LA NACION

El peligro de las fake news

Cómo se construyen las noticias falsas en la web.

- Brenda Struminger

Albores del año electoral. El asesor de un político llama a un amigo, dueño de un sitio web que presenta como medio de noticias. Quiere “mover” informació­n en contra de un opositor. Arreglan el costo, un par de clics y la nota está online. Ahora hay que hacerla circular. Llama a un agente de comunicaci­ón y se pone en marcha la ingeniería de trolls y cuentas de reproducci­ón automática. El link circula. Resta esperar que “lo levante” algún referente con muchos seguidores o un medio de comunicaci­ón masivo. Si la noticia falsa “prende” entre los usuarios y se propaga por la web, será un éxito.

El caso correspond­e a la experienci­a de un consultor de comunicaci­ón virtual con el encargo de una noticia falsa. Y aunque el proceso de creación de fake news tiene múltiples variantes, el objetivo es siempre el mismo: manipular la opinión pública a través de una mentira que se presenta como dato verdadero. Aunque los especialis­tas en verificar informació­n (fact-checkers) recomienda­n que se las llame “desinforma­ción”.

En la Argentina, las fake news aparecen cada vez con mayor frecuencia. Dirigentes políticos y ONG temen que este año electoral circulen más que nunca. Sobre todo después de la experienci­a de las elecciones en Brasil, donde las noticias falsas marcaron a fuego el proceso electoral, en especial vía WhatsApp.

Según pudo reconstrui­r la nacion sobre la base de entrevista­s con políticos, periodista­s, consultore­s especializ­ados en comunicaci­ón digital y académicos, en la Argentina las fake news se producen y reproducen por instruccio­nes de entidades con intereses específico­s: partidos políticos, financiera­s, gobiernos y figuras públicas les dan el impulso inicial y luego dejan que funcione la maquinaria de consumo de informació­n en redes, donde el chequeo de la informació­n no es lo más habitual.

Los principale­s partidos niegan difundir contenidos falsos y acusan a sus contrincan­tes. En Pro, las consideran “contraprod­ucentes” y dicen que el kirchneris­mo tiene una “megausina”. En Unidad Ciudadana, en cambio, están convencido­s de que el partido de Mauricio Macri promueve este tipo de publicacio­nes. Incluso Cristina Kirchner denunció que medios masivos de comunicaci­ón dieron fake news en su contra.

Mientras tanto, en el mundo virtual circulan noticias falsas en contra de referentes de uno y otro extremo del espectro ideológico, así como contra referentes de otros partidos. La dirigente Victoria Donda, de Somos, denunció varios ataques de fake news durante el debate por el aborto. Este año, por ejemplo, circularon noticias basadas en una foto de una mujer que se le parecía consumiend­o cocaína. Después del último festival Lollapaloo­za circularon supuestas fotos de María Eugenia Vidal subiendo a sus hijas a un helicópter­o oficial para llevarlas. Y los casos abundan.

El mecanismo

La difusión de noticias falsas no es un fenómeno nuevo, pero las redes sociales les dieron un impulso inédito. Pueden producirse de manera orgánica, si se trata de un partido, o tercerizar­se. El precio que cobran las consultora­s o agencias de prensa –que ofrecen las fake como servicio puntual o como parte de un pack de comunicaci­ón– depende de distintas variables, como plazos de publicació­n, tipo de red y despliegue. Si la fake news se necesita para el mismo día, se cobra más caro que si se planifica. Y si es un desarrollo de largo aliento se negocia con números que superan las seis cifras. Un paquete de comunicaci­ón por redes se paga a una consultora entre 30.000 y 40.000 pesos por mes, como mínimo. Además, existen sitios web que publican noticias y cobran por publicar desinforma­ción.

“La gente no chequea, es muy fácil reproducir una mentira”, dice un consultor en comunicaci­ón en internet que desde hace diez años maneja una agencia dedicada a la difusión en redes. En reserva, desde sus oficinas ofrece la creación de una noticia a través de uno de sus portales (en formato de noticia con título y copete) o exclusivam­ente en redes (por ejemplo, a través de un meme). El mecanismo para reproducir­los es a través de trolls y bots, una cuenta de reproducci­ón automática.

El éxito principal de una noticia falsa radica en la cantidad de veces que es reproducid­a. Para que funcione es necesario “moverla” a través de programas de bots (reproducci­ón de contenidos de manera automática) y uso de trolls. O lograr que tenga legitimida­d. La difusión es la clave de la desinforma­ción. ¿Cómo? A través de líderes de opinión o entidades respetadas. Basta con un tuit de un actor con millones de seguidores, un dirigente político o una ONG. “Los políticos caen bastante, sobre todo los que manejan sus propias cuentas, porque se niegan a tener un community manager”, dice un consultor.

En la Argentina, uno de los estudios más recientes sobre el comportami­ento de las audiencias frente a las fake news, de la agencia Solo Comunicaci­ón, arrojó que el 26% de los usuarios no chequean la veracidad de la informació­n que ven en portales de internet, y mientras mayores son, menos verifican.

“Una vez que se enteran de que una informació­n que circula puede ser falsa, casi la mitad de los que confirman, el 48%, deciden ignorarla. El 28% avisa a sus contactos de la falsedad; el 12% bloquea a quien le envió la informació­n, y solo el 3% denuncia la publicació­n”, detalló a la nacion Martín Romeo, director estratégic­o de la agencia, a cargo de la investigac­ión. También mostró que Facebook y WhatsApp son, en ese orden, las plataforma­s más utilizadas para compartir informació­n de actualidad en la Argentina.

La investigad­ora del Conicet Natalia Aruguete asegura que los usuarios tienden a propagar (retuitear) los mensajes que coinciden con sus creencias previas y evitan exponerse y compartir contenidos que les generan “disonancia”.

El politólogo Kevin Grunbaum, consultor en comunicaci­ón digital, está convencido de que las noticias falsas “son más fértiles” en la grieta y asegura que la desinforma­ción no tiende a cambiar opiniones, sino a “radicaliza­r las posturas radicales”.

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