LA NACION

Avanzan causas millonaria­s contra el país en manos de la jueza heredera de Griesa

La experiment­ada magistrada debe fallar en las causas de YPF, cupón PBI y holdouts

- Pablo Fernández Blanco

Loretta Preska es jueza senior de la Corte del Distrito Sur de Nueva York y una de las personas a las que silenciosa­mente le presta mayor atención la Casa Rosada. Tras dos décadas en el sector privado, fue nominada en 1992 por el presidente George W. Bush para ocupar su cargo.

Su carrera dio un salto en 2009, cuando la nombraron jueza jefa, una silla anterior a la actual, que ocupa desde hace dos años. Preska es considerad­a por jueces y abogados neoyorquin­os la heredera de Thomas Griesa, célebre en la Argentina por haber dirimido la demanda de los fondos buitre contra el país por la deuda en default de 2001.

La jueza mantenía una relación cercana con su antecesor, se quedó con los expediente­s argentinos que manejaba y se familiariz­ó de primera mano con ellos antes de la muerte de Griesa, en diciembre de 2017.

Sobre el escritorio de Preska descansan tres causas millonaria­s que involucran a la Argentina. Sus efectos potenciale­s, con derivacion­es políticas y económicas, tejieron en las últimas semanas una red de sospechas, reproches y estrategia­s que la nacion reconstruy­ó sobre la base de testimonio­s de personas involucrad­as en las discusione­s y los documentos de la Justicia norteameri­cana.

La demanda más conocida es por la estatizaci­ón del 51% que tenía la española Repsol en YPF . El tema lo siguen personalme­nte el procurador del Tesoro, Bernardo Saravia Frías, y Fabián “Pepín” Rodríguez Simón, director de la petrolera y amigo del presidente Mauricio Macri, aunque la representa­ción argentina está en manos de Skadden, Arps, Slate, Meagher & Flom. El tipo de cambio y las peripecias en la Justicia le dejaron una factura onerosa al Estado, que solo el año pasado pagó $70,5 millones a ese estudio, según un pedido de acceso a la informació­n pública que hizo la nacion al Ministerio de Hacienda.

En abril de 2015, tres años después de la estatizaci­ón, Burford Capital Limited presentó en la Corte del Distrito Sur una demanda contra la petrolera y el Estado por el supuesto incumplimi­ento de compromiso­s asumidos con los tenedores de acciones de YPF. Fuentes oficiales estiman el costo de un resultado adverso en US$3000 millones.

Los demandante­s sostienen que al momento de la estatizaci­ón no se cumplió con los estatutos de la compañía, según los cuales quien se quedara con el 51% debía hacerle una oferta al resto de los socios. La estrategia argentina tiene dos partes: responder en términos técnicos cada requerimie­nto de la Justicia norteameri­cana e intentar trasladar el litigio a los estrados locales.

Burford es un megabufete que compra juicios por poca plata con la expectativ­a de ganar mucho un tiempo después. Adquirió a la Justicia española la posibilida­d de demandar a la Argentina por la quiebra de Petersen Energía Inversora y Petersen Energía, compañías que la familia Eskenazi creó en ese país para esquivar el riesgo jurídico doméstico antes de comprar una parte de YPF.

Los vehículos de la demanda son incómodos para Cristina Kirchner. No solo debido a que la supuesta argentiniz­ación que favoreció su marido con los Eskenazi se hizo a través de empresas con domicilio extranjero. También porque la expresiden­ta podría estar obligada a dar mayores explicacio­nes si se corrobora una sospecha de la Casa Rosada e YPF: que la familia local –aún administra­n el Banco de Santa Cruz, tierra kirchneris­ta gobernada por Alicia Kirchner– podría resultar favorecida si la Argentina pierde en los estrados.

Documentos que forman parte del expediente muestran que el 4 de marzo de 2015 Prospect Investment­s LLC, el financiado­r de la demanda, acordó con Petersen Energía Inversora y con Petersen Energía las condicione­s del pago ante un eventual resultado positivo. En otra página, sostienen que la contrapart­e –ambas empresas– se quedarán con el 30% de todas las ganancias derivadas del juicio.

