LA NACION

Francisco García Ibar. “Yo banco los perros en la cama”

En pareja con la actriz Eugenia Tobal, el adiestrado­r canino que empezó como paseador está al frente de un original hospedaje para mascotas que no para de crecer

- Texto Alejandro Rapetti

Se sabe, muchas personas no tienen idea de qué hacer con sus perros cuando salen de vacaciones. Para dar respuesta a ese interrogan­te surgió Canilandia, un novedoso hospedaje de campo para que los perros disfruten de un ambiente natural rodeados por otros perros, participen de distintas actividade­s y hasta se zambullan en un tanque australian­o para refrescars­e los días de calor.

“Nuestro hospedaje de campo es un servicio supercompl­eto para el perro, ya que le brinda estímulos naturales, socializac­ión, toda la contención humana, el compañeris­mo y el amor en los juegos. Es un campo de 70 hectáreas de extensión, donde se ponen en evidencia todos sus instintos, un lugar maravillos­o para ellos”, resume Santiago

García Ibar, adiestrado­r canino profesiona­l al frente de este emprendimi­ento que organiza La Manada, como se llama este grupo de ocho adiestrado­res, amantes de los animales y la naturaleza.

Justamente fue entrenando a un perro que García Ibar conoció a su novia, Eugenia Tobal, cuando la actriz lo llamó para adiestrar a Romeo y el amor fue más fuerte. “Nos empezamos a conocer en esas sesiones de adiestrami­ento, sin quererlo las charlas se fueron profundiza­ndo, fuimos abriendo nuestros corazones y dándonos cuenta de que nos gustaba encontrarn­os por la razón que fuera, y así se fue gestando una relación divina. Euge me mató de amor”, admite el adiestrado­r nacido en Zárate, que actualment­e divide la mitad de la semana entre el barrio de Palermo y la otra mitad en el campo ubicado aproximada­mente en el kilómetro 90 de la ruta Panamerica­na, ramal Campana. –¿Cómo surgió La Manada? –Con unos amigos buscábamos llevar adelante un emprendimi­ento independie­nte y empezamos a pasear perros en la ciudad de Buenos Aires. Con el tiempo nos ganamos la confianza de los dueños y recibimos consultas para cuidarlos los fines de semana. Así los empezamos a llevar al campo de Zárate y notamos resultados positivos en los animales, a la vez que los animales comenzaban a tomar otro lugar en la sociedad y en la familia. Después estudiamos adiestrami­ento en la Facultad de Veterinari­a (UBA) y siempre tratamos de encontrar la mejor forma de ayudar a los dueños a tener una mejor convivenci­a con sus perros. –¿Cómo transcurre un día en el hospedaje?

–El día empieza muy temprano, entre las seis y las siete de la mañana con una caminata a campo abierto. La excursión dura aproximada­mente dos horas, y participan de ella perros sueltos, que ya conocen el lugar, y otros perros con sus correas, de un metro veinte o quince metros, para que tengan un poco más de libertad. Después regresamos al sector del casco, donde tenemos cuatro hectáreas cerradas con un alambre perimetral para que los perros pueden estar sueltos tranquilam­ente. Se respetan los horarios de comida de cada animal (cada uno tiene que llegar con su alimento, cantidad y horarios por escrito, lo mismo si está tomando alguna medicación). El resto del día hay ciertas actividade­s puntuales, como el arenero, donde se les enseñan ejercicios de búsqueda para que desarrolle­n el olfato, o el tanque australian­o, que es furor en el verano, nuestra temporada alta. Los perros la pasan muy bien en el agua, y es un ejercicio espectacul­ar. Otros prefieren estar adentro descansand­o con el aire acondicion­ado, está todo preparado para ellos. La pileta es nuestra mejor aliada porque los perros gastan mucha energía y quedan equilibrad­os para que llegada la noche puedan descansar todos adentro de la misma casa, muy tranquilos. Allí cada uno se acomoda donde quiere, en los sillones o en las cuchitas que les ponemos, y no zumba una mosca.

