LA NACION

San Lorenzo, a un paso

- Fernando Vergara

Ganó el Ciclón y está muy cerca de pasar a octavos de final en la Copa Libertador­es.

Dentro de las leyes no escritas del fútbol, Jorge Valdano suele decir que el fútbol “es un estado de ánimo”. San Lorenzo tiene una idea. Ahora, de ahí a que todo se dé como se imaginan en Boedo existe un abismo. Por eso, en lo que va del ciclo de Almirón fueron muchas más las malas que las buenas. Sin embargo, a pesar de haber tenido una Superliga para el olvido, el Ciclón está con un pie y medio en los octavos de final de la Copa Libertador­es después del 2-0 a Melgar. Así, lo que asomaba como final de un ciclo hasta hace un par de semanas, anoche pasó a ser una fiesta. Fútbol, ni más ni menos.

Dentro de una nueva serie de despropósi­tos de la Conmebol, donde distintos equipos juegan en esta edición de la Libertador­es tres partidos seguidos como local o como visitante, los azulgranas aprovechar­on la primera condición. Mientras se define futbolísti­camente, los resultados en el certamen doméstico son la contraposi­ción de un equipo que está muy cerca de sellar su clasificac­ión a la siguiente ronda. Impensado hasta hace algunos días. Con este panorama, en cada rincón del Nuevo Gasómetro el aire que se respira es diferente. La seriedad mutó en sonrisas.

Sin embargo, no eran pocos los que anoche se preguntaba­n en el estadio: ¿cuál es hoy la verdadera identidad del equipo? ¿La que estuvo 13 partidos sin ganar en el torneo local? ¿La que se fue de la Bombonera con un 3-0 que dejó al entrenador al borde del abismo? ¿La que dio una muestra de actitud frente a un rival de calibre como Palmeiras? ¿La de este conjunto que todavía no recibió goles en cuatro compromiso­s en la Libertador­es? Difícil tener una respuesta concreta. La realidad tiene, en rigor, varias facetas.

Para el Ciclón, el rival más peligroso no era Melgar sino el propio San Lorenzo. Ayer, las corridas por la derecha de Andrés Herrera y Juan Camilo Salazar resultaron lo más interesant­e que mostró en la primera parte. Repetitivo, sin claridad ni juego creativo en función de conjunto, los avances por ese costado fueron su sello distintivo. Hasta que en el cierre del primer capítulo apareció Gonzalo Rodríguez, que había reemplazad­o a último momento a Marcos Senesi por una contractur­a, y de cabeza marcó el 1-0 para Boedo.

Del otro lado, le costó demasiado a Melgar ensayar acciones de ataque porque la mayoría de sus hombres estuvieron enemistado­s con la pelota. Tomaron malas decisiones, no tuvieron peso cuando entraron al área y se quedó en insinuacio­nes.

En el segundo tiempo se fueron expulsados Salazar y John Narváez, mientras San Lorenzo tuvo la pelota y mayor protagonis­mo. Lo pudo liquidar con Nicolás Reniero, pero el atacante falló. El respiro llegó en el cierre a través de Nahuel Barrios. Se ajustó al resultado el Ciclón. Tres jugados y tres ganados como local en la Libertador­es, que ponen a los azulgranas como el mejor equipo argentino del torneo en cuanto a los números.

Los desafíos se renovaron en Boedo. Por supuesto que aún falta un trecho largo hasta el estado ideal. El equipo también lo reconoce. Ahora, el próximo domingo será el estreno en la Copa de la Superliga. En el camino aparece nada menos que Huracán.

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Gustavo Garello / ap el capitán blandi controla la pelota; san lorenzo ganó los tres partidos de local sin recibir goles

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