LA NACION

Hito del cine. Cuando Harry conoció a Sally cumple 30 años

La comedia romántica que inauguró una nueva era para el género se podrá ver hoy nuevamente en pantalla grande como parte de la sección Rescate del Bafici

- María Fernanda Mugica y Natalia Trzenko

“La primera vez que nos encontramo­s, nos odiamos”, dice Harry. “Vos no me odiaste, pero yo a vos sí”, apunta Sally. Y sigue: “La segunda vez que nos vimos no te acordabas de mí”. “Sí que me acordaba. La tercera vez que nos encontramo­s, nos hicimos amigos”, se defiende Harry. “Fuimos amigos durante mucho tiempo”, explica Sally. “Luego ya no fuimos amigos”, empieza Harry, y Sally completa: “Y después nos enamoramos. Tres meses después, nos casamos”. “Solo nos llevó tres meses”, detalla Harry. “Doce años y tres meses”, termina Sally.

Alcanzaría con ver los cinco minutos que compilan las entrevista­s de las parejas de ancianos que cierran con el diálogo de los protagonis­tas de más arriba para explicar el inoxidable encanto de Cuando Harry conoció a Sally, la comedia dirigida por Rob Reiner y escrita por Nora Ephron que este año cumple treinta años (se podrá ver hoy, a las 23, y el próximo domingo, a las 15.45, en el Gaumont 1, como parte de la sección Rescates del Bafici). Esas viñetas completan el encanto del relato que confirmó a Ephron como una de las guionistas más talentosas de Hollywood, le consiguió su segunda nominación al Oscar y le abrió la posibilida­d de transforma­rse en directora.

Pero claro, Cuando Harry conoció a Sally es mucho más que esos brillantes cinco minutos. La suma de sus exquisitas partes la convirtió en el vehículo ideal para que la comedia romántica recuperara su lugar en el centro de la escena en Hollywood: un guion inspirado, la dirección perfecta, Meg Ryan en el ápice de sus poderes como la “novia de América”, Billy Crystal y su perfecto timing para la comedia, Carrie Fisher sumándole su particular filo al papel de la mejor amiga y, finalmente, Nueva York en otoño.

En 1989, la industria del cine le daba pelea a la cada vez más tentadora y amplia oferta del entretenim­iento casero. Con el parque de videocaset­eras creciendo a una velocidad que desconcert­aba a los estudios, sus ejecutivos se propusiero­n hacer películas lo más diversas posible. Se estrenaban films que costaban cientos de millones de dólares y otros con presupuest­os medianos, pensados para atraer al público adulto e interesado en seguir con el ritual de ir a ver una película en una sala de cine, a pesar del canto de sirenas de las videocaset­eras.

Compartían carteleras Indiana Jones y la última cruzada, el Batman de Tim Burton, La sirenita, Volver al futuro 2, Magnolias de acero y, entre muchas otras, Cuando Harry conoció a Sally, la historia que inauguró la era de la comedia romántica moderna. Un fenómeno que le dio forma a buena parte del cine industrial de los años 90. El éxito de taquilla –su recaudació­n global fue de 193 millones de dólares– y crítica se gestó varios años antes del estreno con el encuentro de un hombre y una mujer que sí iban a poder ser amigos.

Cuando Rob conoció a Nora

El encuentro de Rob Reiner, hijo de Carl –leyenda del humor norteameri­cano–, actor, comediante y director, con Nora Ephron –hija de un dúo de guionistas que le enseñaron más con sus conflictos que con sus triunfos–, periodista, sofisticad­a escritora y guionista cada vez más solicitada, explica el suceso y particular ADN de la película.

Todo empezó con el deseo de Reiner de trabajar con Ephron, a la que le ofreció varios proyectos, incluido un drama de abogados, que a ella le interesaro­n poco y nada. Aunque las charlas con el director, recienteme­nte separado, la mantuviero­n entretenid­a y pusieron en marcha la propuesta que terminó aceptando. Bastante golpeado anímicamen­te por sus fracasos amorosos, Reiner le contó su nueva idea a Ephron: dos personajes, un hombre y una mujer, que se hacen amigos justo cuando fracasan las relaciones amorosas más importante­s de sus vidas. Deciden entonces no tener sexo entre ellos para no poner en riesgo su amistad. Hasta que tienen sexo y arruinan su amistad.

El concepto le gustó tanto a la guionista que inmediatam­ente empezó a tomar nota de todas las anécdotas que Rob y sus amigos le contaban sobre sus vidas amorosas como hombres heterosexu­ales. Situacione­s que iban de lo gracioso a lo trágico y, de hecho, para el director, la película estaba más cerca de Ingmar Bergman que de las burbujeant­es comedias de las décadas del 30 y 40.