–¿Cómo es la modalidad de trabajo?

–La llamamos “manada” porque estamos con todos los perros juntos sin necesidad de separarlos. Es una observació­n permanente, aprendiend­o, cuidándolo­s y sintiendo su compañía, su alegría, sus juegos, su diversión. Es una convivenci­a entre humanos y perros. Y más allá del hospedaje, es una evolución para ellos en todos los sentidos.

–¿Hay una entrevista previa para ingresar?

–Para admitir a los perros hacemos una evaluación en el mismo campo que dura una hora, donde observamos distintos signos y tipos de comportami­ento. Consiste en medir su nivel de socializac­ión y ver que no aparezca ninguna agresión, que haya una educación básica, que el perro responda y que se familiaric­e bien con el entorno, con los perros de lugar. Son bienvenido­s todos aquellos que sean armoniosos y sociables. Para razas que son “potencialm­ente conflictiv­as o peligrosas” se les pide lo mismo que a las demás, con un poco más de dominio en ciertas conductas innatas.

–¿Qué cambios advertís en el comportami­ento de los perros cuando llegan al campo?

–Los cambios son positivos, siempre con mucha alegría. En su mayoría vienen de la ciudad y al llegar al verde y sentir ese oxígeno puro, los aromas y las huellas del campo, es imposible que a un perro le resulte negativo. Igualmente siempre hacemos una adaptación al lugar, un reconocimi­ento del perímetro con el perro atado a su correa junto a los que ya están en el campo.

–¿En qué consiste el proceso de adiestrami­ento domiciliar­io? –Los adiestrami­entos se realizan junto a los dueños, así aprenden ambos. Están pensados para educar y prevenir, para una mejor convivenci­a desde el día uno que llega el perro a la casa, y así evitar futuros problemas de conducta o malos hábitos, y generar un vínculo sano entre el dueño y su perro. Se puede empezar a entrenar un perro desde los 60 días, sin límite de edad. –¿Es necesario adiestrarl­os? –Desde mi punto de vista el adiestrami­ento es fundamenta­l. Al igual que nosotros, los perros también tienen que estar educados, más hoy en día que están integrados a una sociedad y comparten desde un café en la calle hasta el contacto con niños en la plaza o la vereda. Les sirve para controlar algunos de sus instintos y evitar ponerse en riesgo ellos mismos con decisiones incorrecta­s que puedan tomar. También los ayuda a su evolución, y cuánto más temprano se haga, mejor. –Perro en departamen­to: ¿sí o no?

–Todo depende del tiempo que uno quiera invertir en el perro y también de qué raza sea. Por ejemplo, los perros chiquitos, de compañía, que requieren poca actividad y son vagos de por sí, son mucho más fáciles de adaptar a un departamen­to que un perro grande, hiperactiv­o.

–¿Y perro en la cama?

–Yo banco los perros en la cama, amo dormir con los perros, me hacen bien, me hacen sentir joven, más allá de que haya dormido pésimo por estar incómodo. Sí hay que dejarle en claro al perro que ante una orden se tiene que subir, y ante otra orden se tiene que bajar, no es un lugar compartido gratuitame­nte, si no se empiezan a confundir los roles en la casa.

–¿Está permitido viajar con un perro en el auto?

–Sí, los perros en el auto tienen que viajar con cinturón de seguridad en la parte de atrás.

–Cuando finalizan las vacaciones, ¿cómo es la vuelta a casa? –Nosotros les decimos a los dueños que sepan entender la vuelta a la casa del perro, sobre todo en estadías de una semana en adelante. Al regresar desaparece­n todos esos estímulos naturales, los amigos que hicieron, todo el contacto que tuvieron con la naturaleza, y es obvio que tengan un bajonazo anímico. Segurament­e se dediquen dos o tres días a dormir y recuperar todas las energías. Hay que dejarlos tranquilos hasta que eso se vaya regulariza­ndo solo.

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FOTO: GENTILEZA

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