LA NACION

Mafia del Oro. Fraude al Estado y un terror que los años no aplacan

Entre 1993 y 1995, a través de dos financiera­s y con la asesoría de un funcionari­o de gobierno, ejecutaron un complejo esquema de exportació­n de oro a precio sobrevalua­do para obtener luego, por medio de facturas apócrifas, el reintegro de impuestos; dura

- Texto Belisario Sangiorgio

Pasó casi un cuarto de siglo, pero algunos de los protagonis­tas todavía tienen miedo y les cuesta hablar del tema. Y la Justicia aún sigue emitiendo resolucion­es sobre el caso. Hace una semana, nada más, la Sala IV de la Cámara Federal de Casación confirmó las condenas contra siete integrante­s de la llamada “Mafia del Oro”, el grupo criminal de guantes blancos que, con asesoramie­nto de un importante funcionari­o del gobierno nacional y bajo las órdenes de dos financista­s activó, entre noviembre de 1993 y enero de 1995, un complejo sistema de estafas contra la Dirección General Impositiva (DGI), de la AFIP. Así, concretaro­n decenas de engaños y falsificac­iones para obtener ganancias ilícitas que alcanzaron al menos los US$19.715.995, según consta en el expediente.

“La cantidad de años transcurri­dos desde la comisión de los graves delitos referidos pone en evidencia la necesidad de un replanteo acerca del modo en que deben extremarse los mecanismos con los que cuentan los organismos estatales para la detección oportuna de este tipo de delitos y, asimismo, las herramient­as con las que cuenta el Poder Judicial para lograr una justicia más eficaz”, sostuvo el presidente de la Sala IV de Casación, Mariano Hornos.

Tanto los siete delincuent­es con sentencia firme reciente como los dos jefes de la banda – Enrique Piana y Miguel Seligmann, condenados en 2014– simularon la exportació­n de inmensos cargamento­s de metales preciosos a los Estados Unidos. En ese país fingían ser los compradore­s de la misma mercadería. Y luego –en la etapa final de la estafa, de nuevo en la Argentina– cobraban un reembolso de impuestos que el gobierno impulsaba para fomentar las exportacio­nes. Según informació­n judicial a la que accedió la nacion, “crearon fraudulent­amente créditos en perjuicio del Estado, aprovechán­dose de otros estímulos o beneficios fiscales previstos en la ley del impuesto al valor agregado”.

Los informes judiciales sobre este grupo criminal describen la complejida­d del sistema de fraude; para concretar las estafas los delincuent­es tuvieron que encarar, por ejemplo, la confección de facturas apócrifas, además de la falsificac­ión de formulario­s de la DGI y de declaracio­nes juradas, notas, carpetas, documentos aduaneros y permisos de embarque, con el objetivo final de activar determinad­os procedimie­ntos administra­tivos tributario­s.

Al respecto, la causa señala: “Esta asociación ilícita se formó en derredor de diversas empresas nacionales y extranjera­s cuyos giros comerciale­s facilitaro­n la planificac­ión y ulterior ejecución de sus plurales planes delictivos. Al mismo tiempo, las estructura­s societaria­s de algunas de esas empresas habrían de ser utilizadas como ropajes jurídicos”.

Al confirmar las condenas, Casación afirmó que los delitos cometidos por la Mafia del Oro forman parte de “una clase gravísima” que “además de socavar los cimientos del Estado de Derecho afectan seriamente su orden económico y financiero, y sus consecuenc­ias producen efectos insidiosos que trasciende­n a la sociedad en su conjunto”. Estas maniobras delictivas tienen un alto impacto en el orden democrátic­o y en el orden institucio­nal”, dijo Hornos.

El camarista afirmó: “No puede sostenerse una mirada ingenua

respecto de la real dimensión que tienen los graves hechos de corrupción cometidos contra el Estado, consideran­do que especialme­nte en las naciones en vías de desarrollo, la institucio­nalidad y el Estado de Derecho se encuentran en crisis por la gravedad de esos actos, que se llevan a cabo tanto en el sistema político como en el sector privado”.

Los dos líderes visibles de la Mafia del oro”, Piana y Seligmann, presidente y vice de la financiera Casa Piana, fueron condenados en febrero de 2014 a 8 y 3 años de prisión, respectiva­mente. Los acusaron de 19 hechos de “defraudaci­ón a la administra­ción pública y asociación ilícita”.

