LA NACION

El presente de Central marca que cada juego es una nueva pesadilla

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Los números todavía le ofrecen una mínima oportunida­d, aunque a Rosario Central le preocupa más cómo rearmarse para lo que vendrá que la continuida­d en la Copa Libertador­es. La caída por 3 a 1 frente a Gremio no hizo más que acentuar la caída futbolísti­ca de un plantel sin reacción, juego ni rebeldía ante la adversidad.

La cosecha de puntos de Gremio y de los rosarinos se resumía al empate en el juego en el que estrenaron el recorrido en el Grupo H, pero en el modo de afrontar el partido de la 4ª jornada se descubrió la ambición de cada equipo. Central, con una formación sin rodaje y con nombres que usualmente son piezas alternativ­as –más allá de las lesiones de Caruzzo, Gil, Bettini, Allione, Cabezas…–, expuso el escaso apetito de trascender, de batallar por el tercer escalón en la tabla de posiciones, un puesto que lo eliminaría del certamen pero que le abriría la puerta de la Copa Sudamerica­na.

En ese escenario, Everton, una pesadilla, particular­mente para Molina, que no recibió apoyo de un indolente Pereyra en la contención, desbordó y generó riesgo cada vez que se lo propuso. Ledesma y sus atajadas sostuviero­n una mínima ilusión; el muro cayó cuando Jean Pyerre coronó una acción de Everton y así se desató el nudo.

Imaginar una reacción canalla era una cuestión de fe más que una posibilida­d. El lateral Leonardo Gomes asestó dos estocadas como para asegurar que Gremio mantiene el deseo de seguir siendo protagonis­ta. Central, en cambio, precisa reconstrui­rse: ya no por la Libertador­es, los promedios lo acecharán en la próxima Superliga.

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