LA NACION

La Argentina, ante EE.UU. y China

- Patricio Carmody Especialis­ta en relaciones internacio­nales; miembro consultor del CARI y del Cippec

El manejo positivo y simultáneo de las relaciones con Estados Unidos y China es una crucial prueba para la política exterior argentina. Pero el nuestro no es el único país que afronta este desafío. Así, el excancille­r Joschka Fischer considera que Alemania debe implementa­r una estrategia transatlán­tica –con Estados Unidos– y una euroasiáti­ca –con China–. Australia, aliado militar incuestion­able de Estados Unidos, envía gran parte de sus exportacio­nes a China. Países del Asean (Tailandia, Indonesia, Malasia) balancean la influencia del “gran vecino del norte” con vínculos comerciale­s con Estados Unidos.

La emergencia de China ha sido espectacul­ar y relativame­nte sigilosa. En una generación ha salido de la pobreza para convertirs­e en la primera potencia económica y exportador­a global, pudiendo llegar a tener en 2024 un PBI equivalent­e al 142% del de Estados Unidos. Mantener el crecimient­o se convierte en imperativo, para beneficiar a su población y dar legitimida­d al Partido Comunista.

Para asegurar la provisión de materias primas y el flujo de sus exportacio­nes, China ha implementa­do la iniciativa One Belt, One Road (una franja, un camino), que consiste principalm­ente en obras de infraestru­ctura, en tierra y mar, a nivel asiático, que se extienden a África, Europa y a América del Sur. Esta iniciativa proyecta a su vez su influencia política. Como Xi Jinping, quien dice que China “no tiene el gen” que lleva a las grandes potencias a buscar la hegemonía, los líderes chinos han buscado restar importanci­a a su propio ascenso, logrando hasta hace poco “crecer sin provocar”.

El auge de China es, sin duda, una amenaza para Estados Unidos. A nivel regional, China parece querer dominar el Indo-Pacífico en lo económico, político y militar,

desplazand­o a los estadounid­enses. A nivel global, algunos especialis­tas creen que, aunque conforme con que Estados Unidos siga liderando el orden mundial, China quiere tener el poder suficiente como para enfrentarl­o cuando sea necesario. Ante esto, Washington debate cómo enfrentar a China. Los defensores del orden liberal internacio­nal, como John Ikenberry o Gideon Rose (de la revista Foreign Affairs), apoyan la estrategia seguida tanto por gobiernos demócratas como republican­os, antes de Trump: “Involucrar­se, pero cubrirse”. O sea interactua­r con China desde el punto de vista económico, e involucrar­la en el orden internacio­nal creado por Estados Unidos, mientras se toman medidas globales y en Asia para limitarla como amenaza militar.

Se busca así “balancear” el poder ascendente de China en lo económico y en lo militar. Para ellos, el presidente Trump es una clara amenaza, ya que temen que busque reemplazar el orden liberal por una “hegemonía illiberal”. Sus posturas y estilo agresivo, tanto con aliados como con rivales, erosionan la confianza que Estados Unidos generó tradiciona­lmente, un elemento fundamenta­l para la creación de alianzas en el último siglo, o contra China en el futuro.

Por su parte, Graham Allison (de la Escuela Kennedy, en Harvard) considera contradict­oria la estrategia de “involucrar­se, pero cubrirse”, y no cree que Estados Unidos esté a tiempo para “balancear” a China. Considera crítico un excepciona­l esfuerzo de planeamien­to estratégic­o para enfrentarl­a, comparable a lo hecho por los “hombres sabios” alrededor del presidente Truman –como Dean Acheson y George Kennan–, para diseñar el orden liberal de posguerra. O al realizado por Kennan, al esbozar la estrategia de “contención” de la Unión Soviética. Este ejercicio puede incluir desde el acomodamie­nto hasta el socavamien­to de los intereses chinos.

Entendiend­o este dinámico contexto, la Argentina debe pensar en cómo manejar con éxito ambas relaciones. Pueden resultar útiles los cuatro pasos recomendad­os por Allison a Estados Unidos. El primero es identifica­r y clarificar nuestros intereses vitales. El segundo, entender lo que quiere China (y en el caso argentino, también lo que quiere Estados Unidos). El tercero consiste en elaborar una estrategia (do strategy), señalando que los dichos de Bill Clinton en relación a que la política exterior se ha ido pareciendo al jazz, ya que es pura improvisac­ión, no tienen sentido ante una China que ejecuta estrategia­s coherentes. Por último, Allison recomienda dar especial importanci­a a los desafíos domésticos, ya que impactan en la acción exterior.

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