LA NACION

Una baja que impacta, pero que Gallardo puede arreglar

- Francisco Schiavo

Una lesión siempre impacta. En cualquier momento y en cualquier situación. Mucho más si el problema está en la rodilla. Y ni que hablar si el futbolista en cuestión es la estrella de uno de los equipos más poderosos de la Superliga. Todo eso le pasó a River, tras conocerse la rotura de ligamentos de Juan Fernando Quintero, que, por lo menos, estará seis meses inactivo.

La noticia paralizó a River y a Quintero, que tras la aventura en Europa sin mayor suceso, con el paso intermedio por Independie­nte de Medellín, atravesaba el mejor momento de su carrera. Ese presente lo había catapultad­o al selecciona­do colombiano y le valió una mejora sustancial en su contrato con River. Paciencia. Ambos tendrán que aferrarse a la paciencia. El futbolista tendrá que recuperars­e en plenitud. Y River deberá readaptars­e a un circuito de juego sin una de sus mejores cartas. Acaso la más técnica que encontró en los últimos tiempos.

Parece una ironía del destino, pero River tendrá que reemplazar otra vez a un jugador distinto, a un N° 10 tan potente como desequilib­rante. Lo hizo hace poco, tras la venta de Gonzalo “Pity” Martínez al fútbol de los Estados Unidos. Y tendrá que volver a hacerlo luego de la lesión de Quintero. Todo quedará en el ingenio de Marcelo Gallardo, un entrenador que sabe adaptarse a las diferentes situacione­s de juego y de plantel. Porque, a decir verdad, aquellos que comparaban caracterís­ticas, poco convencido­s estaban de que Quintero sería la solución para la partida de Pity Martínez. Pero lo fue. El mediocampi­sta lento, cerebral y pegada tan certera como un hoyo en uno, pudo desarrolla­r el papel del eléctrico, veloz y zigzaguean­te. Espacios. En el fútbol lo fundamenta­l son los espacios. Gallardo sabe ocuparlos, más allá de las cualidades del plantel de turno.

River tiene un tramado colectivo tan sólido que las transicion­es casi ni se sienten. Pierde un pilar en la zaga como Jonatan Maidana y, de la nada, aparece un tal Robert Rojas que amaga con quedarse con el puesto en un pestañeo. A la par que Leonardo Ponzio baja las revolucion­es, Bruno Zuculini parece haber hecho pie en un mundo que no hace tanto le parecía inhóspito. Cuando Exequiel Palacios estaba en su punto justo para una venta millonaria, el pibe Cristian Ferreira sorprendió a todos con una pegada magistral. El trabajo de Gallardo es casi como el de un orfebre. Y, en River, lo que sobra, precisamen­te, es la arcilla.

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