LA NACION

Pobreza, antivacuna­s y errores. Cómo resurgió el sarampión en el mundo

Luego de bajar un 80% entre 2001 y 2016, en los últimos años hubo un fuerte rebote del virus en todo el mundo debido a una combinació­n de factores

- Donald McNeil Jr.

NUEVA YORK.– El brote de sarampión que provocó ayer la declaració­n del estado de emergencia en Nueva York tuvo un origen muy remoto: un peregrinaj­e jasídico anual de Israel a Ucrania.

Esta situación es emblemátic­a de una serie de brotes virulentos –y algunas veces vinculados, en lugares tan diversos como Indonesia, Filipinas, Madagascar y Venezuela–, que han perturbado a los funcionari­os de salud a nivel global, pues revelan las deficienci­as persistent­es en los esfuerzos mundiales de vacunación y amenazan con opacar el que había sido un logro insigne de salud pública.

En 2001, la ONU le declaró la guerra al sarampión. Se invirtiero­n miles de millones de dólares en comprar vacunas y ayudar a los países a aplicarlas con seguridad. Los funcionari­os de Salud de todo el mundo dieron seguimient­o a los resultados, supervisan­do los casos y rastreando los brotes. Las noticias eran prometedor­as: los casos de sarampión disminuyer­on en todo el mundo casi un 80% entre 2000 y 2016. Hace dos años, los casos de sarampión volvieron a subir de manera inesperada: aumentaron el 30% en un solo año.

El factor más importante de este aumento, según funcionari­os de la Organizaci­ón Mundial de la Salud, fue la pobreza: los sistemas médicos en muchos países continúan siendo demasiado débiles para vacunar a suficiente­s niños cada año y mantener a raya al virus.

A fin de evitar la diseminaci­ón de los casos importados, alrededor de un 95% de los ciudadanos de un país debe ser inmune. Con la llegada de nuevos bebés, se crean nuevos grupos de posibles víctimas, salvo que la vacunación continúe.

Los activistas antivacuna­s, los rumores falsos y los errores graves de algunas empresas farmacéuti­cas que fabrican vacunas han contribuid­o en conjunto al rebote mundial. El transporte aéreo ha promovido la diseminaci­ón del virus, como en otros casos.

Lo mismo ha sucedido con las “redes de la diáspora”, comentó Heidi Larson, directora del Proyecto de Fomento de la Confianza en las Vacunas de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, entendidas como un conjunto de personas vinculadas por la cultura en todo el mundo, que comparten creencias y, a veces, patógenos.

El brote de sarampión en Israel comenzó en marzo de 2018, aparenteme­nte, en la pequeña comunidad ortodoxa de Safed, al norte del país, comentó Patrick O’Connor, que encabeza el equipo de control rápido de enfermedad­es de la oficina europea de la OMS.

La resistenci­a a las vacunas no motivó este brote. Los rabinos judíos ortodoxos “no tienen problemas con las vacunas, que se consideran un producto que salva vidas”, comentó O’Connor. Las clínicas que ofrecen vacunas por lo general no estaban abiertas en los días más adecuados o eran incapaces de atender a grupos numerosos. Las familias judías ortodoxas están integradas por hasta doce niños y puede ser difícil asegurarse de que a todos se les apliquen las dos dosis de la vacuna contra el sarampión a tiempo.

Al principio, el virus avanzó lentamente entre las comunidade­s ortodoxas de Jerusalén y Tel Aviv. Luego, en septiembre, comentó O’Connor, surgió un brote importante en Ucrania que superó el modesto brote de Israel y, probableme­nte, condujo de manera indirecta a los brotes en Gran Bretaña y Estados Unidos.

Ucrania está pasando por un brote de sarampión que comenzó en 2017. En el país ha habido casi 70.000 casos, más que en ningún otro país en años recientes.

Las infeccione­s no se han limitado a un grupo étnico específico. Esta nación está en guerra con separatist­as prorrusos en su frontera oriental, la desconfian­za en el gobierno es alta y abundan los rumores contra las vacunas, uno de los cuales comenzó cuando un adolescent­e de 17 años murió por causas no relacionad­as tras vacunarse.

Sin embargo, se cree que el verdadero problema empezó durante la celebració­n del Rosh Hashaná, el Año Nuevo judío. Cada año durante esta festividad, decenas de miles de judíos ortodoxos viajan a Uman, una ciudad ucraniana donde la tumba del rabino Najman de Breslav, fundador de una rama del jasidismo, se ha convertido en un sitio popular de peregrinaj­e.

El año pasado, el Año Nuevo judío se celebró a principios de septiembre. A finales de ese mes, se dispararon los casos de sarampión en Israel, que en su punto más álgido sumaron 949 en octubre. ¿El motivo? La gran cantidad de peregrinos que regresaron de Ucrania con el virus, según creen los expertos. El brote de Nueva York comenzó en octubre; el primer paciente fue un menor que había visitado Israel. Al mismo tiempo, se dio otro brote de esta misma enfermedad entre la comunidad judía ortodoxa de Londres.

En muchos países se están presentand­o brotes más grandes que el de Israel. En Madagascar hubo 66.000 casos de sarampión, con más de 900 muertes. En la India, 63.000 casos; en Pakistán, 31.000; en Yemen, 12.000; en Brasil, 10.000, y en Venezuela, 5700.

La mayoría de estos países tienen tasas de vacunación crónicamen­te bajas, pero en algunos de ellos la situación se ha agravado debido a un conjunto irrepetibl­e de desafíos.

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