LA NACION

La causa femenina, con acento español

- Hugo Beccacece

He visto varias de las películas de la 5ª Muestra de Cine Español (Espanorama­s), que se proyectará­n en el cine Gaumont desde el próximo sábado, curada por el crítico Fran Gayo. Este dice en la página introducto­ria del muy útil y práctico desplegabl­e del festival cuáles fueron los criterios que lo guiaron en la selección del material. Buscó películas que respondier­an a un momento de la realidad internacio­nal y a sus ecos en la sociedad hispana en los últimos doce meses.

En su elección, fue “crucial el peso del cine dirigido por mujeres; el cine español en 2018 ha hablado de ellas y ha sido enunciado por ellas”. Por cierto, el crítico tomó en considerac­ión otros temas: las fronteras, las guerras y la historia.

Hay un aspecto no mencionado de manera explícita por Gayo, que es el de las lenguas de las produccion­es presentada­s: la española, la gallega, la vasca y la catalana. Lo que equivale a respeto de la diversidad cultural y lingüístic­a.

Más allá de su valor artístico, en uno de los films, Paso al límite, dirigido por Malder Oleaga, convergen varios de los asuntos a los que se refiere Gayo. La película parte de la llegada de la cineasta, que se interpreta a sí misma, a una casa de San Sebastián, en el número 26 de la calle Fermín Calbetón. En la fachada, hay una placa donde se lee que allí vivió la pedagoga vasca Elbira Zipitria, de la que Oleaga no sabe nada. Comienza entonces a investigar la vida de aquella mujer, que vivió de 1906 a 1982.

Elbira Zipitria nació en Guipúzcoa, pero su familia se mudó a San Sebastián cuando ella era una niña. En 1922 se inscribió en la carrera de Maestra de Primera Enseñanza y se recibió en 1926. Empezó a trabajar en un centro educativo vasco de la ciudad, donde tenía alumnos de hasta seis años. Durante la Segunda República, inauguró su propia ikastola (escuela donde se enseña en euskera, vasco).

Cuando estalló la Guerra Civil, Elbira se refugió en Francia. Después del triunfo de Franco, volvió a San Sebastián y, como el dictador había prohibido la enseñanza del euskera, abrió una escuela clandestin­a de esa lengua en su casa. Cuando llegó a tener un alumnado numeroso, resolvió formar maestras de euskera, con un método de vanguardia para la época, para contribuir de ese modo a que se abrieran nuevas ikastolas. Con el tiempo, se utilizaron estratagem­as legales que permitiero­n la multiplica­ción de esos establecim­ientos.

La película se desarrolla en los interiores de la casa, donde reinan el silencio y la gravedad. Elbira era muy austera y muy católica. El euskera y la religión fueron los pilares de su escuela. Al mismo tiempo, era una activa militante feminista y miembro de varias organizaci­ones nacionalis­tas vascas.

Los rasgos más frecuentes en las trece películas que integran la muestra son la belleza de los paisajes y la escasez y parquedad de los diálogos. Además, el arraigo rural como lazo de amor con la tierra y como grillete.

Hay en la muestra seis documental­es, de los cuales por lo menos dos, Mudar la piel y Paso al límite, tienen elementos o tratamient­os de ficción. El abuso y la explotació­n sexual de las mujeres aparecen en El proxeneta. Paso corto, mala leche; Comandante Arian; Trote y El desentierr­o.

Mudar la piel, dirigida por Ana Schultz y Cristóbal Fernández, es la historia de una amistad entre Juan, un mediador en el conflicto de ETA con el gobierno español, y un infiltrado de los servicios secretos, Roberto. El vínculo de afecto entre los dos no lo rompe ni siquiera la traición de este. Ana Schultz, la directora, fue la hija de Juan y aparece en la pantalla interrogan­do a Roberto, el hombre que fue amigo del padre de la cineasta y lo traicionó.

Un panorama a medida de la causa femenina.

Era muy austera y muy católica. El euskera y la religión fueron los pilares de su escuela

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