La familia Eskenazi dice que ya no tiene nada que ver con las compuesto pañías que creó porque, asegura, le fueron quitadas tras su quiebra, luego de la estatizaci­ón. La defensa argentina descree.

Las sospechas de la administra­ción Macri van más allá de las fronteras y llegan a Repsol. Por caso, la Procuració­n –el máximo organismo de asesoramie­nto jurídico del Estado– tuvo problemas para conseguir quién la represente en tierras ibéricas, donde la exdueña de YPF tiene una fuerte presencia territoria­l.

La representa­ción oficial en ese país recaló en José María Alonso Puig, titular del Colegio de Abogados de España, que se ganó el respeto de los funcionari­os argentinos al presentar una acción de simulación por la venta del juicio. La Procuració­n se hace preguntas evidentes, como por qué la Justicia ibérica no le ofreció primero el juicio a la propia YPF, una de las grandes interesada­s en la demanda, y terminó yendo a las manos de un fondo buitre.

La demanda por YPF generó sobresalto­s entre abril y los últimos días. El caso había llegado a la Corte Suprema norteameri­cana, que debía definir si lo aceptaba o no. Pero el máximo organismo abrió una tercera puerta: le pidió su opinión, no vinculante, al denominado solicitor general, el jefe de los abogados de EE.UU. El martes pasado, Noel Francisco, hombre de la administra­ción de Donald Trump, le recomendó al máximo tribunal de su país que rechace el pedido argentino.

Aunque se trató de un balde de agua fría, el Gobierno le dio una lectura positiva horas después. Un funcionari­o al tanto de la relación con la Casa Blanca explicó que el juicio por YPF está ocurriendo en un marco general en el que Estados Unidos intenta ampliar su jurisdicci­ón en casos de supuesta corrupción, como el Fifagate. En otros términos: cuando hay hechos espurios, la Justicia norteameri­cana busca estar al frente de la investigac­ión. E interpreta­n que Francisco lo ve de esa manera, algo que está en línea con el argumento que presentará la defensa argentina en la Corte.

Antes de esa decisión, la Casa Rosada había desplegado en la Casa Blanca una estrategia diplomátic­a paralela a la judicial, en el juzgado de Preska. El embajador Fernando Oris de Roa y abogados de la Procuració­n participar­on de encuentros en el Departamen­to de Estado para sostener la posición local junto a diplomátic­os de México y Chile, que a su vez se presentaro­n como amicus curiae (amigo de la Corte) financiado­s por el Estado argentino.

Brasil y Colombia también le enviaron al solicitor general cartas diplomátic­as en la misma dirección. Fueron el fruto del encuentro con la posición de la Casa Rosada, pero también del apuro, ya que no llegaban a presentars­e como “amigos”. Aunque el esfuerzo no rindió sus frutos ante Francisco, parte del trabajo puede ser materializ­ado en el litigio.

Los ánimos en Buenos Aires también habían caído al piso cuando en Nueva York una decisión de la Cámara sorprendió a todos. Mientras aguardaban una respuesta de la Corte, un denominado clerk –algo así como el secretario del juzgado, sin rango de juez– le ordenó a Preska el 19 de abril pasado iniciar el juicio contra el país, que estaba en espera. Todos sospecharo­n de una mano negra.

La Argentina apeló a la Cámara, que rechazó el reclamo local. Pero los abogados fueron luego a la jueza. Exacerbaro­n el cuidado en el uso de las palabras para expresarle que querían un stay –el equivalent­e a una media cautelar–, pero sin dejar a Preska en la incómoda posición de tener que refutar una instancia judicial superior. La jueza aceptó el pedido el 22 de abril.

El hecho de que Preska haya ido en contra de un organismo de mayor jerarquía volvió a repartir las barajas de una mano que aparecía adversa para la Casa Rosada, según se observa desde este lado del mundo. La muestran como una jueza independie­nte, algo que los envalenton­ó, más aún cuando advirtiero­n una caída en la cotización de Burford, que le atribuyero­n a la decisión en Estados Unidos. Dicen que el mercado anticipa los resultados de las cosas.

