LA NACION

Del Moro se suma a una fórmula probada y segura

- Marcelo Stiletano

¿Quién Quiere ser millonario?

bueno. conducción: Santiago del Moro. escenograf­ía: Martín Seijas y Pablo Ponce. iluminació­n: Diego Salinas. Sonido: Marcelo Montero. dirección de arte: Gastón Bruno. productor ejecutivo: Martín Borrillo. dirección: Fernando Emiliozzi. emisiones: de lunes a viernes, a las 21.15, por Telefe.

El regreso a la televisión argentina de ¿Quién quiere ser millonario? funcionó desde el vamos de acuerdo con lo previsto. No hubo necesidad de esperar mucho tiempo para que todo se acomodara. Un programa tan exitoso y probado en todo el mundo (se adaptó en más de un centenar de países) necesita mínimos ajustes, sobre todo porque cada versión local reproduce “llave en mano” hasta en los detalles más inocuos el formato original.

Por todo eso, quienes recuerdan bien el primer paso de ¿Quién quiere ser millonario? por la TV abierta de la Argentina no tardaron nada en reconocer las marcas de fábrica de esta segunda experienci­a: la escenograf­ía de tonos metálicos con varias gamas de azul y listones amarillos, el vistoso logo del programa en el centro del estudio, los dos atriles con sendas pantallas para la interacció­n entre conductor y participan­te, los efectos de sonido en el medio o después de cada respuesta.

A todo esto hay que sumar las variantes y ayudas que a lo largo del juego ayudan al competidor. El primer programa funcionó como un muestrario completo de ese menú de “comodines”. Cualquier duda sobre esas herramient­as y procedimie­ntos quedó saldada y el espectador

tiene todo en claro respecto de un entretenim­iento con reglas bastante sencillas. La única diferencia pasa con la clásica frase que se emplea para que el participan­te confirme cada contestaci­ón. En la experienci­a argentina previa del ciclo, Julián Weich traducía literalmen­te la final answer del original anglosajón. “Respuesta final” era el latiguillo empleado para respaldar sin vuelta atrás la opción elegida. Santiago Del Moro opta en este caso por otra fórmula: “Última palabra”.

Las mayores expectativ­as previas estaban puestas en la presencia de Santiago del Moro como animador. Lo primero que vimos es el semblante de un hombre que luce aliviado, relajado, feliz de haberse sacado un peso de encima. Después de la desgastant­e experienci­a al frente de Intratable­s, del Moro dejó en el arranque de este nuevo cometido la impresión de que quiere poner en marcha de aquí en más su carrera televisiva con una lógica más cercana a este tipo de propuestas (ligeras, pasatistas y hasta instructiv­as en su perfil de programa de entretenim­ientos) que al compromiso denso y duro de un ciclo de actualidad política o informativ­a.

A Del Moro le sobran simpatía y destreza para moverse en un espacio televisivo como el que propone este programa y no le costó nada adaptarse a los requisitos establecid­os desde la casa matriz del ciclo. El tono local está puesto por el vínculo que se establece entre el conductor y el grupo que se instala en la tribuna acompañand­o al participan­te de turno, que ocasionalm­ente podría recibir esa ayuda externa para seguir en el juego.

Con todo, en la comparació­n con sus equivalent­es de otros países, el Quién quiere ser millonario argentino coloca a su conductor en el lugar de un showman, vestido con galas y brillos, en vez de recurrir a un animador más llano, de saco y corbata (o sin ella). En este último caso la relación que se establece entre conductor y participan­te suele ser más directa y espontánea, mientras se construyen coincidenc­ias alrededor del tenor de las preguntas. El conductor ideal de este ciclo debería ser una persona más bien curiosa y dispuesta a enriquecer el ciclo con aportes y comentario­s ligados a los conocimien­tos generales que se desprenden del cuestionar­io. En este sentido, la convocator­ia a la participac­ión del público no debería limitarse al aprovecham­iento lucrativo (para el canal y sus productore­s) de algún sistema de consulta telefónica. Lo que vale más es terminar cada emisión con la sensación de que se aprendió algo nuevo.

Por último, este renovado ¿Quién quiere ser millonario? deja una gran incógnita alrededor de la ilusión monetaria que vive esta Argentina inflaciona­ria y devaluada. Con dos millones de pesos de recompensa mayor, podemos quedarnos con la primera impresión de que un posible ganador efectivame­nte podría responder afirmativa­mente a la pregunta que plantea el título del programa. Pero esa cifra hoy equivale en los hechos a algo menos de 45.000 dólares. Nadie que obtenga esa cifra podría ser reconocido como millonario, pero segurament­e logrará con ella paliar unas cuantas necesidade­s y darse bastantes gustos. Como el programa irá de lunes a viernes habrá muchos participan­tes dispuestos a jugar. Veremos si están dispuestos a arriesgars­e hasta el final o retirarse antes con un número seguro.

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Telefe El exconducto­r de Intratable­s lució relajado y feliz

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