Documental sin nada valioso que aportar
(estados unidos/2019). creador: Thomas Benski. dirección: Chris Smith. disponible en: Netflix.
En los últimos años, un sector del público desarrolló una obsesión por el género de true crime. Si bien existe desde hace décadas, con programas como America’s Most Wanted (que se caracterizaba por insólitas reconstrucciones de los crímenes de fugitivos de la Justicia), acaso el éxito del podcast Serial, en 2014, haya iniciado una reconversión del rubro hacia relatos más sólidos, tan imprevisibles como un buen policial, pero reconstruidos con gran rigor periodístico, que conquistaron a una nueva audiencia, posiblemente fascinada tanto por el morbo que provoca el crimen real como por la posibilidad de jugar al detective. Muy buenos programas como Making a Murderer o The Jinx consolidaron al género y dispararon una avalancha de exponentes similares. Para no crear un suspenso innecesario, se puede adelantar que La desapari
ción de Madeleine Mccann no tiene ninguna de esas características. Se sabe que tuvo problemas desde su origen: Netflix estuvo a punto de cancelarlo y luego, de reducirlo a una sola emisión de una hora; finalmente, llegó a la pantalla como una serie de ocho capítulos. Si el relato de una investigación puede pasar de una hora a ocho sin que hayan trascendido descubrimientos que justifiquen esa brutal inflamación, entonces se debe concluir que probablemente le sobren siete horas. La verdad es que en este caso sobra todavía más.
Pero el mayor problema no es tanto lo que sobra como lo que falta. La desaparición más impactante de esta serie documental no es la de Madeleine –que ya es bien conocida–, sino la de sus padres, que fueron los principales impulsores de la búsqueda y luego los principales sospechosos. Los Mccann se negaron a ser parte de un proyecto que llevaría su pesquisa a una audiencia potencial de 150 millones de personas. Otra pésima señal. Sin los protagonistas, lo que queda es un desfile de vecinos, amigos, periodistas o investigadores que abandonaron el caso hace años, es decir, casi cualquiera que se prestara a salir ante una cámara. Para caracterizar la complejidad de la investigación, uno de los entrevistados dice: “No tienen pistas, no tienen testigos, no hay nada”. Bien podría estar hablando de este documental.
Considerando las limitaciones y más allá del misterio principal (que a esta altura es por qué Netflix dio luz verde a esto), la serie bien podría haber sido una reflexión sobre su propio género presentando todas las teorías delirantes que genera la mediatización de un caso policial. Pero al no llegar a dar la vuelta sobre sus propias falencias solo se trata del intento burdo (e inmoral, dado que involucra la probable muerte de una niña) de capitalizar el interés por los crímenes verdaderos con un caso que todos recuerdan, pero sobre el que nadie tiene nada nuevo que decir.