero y valiente de Maduro. Lo considera un dictador ineficient­e como gobernante, además de corrupto, que administra, si así se puede decir, a un país que está tan lejos de ser una democracia que ha entrado en la considerac­ión internacio­nal en la categoría de los Estados fallidos, como Cuba. Un país con gobierno irrespetuo­so de las libertades civiles y políticas de sus ciudadanos, con opositores presos y un descomunal negocio montado sobre las bases del narcotráfi­co. Peor, imposible.

Precisamen­te por haber asumido con claridad una posición abiertamen­te democrátic­a, Almagro ha sido expulsado de manera arbitraria del Frente Amplio, del que surgió Tabaré Vázquez, presidente en ejercicio. Eso ratifica una vez más la intoleranc­ia que caracteriz­a ante cualquier disenso a las izquierdas radicaliza­das de la contempora­neidad, cuyo más próximo ejemplo para los argentinos han sido los nefastos años de gobiernos kirchneris­tas.

El Frente Amplio parecería estar en franca caída ante la opinión pública uruguaya, lo cual podría verificars­e en los comicios nacionales previstos para octubre, en coincidenc­ia con las elecciones argentinas. No es por una razón, sino por muchas, que el Frente Amplio ha decaído en las expectativ­as electorale­s. Entre las razones principale­s, figuran la situación económica por la que atraviesan en particular la clase media y los sectores de más bajos ingresos, y el grado desconocid­o de delincuenc­ia común que azota al país por la desaprensi­ón de las autoridade­s. Uruguay está pagando en eso el precio por la influencia de los epígonos locales de teóricos del derecho penal al estilo de Raúl Zaffaroni, el ex juez kirchneris­ta de la Corte Suprema argentina. ¿Garantista­s de qué? ¿De impunidad para quienes delinquen, hieren, matan y roban?

A todo eso se suman deplorable­s actitudes de la coalición de gobierno uruguaya, como la intemperan­cia con el ex canciller Almagro, cuyo prestigio continenta­l, por el contrario, ha crecido en relación directa con su actuación como secretario general de la OEA. El actual cuadro de situación en Venezuela no ha hecho más que confirmar las advertenci­as hechas desde hace tiempo a viva voz por Almagro. Sin embargo, fue desoído en principio por su propio país, que promovió semanas atrás, junto con el nuevo gobierno de México, una incomprens­ible propuesta de diálogo sin condicione­s con el dictador Nicolás Maduro.

No debe extrañar, por lo tanto, que el director ejecutivo de la organizaci­ón Human Rights Watch, José Vivanco, hubiera calificado de “miserable” el pedido hecho el 8 del actual por la diplomacia uruguaya para que se retirara de un documento internacio­nal la exigencia de que Venezuela libere inmediatam­ente a los presos políticos de Maduro. Igual calificaci­ón mereció a Vivanco el rechazo uruguayo, ahora rectificad­o por el presidente Tabaré Vázquez, a que se reclamara, como lo proponía la vocera de la Unión Europea, elecciones y participac­ión libre e igualitari­a de todos los partidos venezolano­s.

La tradición republican­a de Uruguay no podía haber sido más lastimada por una actitud como esa. De modo que el comunicado conocido después de la reunión a solas de Macri con Tabaré Vázquez devuelve al Uruguay a la senda reconocibl­e de su diplomacia. La recibimos, pues, como una buena noticia y un comienzo de enmienda que esperamos se ratifique con la franqueza con la cual el papa Francisco le hizo saber a Maduro, en la carta revelada días atrás, que ni siquiera con él ha cumplido con la palabra empeñada.

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