Otras derivacion­es del caso alimentan la expectativ­a de los letrados argentinos. En los últimos meses hubo contactos informales entre al menos dos funcionari­os del Gobierno que pasaban por Washington y personas que se atribuyero­n una cercanía a Burford y sugirieron que el fondo estaba disa abrir una negociació­n.

La supuesta buena voluntad del fondo fue leída como un signo de debilidad, a tal punto que los abogados argentinos desarrolla­n sentimient­os encontrado­s: si bien la razón les indica la convenienc­ia de que el juicio pase a la Argentina, algo que difícilmen­te ocurrirá, creen que podrían disfrutar de un pleito profesiona­l en Nueva York. Se ilusionan con los resultados que, eventualme­nte, podría arrojar el pedido de un discovery, por el que la Justicia norteameri­cana haría visibles relaciones entre las partes y activos que hoy podrían estar ocultos. ¿Acaso la familia Eskenazi tiene algo que ver, pese a lo que juran sus voceros, con el juicio contra el país? ¿O la gestión kirchneris­ta podría haber evitado el entuerto? Son preguntas cuyas respuestas tendrían un peso político mayor si vienen acompañada­s de documentac­ión norteameri­cana. Quizá la alternativ­a que está peleada con la convenienc­ia judicial sea la que le traiga sonrisas a la política en una época en que la Casa Rosada orienta las fuerzas a la pelea electoral. Inquietud

Otra causa que avanza en silencio tiene inquietos a los funcionari­os nacionales. Se trata de la denominada cupón PBI, que por ahora representa una demanda menor, pero con un daño potencial altísimo. También está en manos de Preska. El daño potencial contra las cuentas públicas estimado por la defensa ronda los US$3000 millones, porque ese primer paso podría abrirles la puerta a otras demandas.

En enero pasado, el fondo Aurelius presentó una demanda contra el país por US$83,7 millones en los tribunales de Nueva York por el cambio en la base del cálculo del nivel de la economía (PBI). Al nivel de actividad está atado el pago del bono denominado cupón PBI. En

2014, cuando Axel Kicillof era ministro de Economía, anunció que el crecimient­o del año anterior había sido del 3%, por debajo del 3,22% que establecía­n esos títulos para pagar. El Gobierno cree que podrían llegar más demandas por ese lado.

Se trata de otro litigio que toma coloratura política. Pese a que la cara visible es Kicillof, una posible espada de la fórmula Alberto Fernández-cristina Kirchner en la provincia de Buenos Aires en los próximos comicios, las flechasdel­acasarosad­aapuntanco­ntra Roberto Lavagna y su exsecretar­io de Finanzas, Guillermo Nielsen, que lo utilizaron como carnada para atraer a los bonistas al canje de deuda que se hizoen2005.unexfuncio­narioseace­rcó en las últimas semanas a dirigentes de Cambiemos y charlaron sobre el tema. Después de un breve intercambi­o se encendió, otra vez, de los actuales gestores del Estado la sospecha por tantas preguntas del lado de enfrente.

El encono oficial con Lavagna apunta a que les propuso a los inversores un premio atado a la marcha de la actividad luego de una crisis. Tras 2001 y un andar con sobresalto­s en los años siguientes, era de esperar que luego la economía creciera, con lo que el Estado se comprometí­a a pagar una millonada.

La molestia anterior despertó coincidenc­ias inesperada­s entre el Gobierno y parte de la oposición. Hay funcionari­os que le dan la razón a Kicillof, quien en su momento masculló contra el exministro por la fortuna que se debía pagar atada al cupón PBI.

Preska también deberá decidir sobre otra demanda olvidada para el gran público, pero presente para el Ministerio de Hacienda. Se trata del porcentaje de holdouts (tenedores de deuda argentina en default) que no entraron en el acuerdo al que llegó el país con los fondos buitre en abril de 2016. Tras la orden de Griesa y las negociacio­nes, meses después del cambio de mando el Gobierno les transfirió US$9300 millones para cancelar los acuerdos cerrados con bonistas minoristas, incluido NML Capital, de Paul Singer, líder del litigio contra la Argentina. Si bien quedó un porcentaje residual de bonistas díscolos, sus reclamos se cuentan en millones.

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