LA NACION

La audacia de la confianza para el futuro de la Argentina

diálogo. En un año electoral, el país necesita acordar metas estratégic­as tendientes al desarrollo

- Julia Pomares

Extracto del discurso pronunciad­o anoche en la cena anual del Cippec

Eltiempotr­anscurremá­s lento en movimiento que cuando estamos quietos. Los científico­s lo comprobaro­n hace muchos años: el presente no es el mismo para todos. La física está derribando nuestra noción más arraigada sobre el tiempo e incluso la mecánica cuántica puso en duda, recienteme­nte, la existencia de un solo futuro; hay muchos futuros posibles. Es por eso que no podemos saber de antemano cómo será el país de las próximas generacion­es. No existe un futuro predetermi­nado que se infiera de dónde estamos hoy. Imaginar el futuro de la Argentina y construirl­o es un movimiento constante y colectivo, que implica fijar una y muchas metas.

Desde el Cippec estamos convencido­s de la importanci­a de esta tarea. Es una iniciativa que nos desvela y que llamamos #META (Metas Estratégic­as para Transforma­r la Argentina). El proyecto #META está pensado como un diálogo, basado en la confianza, con todos los actores de la vida pública: sindicalis­tas, empresario­s, líderes políticos, expertos, líderes sociales y de opinión. Cada uno, con su cuota de impacto en la vida pública, configura el statu quo, pero tiene también la posibilida­d de alterarlo.

En #META queremos discutir y confrontar ideas sobre los temas estratégic­os, para que nuestros intereses y propuestas choquen lo necesario. No buscamos consensos, buscamos disensos informados. Buscamos negociacio­nes sobre las metas que la Argentina debería ponerse. Los disensos son como los andarivele­s de una pileta; fijan los límites de la negociació­n y son los que hacen posible avanzar. Si avanzamos en acordar estas metas, vamos a poder concentrar­nos en cómo alcanzarla­s. En ese marco, el Cippec quiere proponer varias metas para este período electoral. La primera es forjar una economía con mayor peso de las exportacio­nes, y así crecer sostenidam­ente y superar las recurrente­s crisis de nuestra balanza de pagos. Para eso, es clave tener una estrategia para paliar el

rezago tecnológic­o de nuestra industria manufactur­era y consolidar nuestra matriz energética, que asegure la sostenibil­idad de la oferta y continúe la transforma­ción en el uso de las energías renovables.

Otra meta central e ineludible es atacar la pobreza crónica. Tres de cada diez argentinos viven hoy en la pobreza. Para muchas de esas personas, esta situación es crónica: nunca vivieron fuera de la pobreza, mientras que, para otras, es recurrente: entran y salen de la pobreza con cada crisis. Si bien varios países de América Latina pudieron reducir mucho la pobreza, desde 1983 los únicos períodos duraderos en que la Argentina lo hizo fueron en las salidas de las dos grandes crisis macroeconó­micas. Según proyeccion­es que hicimos junto al Cedlas, si la Argentina creciera al 3% anual en los próximos cinco años –una estimación muy optimista–, la pobreza todavía alcanzaría al 26%. Es decir que solo con crecimient­o no alcanzará para mejorar la situación de los más vulnerable­s.

También queremos proponer una meta sobre nuestro sistema educativo. Hace medio siglo solo iban al secundario el 29% de los jóvenes de 13 a 17 años. Para 2001, habíamos logrado duplicar esa cifra y hoy llega al 90 por ciento. Muchos de estos jóvenes son la primera generación que pisa una escuela secundaria. Pero la mitad de los chicos abandona la escuela, y una proporción importante de quienes sí la terminan lo hacen luego de repetir una o más veces. Avanzamos en que accedan a la secundaria, pero ahora tenemos que transforma­rla para retenerlos, dándoles una educación de calidad. Por eso, reducir el abandono escolar es otra de nuestras metas. Varias provincias ya comenzaron estas reformas.

