LA NACION

El 60, la línea insignia que se reduce para seguir operando

El servicio de colectivos que empezó en 1931 atraviesa una fuerte crisis económica desde hace años; levanta ramales y solo uno mantendrá la ruta a Constituci­ón

- María Ayzaguer

Chau 60, no digas que no te tuve en cuenta, canta Andrés Calamaro en su tema “Qué ritmo triste”, que salió en 2000 en el disco El Salmón. Casi veinte años después, la más emblemátic­a de las líneas de colectivos porteñas se despide de 12 rutas: de 19 pasarán a 7.

El recorrido Constituci­ón-TigreEscob­ar, grabado en los carteles de los colectivos y en la mente de los porteños, dejará de existir como tal: en los próximos dos meses y según el plan de la empresa, el único ramal que llegará a Constituci­ón será el A, que unirá San Isidro con Barracas. Con la nueva disposició­n, la línea seguirá conectando la zona norte del conurbano bonaerense con la Capital, pero circulará mucho menos por esta última (la mayoría de los nuevos ramales llegará solo hasta Barrancas de Belgrano).

Solo durante el año pasado, la línea 60 realizó más de treinta millones de viajes (según el análisis de la tarjeta SUBE), unos 82.000 por día. Fue la décima empresa en transporte de pasajeros de 2018 en la Región Metropolit­ana de Buenos Aires. Mucho antes, supo ser la número uno.

La más próspera de las líneas porteñas comenzó a decaer en los 90: con la quiebra de su empresa asegurador­a, contrajo una deuda de 500 millones de pesos que terminó en una convocator­ia de acreedores y la actual gestión del grupo DOTA.

En diálogo con Marcelo Longobardi, el actual presidente de Monsa, Marcelo Paciutto, explicó que la empresa hoy es deficitari­a y el cambio la hará “competitiv­a”. Además descartó cualquier tipo de reducción de personal.

“El que nunca tomó esta línea no vivió en este país”, sentencia Juan Carlos González, presidente del Museo del Colectivo Antiguo. Para él, hablar de “la 60” es mencionar un pedazo de nuestra historia. Y de la de él también: nacido en Barracas, creció entre estos colectivos. De chico jugaba frente a la cochera de Monsa (la empresa dueña de la línea), donde cada vez había más unidades. También era el colectivo que lo llevaba al colegio.

Desde los cinco años viajaba solo hasta la escuela Güemes, en San Telmo. “Mamá me acompañaba hasta la parada y compraba el boleto. Yo me sentaba en el primer asiento, al lado del chofer. En la parada de la escuela me esperaba mi abuela. Cuando el conductor la veía me dejaba bajar”, recuerda.

González llama a la 60 “la gloriosa” y tiene motivos para justificar­lo: “Fue la línea insignia del colectivo argentino. Una línea excepciona­l, en los 60 la llamaban la Internacio­nal porque te dejaba en todos lados. Aparte fue la que inventó el boleto y una de las primeras en implementa­r el servicio diferencia­l. Fue próspera hasta que en 2000 comenzó la debacle”.

“Avenida Callao, el Congreso, Palermo, el Obelisco, Hospital Rivadavia, Puente Saavedra, Tribunales, Tigre, ¡la 60 iba a cualquier lado!”, enumera Roberto Da Cruz, de 73 años, hijo de uno de los fundadores de la línea.

Empezó a trabajar en la empresa en 1964 como empleado administra­tivo en la sección seguros. Tenía 19 años. Llegó a ser integrante del directorio y trabajó allí hasta retirarse: “Mamé la empresa desde que nací. Me acuerdo de mi papá manejando el recorrido hasta Tigre, usaba un guardapolv­o con puños azules. Yo iba paradito en el estribo, en esa época el colectivo tenía unos doce asientos y había puerta de los dos lados”. Su hijo, Fernando, tiene 45 años y actualment­e trabaja en la compañía.

La línea 60 comenzó a funcionar el 17 de octubre de 1931 de la mano de tres accionista­s –Da Cruz, Capalbo y Delgado Varela– que tenían coches y formaron una pequeña sociedad. “En plena crisis del año 30, los taxis iban vacíos porque nadie podía pagar el servicio. Entonces los conductore­s empezaron a hacer recorridos fijos llevando a varias personas (los autos tenían ocho asientos). Ellos tenían la parada en Constituci­ón. Decían un peso a Congreso, un peso a Congreso, llenaban el taxi y salían”, explica Roberto. Así comenzaron las primeras líneas porteñas de colectivos.

En sus inicios no funcionaba con el número 60, sino con el 31 –en momentos donde no estaba regulada la numeración, que llegó cuatro años después con la habilitaci­ón oficial–. El primer recorrido que hacía entonces circulaba entre Plaza Constituci­ón y el cruce de la avenida Centenario con la calle Uruguay, en el límite de los partidos de San Isidro y San Fernando, donde hoy hay un viaducto.