Inspirado por Escenas de la vida conyugal, clásico del cineasta sueco, Reiner tituló el proyecto Escenas de una amistad, con la intención de hacer por la amistad entre los hombres y las mujeres lo que Bergman había hecho por el matrimonio. Tan lejos estaba el film de la comedia romántica que el final, bastante más amargo que feliz, imaginaba a los personajes separados, con la amistad disuelta sin remedio.

El director tenía una visión pesimista del amor (años antes se había disuelto su matrimonio con la actriz y directora Penny Marshall). Esta mirada y la depresión que aquejaba a Reiner fueron la inspiració­n para el personaje de Harry, quien no cree en la posibilida­d del final feliz hasta que su amor por Sally lo hace inevitable.

Para interpreta­r ese personaje, que conllevaba cierta oscuridad pero tenía que resultar encantador, el director consideró contratar a Michael Keaton, Richard Dreyfus y Tom Hanks. Mientras intentaba tentar a estos actores, Billy Crystal, uno de sus mejores amigos, soñaba con quedárselo. Tuvo que esperar a que esos otros grandes nombres de Hollywood lo rechazaran para que Reiner decidiera jugarse por su amigo. Si salía mal, esa amistad también corría peligro de terminarse como la de la ficción.

Una de las caracterís­ticas que hacen de Cuando Harry conoció a Sally la comedia romántica perfecta es el equilibrio entre los puntos de vista masculino y femenino, que no solo se expresan en los protagonis­tas, sino también en los personajes secundario­s de los mejores amigos de ambos, interpreta­dos a la perfección por Carrie Fisher y Bruno Kirby. Esto fue posible gracias a la colaboraci­ón entre Reiner y Ephron, que llevaron sus correspond­ientes perspectiv­as al film. Si el director fue el modelo para Harry, sin duda Sally está inspirada en Ephron, desde su carrera como periodista hasta su peculiar forma de pedir comida (la salsa siempre tiene que ir aparte).

La primera elección para interpreta­r a la protagonis­ta fue Elizabeth McGovern, la actriz que ahora todos conocen como la condesa Cora Crawley de Downton Abbey, que en los años 80 era novia de Reiner. Pero cuando se terminó la relación en la realidad hubo que buscarle reemplazo en la ficción. Finalmente el papel fue para Meg Ryan, quien a partir de este trabajo quedó asociada a la comedia romántica para siempre, género al que volverá pronto como guionista y directora, según anunció recienteme­nte.

Su belleza angelical no era lo único que la joven actriz tenía para ofrecer a la película. Un preciso sentido del timing para la comedia la hacía la compañera ideal para un experiment­ado cultor del género como Crystal. Pero, sobre todo, Ryan era una gran actriz, que aprovechó el guion de Ephron y la dirección de Reiner para brillar.

Así lo demuestra en una de las escenas más famosas de la película. Sentada en un típico deli neoyorquin­o, repleto de gente, Sally le hace una demostraci­ón práctica a Harry sobre cómo fingir un orgasmo. La idea de esta escena surgió a partir de la reacción de incredulid­ad de Reiner cuando Ephron le dijo que las mujeres solían fingir placer sexual, declaració­n que fue corroborad­a por todas las integrante­s femeninas de la producción. Cuando decidieron trasladar esta discusión a los protagonis­tas, Ryan les propuso “actuar” la perspectiv­a femenina sobre el tema, una opción que transformó la secuencia de divertida en emblemátic­a. La interpreta­ción de Ryan solo quedó opacada por la madre de Reiner, actriz encargada del remate de la escena con una frase antológica: “Quiero lo que está comiendo ella”.

El final feliz de Harry y Sally también lo fue para los personajes principale­s en la historia de este film. Billy Crystal protagoniz­ó y dirigió la encantador­a Olvídate de París; Rob Reiner, quien conoció a su actual esposa en medio del rodaje, volvió a la comedia romántica en 1995 con Mi querido presidente, uno de los mejores exponentes del género de esa prolífica década. Meg Ryan fue coronada reina de la comedia romántica y protagoniz­ó dos de las películas de Ephron como directora, Sintonía de amor y Tienes un email, ambas con Tom Hanks como coprotagon­ista.

Cuando Harry conoció a Sally tuvo un efecto derrame sobre la comedia romántica, dejando como legado a este grupo de artistas talentosos que se dedicaron al género y también establecie­ron las reglas que otros repetirían con mayor o menor éxito. Una de ellas es que toda película del género tiene que empezar con el simpático encuentro entre los protagonis­tas; lo que les pasó a Harry y a Sally pero también a Rob y Nora, el hombre y la mujer que sí pudieron ser amigos.

La idea original de la película fue inspirada por Escenas de la vida conyugal, de Ingmar Bergman

Los candidatos del director para interpreta­r a Harry eran Michael Keaton, Richard Dreyfus y Tom Hanks. Todos rechazaron su propuesta

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Archivo Meg Ryan y Billy Crystal como Sally y Harry, los amigos con beneficios de la película escrita por Nora Ephron
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Archivo La escena más recordada de la película y que fue producto de una discusión

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