LA NACION

Nicolás Beaudroit

El emprendedo­r que está detrás del yogur que es furor en las redes

- Texto María Julieta Rumi

Nicolás Beaudroit tiene 43 años y es bisnieto de productore­s de leche por ambos lados de su familia. Si bien hoy continúa con la tradición supervisan­do el tambo ubicado en General Las Heras, decidió industrial­izar la leche. Con una inversión inicial de US$600.000 en maquinaria, y otros US$300.000 para poner en marcha la producción, este año comenzó a fabricar los yogures Familia Beaudroit.

Este producto de etiqueta limpia tiene pocos ingredient­es y nobles: básicament­e leche, leche en polvo y poca azúcar (un 4% cuando otros yogures llegan a un 12% de azúcar). Está pensado para los nuevos consumidor­es que leen las etiquetas de lo que comen y evitan los alimentos ultraproce­sados.

Y, en ese sentido, la joven marca apuesta a la comunicaci­ón vía redes sociales y a un story telling distinto mostrando a las vacas en el tambo que producen la leche del yogur y cómo pastan y no viven hacinadas. 1 Seguir la tradición familiar. “El abuelo de mi padre vino a la Argentina desde Francia y empezó con el campo. Por otro lado, mi bisabuelo materno, que era español, también fue alquilando campos, hasta que quedó el de General Las Heras. Mi bisabuelo paterno fue y vino, pero el tambo de la familia materna continuó con mi abuela y sus hermanos, y luego mi padre lo compró en los ‘90”, contó Beaudroit en diálogo con la nacion.

Tras recibirse como ingeniero agrónomo en 2001, empezó a hacerse cargo de la empresa, y su padre, que tenía otra actividad, delegó finalmente en él todo el negocio. “Eso fue hasta el año pasado, que abandoné la administra­ción del día a día y quedé como consultor externo porque esto demanda mucho tiempo”, explicó. Con “esto” se refiere a la producción de los yogures, que comenzó como una idea en 2013.

2 Innovar en el camino.

”A mí siempre me gustó mucho la comida en general. De hecho incluso hice un curso con Francis Mallmann antes de la crisis de 2001 para aprender a cocinar. Estaba en la duda entre seguir gastronomí­a o no y la verdad es que me di cuenta de que me gustaban más el campo y la ciencia de la tierra. Y observando la cadena de comerciali­zación de la leche en el país, empecé a analizar alternativ­as, porque no podía seguir viviendo de crisis en crisis. El productor mediano se encuentra siempre con que paga un montón de costos en dólares y no tiene casi ninguna renta”, afirmó.

Y en el ínterin se unió al grupo Crea y empezó a formar parte de Crea Luján. “Había algunos tambos que habían hecho una incipiente industrial­ización pero en quesos y lo que veía es que hay muchísima competenci­a y muchísima competenci­a desleal especialme­nte en el sector de los quesos. Empecé a investigar qué alternativ­as tenía y ahí conocí a la gente de Dahi, que estaba haciendo algo distinto. Me gustaron mucho el producto yogur y el mercado. Hace cinco o seis años había más nombres, pero pocas alternativ­as”, sostiene el actual empresario lácteo 3 Pensar en el producto. Primero intentó hacer yogur griego, pero requiere desuerar y eso implicaba un sobrecosto logístico por la disposició­n final de los residuos. Entonces se dio cuenta de que los yogures presentes en el mercado tenían nueve o diez insumos entre los que la leche se perdía. “Desde hace años la preocupaci­ón de la gente es ver de dónde vienen los alimentos, la trazabilid­ad, y ahí encontré un nicho de mercado. Buscamos que el producto no tenga agregados artificial­es. Hoy está elaborado con leche, leche en polvo y un poco de azúcar”, relató. Posicionad­o en un segmento premium, las diferentes variantes del producto se venden en las góndolas por entre $40 y $50.

4 Elegir un lugar.

Pero antes había qué elegir dónde instalar la fábrica y el barrio porteño La Paternal fue selecciona­do, después de sopesar General Las Heras, Luján o la zona norte de la provincia de Buenos Aires. Estas localidade­s fueron descartada­s porque no tenían infraestru­ctura, caminos o los servicios de electricid­ad o gas necesarios para producir. “Salimos a la calle finalmente en febrero de este año y ya tenemos 120 puntos de venta en la Capital Federal y algunos distribuid­ores en el Gran Buenos Aires. Elaboramos dos veces por semana 20.000 yogures, que es lo que estamos comerciali­zando hoy. La idea es que tenemos que llegar a los $4 millones mensuales de facturació­n para que los números del negocio cierren”, aseguró.

5 Salir a competir.

Consciente de los intereses de las nuevas generacion­es que quieren saber de dónde provienen los alimentos, ideó un producto de etiqueta limpia, con pocos ingredient­es y nobles. “Nuestro producto es libre de gluten y sin TACC. No usamos ni fécula ni gelatinas. Usamos pectina natural cítrica y fermentos y en ese tipo de productos esto es más caro que los que usan suero, azúcar, fécula, gelatina y saborizant­es. Nosotros todo lo que logramos en el producto lo logramos por proceso no porque metamos ‘pichicata’, que es lo que hoy te encontrás en el mercado”, apuntó.

6 Contar una historia.

Consultado por el story

telling de la marca dijo que para él “el ADN de la empresa”. “Le estamos contando a la gente cómo trabajamos todos los días y ese es nuestro diferencia­l con otras empresas internacio­nales que compran la leche y no les importa de dónde proviene ni quién es el productor ni nada”, señaló.

“A nosotros nos interesa que el consumidor conozca de dónde consume, de dónde viene la leche que consume, y yo creo que la gente que no está muy metida en el tema de los alimentos ultraproce­sados empieza a ver los insumos con los que están hechos los alimentos y los que están más metidos empiezan a ver marcas que van demostrand­o de dónde salen los insumos de sus productos”, concluyó .

Desde hace años la preocupaci­ón de la gente es ver de dónde vienen os alimentos, la trazabilid­ad, y ahí encontré un nicho de mercado”

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MAriA AMAsANti

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