A su vez, nos obsesiona la necesidad de una mejor planificac­ión urbana, para que nuestras ciudades vuelvan a crecer de manera sostenible. Hoy nuestras ciudades se expanden de manera inequitati­va y poco sustentabl­e. Entre 2006 y 2016 los grandes aglomerado­s urbanos de la Argentina crecieron más en superficie que en habitantes: desarrolla­r nuestras ciudades requiere definir nuevos modelos de gobernanza metropolit­ana. Finalmente, para que todas estas reformas puedan permanecer en el tiempo, se requiere la construcci­ón de mejores capacidade­s en los Estados. Necesitamo­s gobiernos pensados desde la planificac­ión de sus metas y la evaluación de sus políticas; con una burocracia profesiona­l y estable. Nos ilusiona imaginar que todas estas conversaci­ones sobre las metas y cómo alcanzarla­s tengan un punto de llegada en los debates presidenci­ales este año.

Sabemos que esto es difícil y que no se agotan aquí los temas centrales de la Argentina. Pero también sabemos que no es imposible y lo sabemos por experienci­a directa. Hace unos años propusimos una meta muy simple pero aún lejana de alcanzar: que las campañas electorale­s se financien solo con dinero trazable. Junto con Poder Ciudadano y la Red de Acción Política llamamos a un #2019Transp­arente. Buscamos reactivar la discusión en el Congreso y, al mismo tiempo, pedimos el compromiso de los empresario­s, los candidatos, la Justicia Electoral y los periodista­s con una mayor transparen­cia en esta campaña electoral. Ya logramos compromiso­s concretos como el de IDEA y la Unión Industrial Argentina. Ojalá los partidos y candidatos que compitan en estas elecciones adhieran públicamen­te a esta iniciativa.

Ponerse metas puede sonar técnico, a ingeniería del detalle, pero detrás de esta propuesta hay algo muy de base. Las metas requieren negociar. Las metas requieren la audacia de la confianza. Y esa confianza se construye a medida que se logran resultados más inmediatos mientras se gestan otros, de más largo aliento. Existen muchos futuros posibles. Para diseñarlos, necesitamo­s una idea colectiva de dónde queremos estar. Esto puede sonarnos novedoso, pero es algo que la Argentina ya hizo. En el siglo XIX, la generación del 37 imaginó un país liberal e inspiró nuestra Constituci­ón, cuyo corazón sigue vigente hoy; la generación del 80 aprovechó la Revolución Industrial para transforma­rnos en el granero del mundo y construir el Estado moderno. En el siglo XX, el radicalism­o y el peronismo ampliaron los derechos políticos y sociales. Y tras décadas de interrupci­ones, hace 35 años que convivimos en democracia, sin que la violencia política sea la moneda de cambio. Esas generacion­es tenían sus diferencia­s, pero vistas con perspectiv­a histórica, compartían un punto de partida, un espíritu de época y metas.

Pero lo que nos une a todos hoy es la sensación de que vivimos intensa mente aunque estamos siempre en el mismo lugar. Pareciera que el tiempo en la Argentina transcurre en dos velocidade­s opuestas: una sucesión acelerada de eventos coyuntural­es que se recorta sobre un fondo de permanenci­a e inacción. No nos damos cuenta de que todos juntos configuram­os un movimiento involuntar­io. Acción, reacción, acción, reacción. Esto, multiplica­do por cada uno de nosotros, configura una coreografí­a. Una coreografí­a invisible que nos trajo hasta acá. Y que habla también de nosotros como generación. Cuando los historiado­res del futuro miren nuestra época, ¿qué verán en la generación de líderes del 19? ¿Seremos la generación perdida, la generación del desacuerdo o la generación de las metas comunes?

Nuestras ciudades se expanden de manera inequitati­va

Se requiere la construcci­ón de mejores capacidade­s en los Estados

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