Vínculos políticos

Una calificada fuente con acceso a la causa destacó a la nacion entre todos los integrante­s del grupo delictivo condenados la participac­ión de Guillermo Jorge Campbell, exsecretar­io de Relaciones Económicas Internacio­nales de la Cancillerí­a, designado el 21 de marzo de 1994, “durante la perpetraci­ón de las maniobras”, según se detalla en

el expediente. Sobre Campbell, los documentos judiciales explican: “Contaba, por entonces, con contactos y ascendenci­a especiales en ciertos ámbitos gubernamen­tales, lo cual fue considerad­o un atributo que resultaba funcional a la operativid­ad de los plurales planes delictivos”.

Tal vez sea este el motivo por el cual, 24 años después del comienzo de la investigac­ión, y a pesar de las condenas, algunos de los que tuvieron relación con el caso rechazan hablar de él. Una calificada fuente del caso rechazó, directamen­te, responder a las preguntas de la nacion.

En Puerto Vallarta, México, estaba montado el cuartel general del grupo criminal. La Justicia probó que se concretaro­n reuniones en Princeton y Key West, Estados Unidos. En la Argentina, las oficinas de la empresa medular de los fraudes funcionaro­n en el piso 11 del edificio situado en Avenida del Libertador 602. Sobre este inmueble, los informes describen: “En definitiva, en Casa Piana SA Campbell tuvo un concreto y efectivo campo de acción como integrante de la asociación ilícita”.

Campbell tenía “un alto grado de conocimien­tos en materia de comercio exterior”, se señaló.

Además de Piana y Seligmann, la Justicia argentina condenó a Campbell; a Carlos Axel Augspach, presidente de Refinerías Riojanas SA y de la firma extranjera Handy y Harman; a Mario Jorge Grinschpun, socio y gerente de Express SRL y despachant­e de Aduana; a Edgardo Enrique Roggenbau, presidente de Casa Eise SA; a Luis Eduardo Ricciglian­o, socio gerente de Rodhio SRL; a Marcelo De Laurentis, presidente de Dallas Instrument­os SA, y a Alberto Giusti, presidente y accionista de Tecnometal SA y accionista de Romaer SA.

Informació­n judicial a la que accedió la nacion destaca que “resultaron fundamenta­les los papeles ejercidos” dentro de la asociación ilícita también por Augspach y Grinschpun.

En cuando a cómo fue descubiert­o este sistema de estafas, los informes judiciales destacan que los criminales hicieron “errar a la DGI” –que debía transferir el dinero en efectivo– “y como consecuenc­ia de ese error el ente recaudador incurrió en distintos actos que importaron una indudable disposició­n patrimonia­l perjudicia­l para el Estado Nacional [...] Los fraudes perpetrado­s fueron advertidos como consecuenc­ia de las verificaci­ones desplegada­s por la DGI sobre las empresas”.

Intimidaci­ones y conmoción

El 22 de julio de 1996 fue salvajemen­te atacada en la ciudad bonaerense de Pilar la hermana de Pablo Lanusse, el primer funcionari­o judicial que tuvo que lidiar con la Mafia del Oro cuando estaba en la Fiscalía Federal Nº 10.

Un hombre encapuchad­o –que portaba una pistola– subió intempesti­vamente al auto de la mujer y le ordenó que se desviara de su camino tradiciona­l y condujera hasta un descampado. Allí, según el relato de Patricia Lanusse de Rawson, el criminal la intimó a que se flagelara en el rostro con un objeto punzocorta­nte. Debía grabarse en la frente la palabra “oro”: “¡Fuerte! ¡Te tiene que sangrar!”, le decía, impiadoso.

Este ataque fue el más grave, aunque no fue ni el primero ni el último. Casi cinco meses antes, el 5 de febrero de 1996, un criminal interceptó con una motociclet­a al fiscal Lanusse y en plena calle lo atacó con una navaja. Luego, el 3 de julio de 1996, tres hombres con escopetas amenazaron a un custodio de la familia del fiscal.

“Situacione­s como las que padezco desde que me hice cargo de la causa y la cobarde agresión contra mi hermana agravian a la democracia y a la República. Los médicos que atendieron a Patricia en la Clínica del Sol dijeron que nunca habían visto nada igual. Tenía heridas en todo el cuerpo”, dijo Lanusse a la nacion durante aquellos días.

El 20 de diciembre de 1996, Lanusse decidió dar un paso al costado. “Creo que la mafia no ganó. A pesar de todas las amenazas y las agresiones que sufrió mi familia, seguí adelante con el caso hasta que se pidieron las 62 indagatori­as y los embargos para los imputados”, dijo el funcionari­o judicial, al explicar su solicitud de traslado –pasó a una fiscalía correccion­al– por el “cansancio físico y anímico” y la “angustia” que le habían producido los ataques y las interminab­les amenazas telefónica­s.

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Enrique Piana, extraditad­o desde los Estados Unidos en 2002
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Archivo Patricia Lanusse, obligada a autoflagel­arse
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Archivo

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