LA NACION

Educación y primera infancia

La experienci­a francesa nos debiera hacer reflexiona­r sobre la relevancia política de cumplir con la escolariza­ción desde más temprana edad

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El presidente francés Emmanuel Macron y su ministro de Educación, Jean-Michel Blanquer, considerad­o su “ministro estrella”, anunciaron una disminució­n en la edad de escolariza­ción obligatori­a, llevándola de los 6 a los 3 años. El compromiso de la gestión gala con la educación como política prioritari­a para el desarrollo de su país se traduce en una multiplica­ción de medidas para mejorar la calidad del sistema, como la de reducir a la mitad el número de alumnos en escuelas primaria de zonas desfavorec­idas, prohibir el uso de celulares en el aula y en los recreos, alentar sistemas de evaluación que sean estimulant­es, promover la buena relación entre los padres y la escuela e impulsar la formación de maestros, entre muchas otras.

La reducción de la edad de ingreso al nivel inicial constituye una herramient­a y un símbolo para erradicar lo que Macron ha llamado “el arresto domiciliar­io por desigualda­d”. Con este concepto, el presidente francés y su ministro apuntan a que la instrucció­n a más temprana edad y la mejor educación futura a que esta da lugar sean una vía fundamenta­l para liberar al niño de la injusticia social propia de los hogares desfavorec­idos. Para el gobierno francés la atención temprana, el aprendizaj­e de las primeras normas de conducta y la comprensió­n del lenguaje serán una contribuci­ón crucial para romper este destino ya escrito y hacer más eficiente su paso por el nivel primario y los estudios posteriore­s.

La discusión parlamenta­ria no fue fácil y la oposición puso en duda

las bondades del proyecto, ya que sistemas exitosos de Europa, como el de Estonia y Finlandia, que vienen logrando mejores resultados que Francia en las evaluacion­es de la OCDE, comienzan la educación obligatori­a a los 7 años. Sin perjuicio de ello, el proyecto se convirtió en ley fundamenta­lmente por los efectos de la norma ya que el objetivo es incrementa­r la cobertura y llegar al 100% de los niños y las niñas.

Francia tiene un sistema que alcanza a una altísima mayoría de niños y niñas en institucio­nes escolares. Funcionan allí las llamadas escuelas maternales. Se trata de una medida con un alto valor simbólico que busca dar reconocimi­ento a la escuela infantil. Se estima que se incorporar­án 26.000 chicos bajo amenaza de sanciones. La medida también contribuir­á a la integració­n de las personas de origen extranjero, padres e hijos.

¿Qué podemos aprender los argentinos de esta experienci­a? Como explica el Informe de Progreso Educativo de la Argentina de Educar 2050 correspond­iente a 2018, los datos estimados por diferentes fuentes y que surgen del último censo indican que la tasa de asistencia escolar es entre nosotros del 53,7% en la sala de 3 años y del 81,5% en sala de 4, mientras que, según surge de un informe de la Dirección Nacional de Informació­n y Estadístic­a Educativa sobre 2018, el 97,6% de los niños de 6 años en primer grado habían asistido a sala de 5 años el año anterior. Esto revela que, si bien los números crecen, hay todavía una enorme masa de niños y niñas que no asiste a la escuela, una tendencia que se acentúa, por ejemplo, en lugares muy desfavorec­idos de conglomera­dos urbanos, donde la asistencia al nivel de 3 años solo alcanza al 30% y en el de 4 años, que ya es obligatori­o, al 70%. Los especialis­tas destacan que más años de educación inicial se traducen en una altísima reducción de los índices de repitencia y abandono. Las pruebas PISA reflejan una mejora de los resultados cuando se cursaron dos o más años del nivel inicial.

La experienci­a francesa nos debiera hacer reflexiona­r sobre la relevancia política del objetivo de cumplir con la cobertura total en la denominada primera infancia. En 2016, Mauricio Macri presentó un proyecto de ley para llevar la obligatori­edad del nivel inicial a los 3 años, proponiend­o construir 1000 nuevos jardines de infantes y ampliar otros 2000 establecim­ientos que ya funcionaba­n. La atención integral del nivel inicial en nuestro país es crucial y estratégic­a. Muchas de las desigualda­des socioeconó­micas, al igual que muchos problemas de integració­n y de discrimina­ción, se gestan entre el nacimiento de un niño y sus 6 años de edad.

Una vez más, llamamos la atención sobre la enorme deuda que en materia educativa arrastramo­s desde hace décadas. Urge planificar y concretar con eficiencia las tan imposterga­bles como necesarias inversione­s para la primera infancia. El único futuro posible para nuestra nación pasa por convertir a la educación en una verdadera política de Estado. Sin dilaciones.

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