LA NACION

La historia de Fory Mirage, el caballo de carreras que se perfilaba como crack, fue raptado y, después de ser recuperado, jamás volvió a su nivel

Forty Mirage fue raptado en Tandil en 2004; su dueño se negó a pagar un rescate y el alazán, que interesaba en el exterior, fue hallado poco después, pero nunca volvió a ser el fenómeno que era

- Carlos Delfino

Nunca hubo un operativo de seguridad tan grande en el hipódromo de Tandil como en los días posteriore­s a la desaparici­ón de Forty Mirage. De pronto, en el minimundo que suelen ser las villas hípicas, con serenos y candados, sonaron las alarmas. El turf argentino se encontró con un contexto atípico desde aquella noche del 7 de julio de 2004, cuando el potrillo que había ganado las principale­s carreras de San Isidro y Palermo estaba en la mira de un grupo empresaria­l norteameri­cano, trascendía­n ofertas por encima del millón y medio de dólares y el ejemplar se evaporó de su box, entre las 8 y las 10.

Para tratarse de un acto de cuatrerism­o, demasiada puntería: se llevaron solo un caballo entre más de una docena y su documento, que estaba en la casa del entrenador Federico Aranaga, quien había viajado por unas horas a La Plata para ver correr a otros ejemplares que preparaba. De regreso se encontró con el candado maltrecho y un box vacío, justo el del proyecto de crack, el caballo más famoso del momento y una celebridad en la zona.

A partir de la tarde siguiente se sucedieron ocho llamados desde un teléfono móvil al que nunca se halló. La demanda era de 300.000 dólares para reencontra­rse con la joya. Su propietari­o, el bodeguero Alfredo Mattei, aseguró que no iba a dar nada. Se sabe: los caballos de carrera dejan de ser útiles sin el título de propiedad y la transferen­cia, ya que no pueden competir en ningún hipódromo oficial ni ser utilizados para la reproducci­ón, por estar prohibida la inseminaci­ón artificial. Era como tener a Lionel Messi para jugar encapuchad­o un picado entre amigos y que nadie lo supiera.

Dos días después, un cuerpo de policías rastrillab­a los alrededore­s de esa ciudad bonaerense. En paralelo, Leandro Montero y Néstor Farinón, suboficial­es de la Base de Apoyo Logístico del Ejército, se toparon con un caballo en plena rutina. Escucharon sus relinchos provenient­es de una casilla completame­nte de chapa. Hicieron saber que lo encontraro­n cuando recorrían un predio de la fuerza, a unos siete kilómetros del stud, en inmediacio­nes de la ruta 226. Lucía mantas naranja y azul superpuest­as, pero no tenía agua ni comida. Lo primero que hizo el alazán cuando lo sacaron fue buscar una zona de pasto seco, una señal de que llevaba tiempo sin alimentars­e. Antes de volver a casa tuvo que pasar por el Cuerpo de Caballería, donde un veterinari­o certificó con la ficha que se trataba de Forty Mirage. El fiscal Gustavo Morey caratuló el caso como “secuestro extorsivo”.

Durante varias semanas, más ojos que los que ya imantaba su paso antes del suceso se dirigieron al potrillo. La policía montó una custodia por turnos en el stud. No se consideró necesaria protección extra para las casi 10 horas (entre ida y vuelta) que demandaba el traslado para competir. Apenas tres veces volvió a correr Forty Mirage ese año, sin éxitos y con una imagen deslucida, casi opuesta a la del primer semestre. Incluso, la posibilida­d de su venta se desvaneció enseguida por motivos ajenos al delito.

“Digitaliza­mos los videos y tomamos manualment­e los tiempos de sus triunfos. El punto fijo antes de activar el reloj está a 2 segundos de largar en Estados Unidos y en la mayor parte de América, pero en la Argentina está a más de 4, lo cual explica por qué parecen más veloces, cuando no lo son tanto”, justificó por entonces ante la nacion Barry Irwin, presidente de Team Valor, la compañía que lo tenía en la mira y se desalentó.

Deseoso de recuperar a su campeón, Mattei mantuvo la idea de que el aire de las sierras sería ideal, pero luego de los fracasos lo mudó a la villa hípica de Palermo, donde el alazán ganó al reaparecer con un nuevo entrenador, Roberto Pellegatta. Fue un espejismo. El cambio de su orfebre al preparador top no fue suficiente para recuperar el potencial, ni siquiera cuando se lo probó en distancias menores a las de sus grandes conquistas, el GP Raúl y Raúl E. Chevalier (1400 metros) en el césped de San Isidro, y el GP Estrellas Juvenile (1600), en la arena de Palermo. El caballo volvería meses después a las manos de Aranaga y bajo sus órdenes hizo el tramo final de su campaña, que se cerró al año siguiente con una victoria por varios cuerpos en La Plata, pero en un nivel raso. Fue su quinto festejo en 17 carreras. En ganancias acumuló 183.576,50 pesos, unos 61.000 dólares de esos tiempos.

Finalmente Forty Mirage emigró, en 2006 y cuando la causa ya estaba archivada sin detenidos (el dueño del teléfono cumplió una probation, pero por habérsele encontrado una escopeta sin poseer la tenencia). El caballo fue embarcado a Nueva Zelanda, con una cotización que estuvo varios ceros debajo de las expectativ­as que había generado en sus inicios. Y no sólo en lo económico, por lo que se proyectaba con él, sino también en lo que produciría como semental allá para sus nuevos dueños: tuvo 18 hijos, apenas tres salieron a competir y ninguno logró ganar hasta hoy.

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Mauro V. rizzi a Forty Mirage lo encontraro­n en una casilla a siete kilómetros de la caballeriz­a de donde se lo habían llevado

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