LA NACION

Marta Mediavilla se anima al desafío de un unipersona­l que fue icónico en los setenta

Hija de músicos y productore­s, encara en Solita y sola, una obra que marcó al café concert porteño con la figura de Marilina Ross, que, en esta nueva versión, toma el sillón de directora

- Leni González

Casi medio siglo atrás, en 1972, una actriz de 28 años y cara de nena hacía su primer unipersona­l en el café concert El Gallo Cojo, de San Telmo. Solita y sola era el título del texto escrito por Ricardo Talesnik y dirigido por David “clan” Stivel, con producción de Lino Patalano y Elio Marchi. Pasaron la dictadura, exilios y muchos regresos. Pero faltaba que Marilina Ross volviera a debutar en la misma obra, esta vez en el Maipo Kabaret, como directora de una nueva versión con otra protagonis­ta: Marta Mediavilla, de 30 años y con el talento para apropiarse de este personaje, una chica que a medida que crece debe enfrentars­e a mandatos sociales que no eligió.

“Me siento identifica­da con esta joven. Claro que cuando se hizo por primera vez no se hablaba como hoy. La revolución del feminismo y su cachetazo de realidad nos cambiaron la manera de expresarno­s, la conciencia de muchas cosas y eso lo adaptamos. Por ejemplo, antes había más énfasis en casarse y tener hijos, ahora ya no es así. La obra siempre propuso el cuestionam­iento de las normas establecid­as, pero dicho de otra manera, en otro contexto, con otro sentido común. Ahora es lo mismo, pero con vuelta de tuerca”, dice Mediavilla sobre la adaptación realizada por Marcelo Caballero, alguien que conoce de cerca a la protagonis­ta: la dirigió en el musical Lo quiero ya y colaboró en Loop, la comedia de Flor Yadid con Martín Golberd que deslumbró a Marilina Ross el año pasado (y se repone en mayo en El método Kairoz, los jueves, a la gorra).

“Cuando Lino (Patalano) me propuso dirigir Solita y sola, inmediatam­ente me surgió la imagen de ella y la propuse. Me maravilló su trabajo, su gracia, espontanei­dad, la forma de moverse, el manejo que tiene del cuerpo. Empezamos a trabajar en el fondo de casa de una forma muy hogareña, jugando. Como es la primera vez que dirijo, yo también estaba un poco achuchada con semejante evento. Resultó muy bien”, dice por teléfono la directora y compositor­a de las canciones de la obra.

“Es que mi vieja invitó a mucha gente a ver Loop. Con mi papá vinieron casi todas las funciones”, comenta, entre risas, la única hija de Patricia Sosa y Oscar Mediavilla, habitante del off y los caminos lentos. Ganadora de un Premio Hugo en 2018 por Cosas de payasas, se formó en la escuela de Hugo Midón y la de Raúl Serrano. “Soy actriz. Estudié canto para prepararme, pero no soy cantante. A veces me piden ‘cantate algo’ porque me asocian con mi vieja y eso me pone muy nerviosa”, dice Marta, que interpreta temas de Marilina, artista a quien conocía “de lejos”: “Es una persona muy sensible. Para ella, también significó un desafío. Es muy emotivo regresar a un texto que habían escrito pensando en vos, pero que apunta a algo universal, el tironeo entre lo que una quiere y lo que te dicen los demás”.

Todos los personajes del afuera están simbolizad­os en un muñeco que también estaba en la versión anterior con la voz de Carlos Carella. En la actual, es Ross quien las interpreta. Para Patalano, “esta obra fue un ícono del café concert; se hizo en 1972 y en 1974, pero no pudo seguir porque Marilina tuvo que irse amenazada por la Triple A. Es un sueño que debute como directora con esto. Y va a ser un antes y después para Marta, que es una artista excepciona­l”, opina el productor, de festejo por los 50 años del café concert.

Además de actuar, Mediavilla es docente de Teatro Recreo, un taller para adultos sin intención de profesiona­lizarse. Hace poco mudó sus clases a El Templo del Arte, el centro cultural que abrió con los padres en Colegiales (Gregoria Pérez y Álvarez Thomas) y donde pronto se habilitará una sala para espectácul­os. “Estos espacios tienen que existir porque dan alegría en esta época tan difícil. En Mar del Plata hicimos Loop a la gorra y eso me cambió la cabeza, me di cuenta de que el arte es servicio. Claro que uno tiene que vivir, pero la entrada es restrictiv­a, deja afuera. Hay gente que pone lo que tiene y se va contenta a su casa, gente que a lo mejor no había visto nunca teatro”, dice acerca de la experienci­a que vivió en el Teatro Melany durante el verano.

Aunque su papá, el músico y productor Oscar Mediavilla, fue jurado de Operación Triunfo y de Latin American Idol, nunca participar­ía de un reality de talentos. “Me muero antes de estar ahí. No critico a quienes lo hagan, pero no me gusta la exposición, no me importa la popularida­d, me siento cómoda si el reconocimi­ento viene por el trabajo que hiciste”, dice, sin echarle la culpa a su famosa mamá: “No lo sufrí porque crecí de esa manera, mi papá y yo sonriendo mientras le sacaban fotos. Ella saluda a uno por uno y hay veces que se complica si querés ir al cine tranqui. Yo prefiero mantenerme al margen. Soy un poco fóbica”.

No hace mucho que Marta armó su propia casa, sola. Creció con Oscar y Patricia, vivió con cada uno cuando se separaron y cuando volvieron a juntarse con cama afuera. Antes de llegar a los treinta, se mudó. “Siempre están, me acompañan, son un pilar fundamenta­l para mí. Confío mucho en su opinión. Soy de las que agarran un trabajo si me gusta de entrada –aunque después salga mal–, no hago por hacer y para que la rueda corra, sino que necesito retroalime­ntarme”.

Tal vez por eso en televisión trabajó muy poco. En cine, fue parte de dos películas en las que actuó con su mamá y le tocó “hacer de hija” (Otro corazón, de Tomás Sánchez, y Ningún amor es perfecto, de Pablo Sofovich). Sin ninguna confirmaci­ón, da vueltas un proyecto para actuar con el papá. “¡Eso ya es too much! Parece serio cuando lo ves en la tele, pero es muy gracioso, el alma de la fiesta. Los amigos siempre le piden que haga algo y parece que aceptó. También estaría yo, pero no como su hija. Ojalá se haga porque sería muy divertido”, dice Marta, nacida para crear sonrisas: “La vida es un gran disparate, una locura, ya no entiendo nada lo que es vivir”.

 ?? Fabián marelli ?? “La vida es un gran disparate, una locura, ya no entiendo nada lo que es vivir”, dice la actriz
Fabián marelli “La vida es un gran disparate, una locura, ya no entiendo nada lo que es vivir”, dice la actriz

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