LA NACION

Por un acceso equitativo a la salud

- Julio N. Bello

Este año, el mensaje que propone la organizaci­ón Panamerica­na de la Salud (oPS) con motivo del Día Mundial de la Salud, celebrado el domingo pasado, es un llamado al acceso equitativo a la atención sanitaria y especifica su sentido reproducie­ndo las palabras de la directora regional para las Américas, Carissa F. Etienne: “Que todas las personas donde sea que vivan tengan cobertura de salud y puedan acceder a la atención sin barreras y sin padecer graves dificultad­es financiera­s”. Califica este deseo con el concepto de equidad al señalar que esto supone una atención que no provoque complicaci­ones económicas y que no existan “barreras” para la accesibili­dad al sistema.

Entre hoy y mañana se presentará en México el informe de la Comisión de Alto Nivel “Salud universal en el siglo XXI, 40 años de Alma Ata”, que aportará recomendac­iones para ampliar el acceso y la cobertura de salud en la región

para 2030 “sin dejar a nadie atrás”.

La importanci­a del encuentro está dada por la presencia del presidente de México, Andrés Manuel López obrador; del secretario general adjunto de la oEA y presidente de la comisión, Néstor Méndez; de la directora regional para las Américas, Carissa F. Etienne, y de la alta comisionad­a de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, la expresiden­ta de Chile Michelle Bachelet.

Es oportuno reflexiona­r sobre esta convocator­ia desde la realidad de nuestro sistema de salud. En nuestro país, históricam­ente la cobertura de salud ha tenido como eje el hospital público, con una triple gratuidad: de acceso, de cobertura y, para los profesiona­les, de enseñanza y aprendizaj­e.

La salud siempre, desde sus orígenes, formó parte de los derechos propios de los ciudadanos. A diferencia de otros países, el cobro de las prestacion­es aparecía como una transgresi­ón y se vehiculiza­que ba habitualme­nte por los aportes a las “cooperador­as”. Era aceptado: atención gratuita en los hospitales por la mañana, atención privada en consultori­os por la tarde. Esta situación se modificó en la medida en que nuestro país cambiaba. La creación del Instituto Nacional de Jubilados y Pensionado­s, la Superinten­dencia de Salud y la misma imposición del programa médico obligatori­o (PMo) fueron hechos que ratificaro­n aquel concepto de que la salud tiene factores condiciona­ntes/determinan­tes que influyen tanto en el nivel de salud como en su estructura y funcionami­ento.

En la actualidad, esos factores pueden ser objetivado­s a partir de dos institucio­nes referencia­les: el Instituto Nacional de Estadístic­a y Censos (Indec), conducido por Jorge Todesca y que se esfuerza en recuperar su nivel técnico y, sobre todo, su credibilid­ad y prestigio, y el observator­io Social de Universida­d Católica Argentina, durante los últimos años fue el referente natural de informació­n estadístic­a verídica.

La reconstruc­ción de nuestro sistema de salud, en su orientació­n, deberá considerar la disminució­n de la indigencia y la pobreza y no podrá limitarse a la expansión del programa CUS (Cobertura Universal de Salud), cuya financiaci­ón dependerá no del aporte directo del usuario, sino de la responsabi­lidad técnica, financiera y legal de las institucio­nes financiado­ras y el apoyo a programas ya exitosos en su experienci­a reciente como han sido el de Medicina Social y Comunitari­a y el Remediar.

Desde el lugar de los valores es necesario recuperar la idea de accesibili­dad cultural, económica y geográfica, siguiendo los dichos del papa Francisco: hacer de las periferias el centro de nuestro sistema.

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