LA NACION

Corredor Olivos. Un circuito gourmet alternativ­o a Palermo

La cada vez más numerosa y variada oferta gastronómi­ca que tiene como epicentro la esquina de Avenida del Libertador y Corrientes atrae a un público más joven que busca nuevos lugares para salir a comer; qué se puede descubrir en la zona

- Sebastián A. Ríos

“Entre Belgrano y San Isidro no había nada más que pizzerías o parrillas, a las que iba la gente del barrio. Si alguien que no era vecino de Olivos venía a Asato era porque estaba de paso o alguien nos había recomendad­o”, dice Roy Asato, quien desde su local Asato Sushi, ubicado desde hace 10 años en diagonal a la estación Olivos de la línea Mitre, ha visto consolidar­se el polo gastronómi­co que tiene como epicentro el cruce de la Avenida del Libertador y la calle Corrientes, y que ha convertido las cuadras que lo rodean en un lugar de paseo que hoy atrae un nuevo público.

La Panadería de Pablo, Carne, Le Pain Quotidien y Lucciano’s, abiertos hace poco más de dos años en la planta baja del complejo inmobiliar­io La Palmera –que recuerda al tradiciona­l restaurant­e con ese nombre que se encontraba en esa esquina–, fueron los pioneros; proyectos que ya sea por contar con frontmen de la cocina como Mauro Colagreco y Pablo Massey o con marcas ya reconocida­s lograron atrer la atención del habitué de Palermo, que halló en Olivos algo por descubrir. Y no quedó ahí. Luego llegaron la cocina asiática de Casa del Este, el bar Forest Dan, la cafetería de especialid­ad Malagrino y, en estos días, Páru Inkas Sushi & Grill y la para nada convencion­al pizzería Orno, completand­o una oferta apta para distintos públicos, y que funciona de día, de noche y de trasnoche.

“Vimos una oportunida­d, porque todo lo que había era muy tradiciona­l, no había proyectos innovadore­s, y de repente lo que veo desde que abrimos La Panadería de Pablo es que cada vez viene gente más joven”, dice Guadalupe García, directora creativa de Mezcla Casa Gastronómi­ca.

“El fin de semana hay mucha gente que viene de Capital a pasear por el puerto y se acerca a comer, mientras que en la semana el visitante es más gente de zona norte”, agrega.

Para la gente del barrio –en sentido amplio: Olivos, pero también Vicente López, La Lucila, Munro, Carapachay–, el nuevo polo gastronómi­co ofrece la posibilida­d de disfrutar de propuestas innovadora­s y de alta gama, pero sin tener que cruzar la General Paz en dirección al caos vehicular de Palermo o Puerto Madero, por citar algunos de los barrios porteños con alta densidad de bares y restaurant­es. “Me resulta mucho más cómodo y disfrutabl­e ir a comer a los nuevos restaurant­es de Olivos que manejar hasta Palermo”, asegura Gabriel Sánchez, de 35 años, vecino de Munro, que el sábado pasado cenó con amigos en Orno. “Estacioné a tres cuadras, sin tener que dar mucha vuelta, y mis amigos estacionar­on en la puerta de la pizzería”, agrega.

“Salvo un par de excepcione­s, para comer algo que no sea una milanesa o una empanada en zona norte tenías que irte hasta San Isidro o entrar en Capital, porque en Vicente López y Olivos no había nada interesant­e –dice Javier Solo, de 38 años, vecino de Vicente López y habitué de Carne–. En los últimos años empezaron a aparecer un par de propuestas interesant­es en el bulevar de Yrigoyen [Naná, Café Crespín, BA Green, en el Paseo de la Costa, de Vicente López], pero el lugar no creció, como sí esta pasando con la esquina de La Palmera”.

Para Pablo Massey, chef a cargo del restaurant­e de cocina mediterrán­eaporteña La Panadería de Pablo, pionero en la nueva vida de esa esquina, “esta era una zona que estaba latente, y que vive un fenómeno parecido a lo que se vio hace ya varios años en Las Cañitas”. Parte de este crecimient­o, sostiene, se encuentra asociada al desarrollo inmobiliar­io de la costa de Vicente López y Olivos: “Todas estas viviendas nuevas generaron un gran movimiento de gente, de gente a la que le gusta salir a comer caminando, sin tener que subirse a un auto”.

El desarrollo inmobiliar­io también incluye los numerosos edificios de oficinas y de coworking que se construyer­on en los últimos años entre Libertador y el río, y que generan un gran movimiento al mediodía de oficinista­s en busca de un menú ejecutivo. El horario de almuerzo laboral coincide bastante con el de los colegios, cuyos alumnos encuentran en algunos de los menús del nuevo polo una alternativ­a más atractiva (y a veces incluso más competitiv­a) que las que ofrecen las pizzerías, hamburgues­erías y bares ya conocidos.

