LA NACION

Juan Rodó. De aquel recordado Drácula al nuevo Fantastick­os, un musical con historia

Desde su legendario papel en Drácula, el musical en 1991, no paró de crecer como intérprete; su nueva apuesta combina los mejores aspectos de un género en expansión

- Alejandro Rapetti

Se sabe, en 1991 Drácula, el musical irrumpió en la cartelera porteña de la mano de Cibrián-Mahler y marcó un hito en la historia del género en la Argentina. Y también en la carrera de Juan Rodó, su protagonis­ta, que en el rol de Conde de Transilvan­ia se consagró como uno ícono del teatro musical en nuestro país y América Latina.

De sólida formación académica, desde entonces Rodó interpretó obras clásicas en el Teatro Colón, donde cantó con el mismo Plácido Domingo y llegó hasta la Ópera de Washington; protagoniz­ó La Bella y la Bestia, Los Miserables y se metió en la piel de Dorian Gray, Merlín, Jack el Destripado­r, Phantom o Jeckyll & Hyde, entre muchos más, pero nunca abandonó a su personaje insignia. Si bien la obra nació para ser presentada cuarenta únicas funciones en el Luna Park, fue tal el éxito de la crítica y el público que permaneció en cartel incontable­s temporadas, siempre con él en su rol principal.

Por lo pronto, mientras aguarda el regreso de una nueva versión de Drácula para 2021 (repone cada cinco años), por estos días el talentoso barítono subirá una vez más a escena como protagonis­ta de Los Fantástick­os, una versión “simulada” de Romeo y Julieta dirigida por Diego Ramos, que se estrenó el sábado en el Cultural San Martín. El elenco lo completan Eluney Zalazar, Emmanuel Degracia, Gustavo Monje, Mariano Musó, Luis Levy, Sebastián Codega y Manuel De Francesco.

“Es un musical que elegí yo por ser la obra más emblemátic­a en la historia del teatro musical norteameri­cano y del mundo, con mayor permanenci­a en cartel en la historia del género, incluso superando a Los Miserables y El Fantasma de la Ópera. Se estrenó en el off Broadway en 1960, y a partir de entonces estuvo en cartel ininterrum­pidamente a lo largo de cuarenta y dos años”, cuenta Rodó a pocos días del estreno de esta pieza en clave de comedia romántica que para su debut contará con música en vivo y ocho actores en escena. “La obra enamora por su simplicida­d, por su poesía, por una partitura clásica con toques contemporá­neos para piano y arpa que es exquisita. Cuenta la pérdida de la ingenuidad adolescent­e y el camino de la evolución hacia la adultez”, sintetiza.

Más allá de un talento indiscutid­o, el cantante lírico reconoce su obsesión en la preparació­n de su voz antes de salir a escena, en este caso como El Gallo, personaje que interviene y pide a la audiencia que use su imaginació­n y lo siga en un mundo mágico a la luz de la luna. “Más allá de la rutina de vocalizaci­ón diaria, los días de función hago un trabajo de repertorio operístico muy exigente y canto hasta siete arias de ópera que me permiten alcanzar la elasticida­d para subir al escenario con resto de sobra”, apunta.

Hijo de un padre ingeniero civil y una madre docente, Rodó nació en el seno de una familia de clase media en el barrio de Flores, aunque los recuerdos de su primera infancia se remiten al barrio de Palermo. Cuenta que de chico era admirador de Kiss (“mi banda”), y que su vocación por el canto surgió “tardíament­e”, alrededor de los 17 años. Luego estudio el profesorad­o de Música en el Conservato­rio Nacional, y más tarde se licenció en Artes Musicales como pianista, mientras desarrolla­ba su formación como cantante junto a diferentes maestros en paralelo.

La docencia siempre estuvo presente en la vida del cantante, que desde hace siete años dirige la Escuela de Comedia Musical que lleva su nombre (escuelajua­nrodo.com.ar), y ofrece a los cantantes una formación integral. Allí ha formado muchos discípulos que hoy se desempeñan profesiona­lmente tanto en el circuito comercial como alternativ­o.

“Nuestro talento es competitiv­o, tenemos artistas de nivel muy alto en las diferentes áreas. Muchos colegas han emigrado a España y están muy bien; ni hablar de referentes como Elena Roger o Gerónimo Rauch”, sigue Rodó.

También asegura que el género está creciendo muchísimo en la Argentina, tanto las produccion­es comerciale­s como las independie­ntes. Y cada vez más, aunque admite que todavía no existe un público para tantos espectácul­os. “Por un lado hay muchas propuestas, y a su vez la crisis hace que el público disminuya. El teatro musical tiene una exigencia de producción que demanda un valor de entrada que, en muchos casos, es prohibitiv­o para mucha gente. Y está difícil. Entonces, como hicimos con Los Fantástick­os, buscamos la forma de realizar obras en forma cooperativ­a, ya que de otro modo todo sería más elevado”, indica el cantante, que reconoce como su referente al barítono estadounid­ense Sherrill Milnes.

En ese sentido, en 2014 fundó su propia compañía, Nuevos Aires Musicales, con el objetivo de realizar espectácul­os en un formato cooperativ­ista para trabajar en conjunto. Debutaron con Phantom, musical inspirado en El Fantasma de la Opera, y el último año estrenaron Papaíto piernas largas, basado en la novela de Jean Webster.

“Creo que siempre hay que remarla. Hay un público que puede ser masivo para grandes produccion­es o proyectos muy comerciale­s, pero segurament­e no se prende en otras propuestas importante­s no tan comerciale­s. Por eso hay que seguir trabajando para que haya un público real de musical, y no solo aquel que va a las grandes produccion­es”, concluye Rodó.

“Es un musical que elegí yo por ser la obra más emblemátic­a en la historia del teatro musical norteameri­cano y del mundo”

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Victoria Gesualdi /aFV “Nuestro talento es competitiv­o, tenemos artistas de nivel muy alto en las diferentes áreas”, dice el actor

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