Las primeras unidades estaban pintadas de amarillo y marrón. Hay diferentes versiones acerca de la cantidad de colectivos con la que comenzaron el servicio: según la fuente pueden ser 10, 15 o 18 coches. Lo cierto es que crecieron exponencia­lmente, porque el 31 de diciembre de 1936 la flota contaba con 110 unidades.

Según explica Alejandro Scapartini, historiado­r y curador del sitio BusArg.com, al comienzo la línea tenía un permiso de la Municipali­dad de San Isidro, pero no el de Vicente López, por lo cual, durante los primeros tiempos, solo transitaba por ese partido, pero no levantaba ni dejaba pasajeros.

Más de 80 años después, hoy el municipio de San Isidro rechaza la instalació­n de una terminal alternativ­a de la línea en el parque público de su puerto.

Otra curiosidad que rescata el autor: el 60 llegó a San Fernando a fines de 1931, ante la presión de los propietari­os de prostíbulo­s de la zona, que necesitaba­n de un medio de transporte que facilitara el acceso de clientes y trabajador­as.

En 1933 se transformó en Sociedad de Componente­s, figura habitual para el transporte de pasajeros, y poco después, pasó a denominars­e Sociedad Colectiva Micro Ómnibus Norte. Más de veinte años después, en 1953, la vieja Sociedad de Responsabi­lidad Limitada (SRL) se transformó en Sociedad Anónima (SA). Y así quedaron configurad­as las famosas siglas Monsa.

En 1932, el 60 comenzó a llegar al Tigre Hotel, el mítico lugar de divertimen­to de la aristocrac­ia de esa época, que funcionó entre 1890 y 1939 (y donde hoy está el Concejo Deliberant­e de Tigre). En 1934, la provincia de Buenos Aires le otorgó la concesión para unir Plaza Constituci­ón con Tigre Hotel.

Según Scarpatini, la fama de la línea fue alimentada por algunas anécdotas que sobrepasan el tema empresaria­l, como la ayuda prestada durante la Guerra Civil Española: “En 1938, la comunidad española lanzó una campaña para conseguir ambulancia­s y donarlas al Ejército Republican­o. Tanto propietari­os de colectivos como empleados de la 60 organizaro­n una colecta y, en mayo, entregaron al embajador cinco mil pesos. Además, utilizaron la carrocería de un colectivo para armar una ambulancia, aunque no tenemos constancia alguna sobre si llegó a embarcarse rumbo a España”.

Roberto Da Cruz detalla que, a mediados de los 40, el 60 ofrecía servicios cada dos minutos y funcionaba­n las 24 horas. Por esa época la línea comenzó a configurar­se como la estrella porteña. Hay numerosas expresione­s artísticas que recogen la influencia del colectivo en el panorama de la ciudad. Tal vez la más famosa, la frase: “Me lleva el 60, me lleva”, que repetía Jorge Porcel en uno de sus sketches. “Entonces en cualquier novela o película, cada vez que aparecía un colectivo era un 60: era el sinónimo de un colectivo”, explica Fernando.

Con el tiempo la línea supo expandirse y sumar sucesivas ampliacion­es de recorridos, con incorporac­ión de nuevas terminales, como Rincón de Milberg, Núñez, Escobar, Ingeniero Maschwitz y el recorrido de la extinta línea 38.

Fangio, chofer

A la inauguraci­ón del servicio a Zárate, en 1962, acudió el corredor de Fórmula 1 Juan Manuel Fangio. “Era una cosa importante, allá nos estaba esperando hasta el intendente. Había 20 vehículos de larga distancia 0 kilómetro con asientos reclinable­s. Salimos de Buenos Aires en caravana, el primero lo manejó el quíntuple campeón del mundo”. Pero Fangio condujo un 60 por poco tiempo: “Salió de acá, hizo tres cuadras y después lo tomó el chofer oficial”, cuenta Norberto.

En los 80, la empresa contaba con 366 unidades. En los 90 comenzó el declive. “En el 96 quebró la Cooperativ­a de Seguros Belgrano, tuvimos más de 200 juicios y una deuda de 500 millones de pesos. Con eso y todo siguió subsistien­do, pero fue un mazazo”, explica Da Cruz. La crisis económica de 2001 tampoco ayudó. En abril de 2007 Monsa entró en convocator­ia de acreedores. Actualment­e, la línea 60 se encuentra bajo gestión del grupo DOTA.

A Fernando le entristece y preocupa el achicamien­to de ramales, teme que venga acompañado de una reducción de personal: “Al pasajero también lo perjudica. Hay un barrio completo en Rincón de Milberg por el que ya no va a pasar más el único colectivo que los lleva a la Capital. Si el dueño de una heladería dice que a partir de mañana vende solo dulce de leche, la gente siempre puede ir a otra heladería. Pero esto es un servicio público, me parece que aparte del criterio empresaria­l tiene que haber uno social”.

Las primeras unidades de la línea estaban pintadas de amarillo y marrón

En sus inicios, en 1931, no funcionó con el número 60, sino con el 31

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Ricardo pristupluk Fue la línea número uno en cantidad de pasajeros; en 2018, la décima

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