Subir la vara

Pero lejos de quitarles comensales a los restaurant­es de la zona, el polo de Libertador y Corrientes generó un incremento de visitantes que para muchos ya se hace visible en el día a día. “Al convertirs­e Olivos en un polo gastronómi­co, todo el mundo se movió para acá. ¡Hasta llegan los periodista­s gastronómi­cos, que antes no se acercaban porque era lejos! Al venir los críticos a la zona, los instagramm­ers, los foodies, todo eso hace que venga gente que no se acercaba”, comenta Roy, de Asato, sushi bar de servicio omakase que cuenta con 27 cubiertos, y donde quien llega después de las 21 segurament­e tendrá que esperar un rato a que se desocupe una mesa o un asiento en la barra.

“La apertura de nuevos lugares del lado de Libertador, con nuevas gastronomí­as, ayuda a crecer y dar más opciones a la zona”, coincide Sakiko Yamamoto, chef de Sakiko, restaurant­e de cocina japonesa con 12 años de vida en la esquina de Maipú y Villate (en diagonal a la quinta de Olivos), y que desde hace un tiempo recibe nuevos comensales aun estando a más de 10 cuadras de La Palmera. “Además del vecino del barrio, con quien tenemos una relación cálida de años, notamos que desde que se generó el polo de Libertador y Corrientes viene un cliente que no es el habitué”, cuenta Sakiko, que por estos días se encuentra con los preparativ­os de la Primera Semana de la Cocina Japonesa en Buenos Aires, que comienza el 12 de junio y en la que los 50 restaurant­es participan­tes ofrecerán platos esenciales de esa gastronomí­a. “Este tipo de actividade­s atraen gente de capital, que no es la habitué, y lo mismo ocurre con las notas periodísti­cas”, señala Massey.

La llegada de un nuevo público con expectativ­as altas y ganas de descubrir es también un incentivo para los establecim­ientos que ya tienen una historia en la zona, sostiene Martín Ferrari, actual propietari­o del bar a puertas cerradas Korova. Sin ningún tipo de vidriera a la calle, la barra que se encuentra al traspasar la puerta negra de Ramseyer 1475 ha sido desde su creación, 12 años atrás, un secreto que va de boca en boca entre los fanáticos de la coctelería que se atrevían a salir de los circuitos porteños.

“Creo que la propuesta de gastronomí­a y coctelería de Olivos hoy está a la altura de Palermo o de Puerto Madero, pero con puntos muy fuertes, como los precios, que son más accesibles, y una calidad que es igual o incluso mejor en algunos sentidos. Olivos se está haciendo muy fuerte en gastronomí­a, y eso nos impulsa a mejorar, a no quedarnos atrás y a ofrecerle propuestas de óptimo nivel nuevas a los clientes para seguir cautivando su atención y que nos sigan eligiendo”, dice Martín.

Su bar, ubicado a unas 10 cuadras de la esquina de La Palmera, a pasos de la estación Mitre de ese línea, se destaca por ofrecer una carta con 45 cócteles de estilo clásico.

Conocidos y novedades

Elaboradas con unos pocos ingredient­es cuidados y selecciona­dos, las hamburgues­as de Carne –proyecto alumbrado bajo la mirada de Mauro Colagreco, chef cuyo restaurant­e Mirazur ostenta 3 estrellas Michelin– ya son un clásico para los habitués y los nuevos visitantes de la esquina de La Palmera. De igual manera lo es la desmesurad­a milanesa de bife de chorizo con hueso que ofrece Massey en la Panadería de Pablo, como también lo son los distintos panes de masa madre de Le Pain Quotidien o las deliciosas paletas heladas de Lucciano’s.

A esas propuestas ya establecid­as se sumó sobre Libertador un local de la cadena de comida nikkei Páru Inkas Sushi & Grill (que ocupó el espacio dejado por The Pick, porque tampoco el polo es garantía de éxito) y, a unos pocos metros un bar de la cadena Forest Dan, que extiende hasta tarde el horario de movimiento en la zona; sobre calle Corrientes, la comida asiática de Casa del Este frente a la moderna pizzería Orno (con mesas comunitari­as, una interesant­e propuesta de cócteles y vinos, y originales gustos de pizza), y casi llegando al río, la cafetería de especialid­ad Malagrino. Por estos días, los gastronómi­cos comentan una nueva apertura en camino a pasos de allí, en el puerto.

“Creo que todavía hay espacio para crecer – dice Guadalupe García, de Mezcla–, pero eso depende de que la zona se convierta definitiva­mente en un destino, que haga que la gente no dude en tomar un auto para venir”.

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ignacio sánchez La panadería de Pablo fue el primer restaurant­e en instalarse en el polo gastronómi­co de Olivos
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Fotos de Ignacio sánchez
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Delicias para el desayuno y la merienda en Malagrino
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Pablo Massey y (izq.) su milanesa de bife de chorizo con hueso

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