LA NACION

Del Presidente, en una reunión con sus ministros.

- Graciela Guadalupe

En un reciente artículo publicado en la nacion, titulado “El peronismo, un partido que se cree iglesia”, Loris Zanatta sostenía: “Han pasado casi setenta años y para el peronismo el pasado no pasa nunca: es objeto de culto, devoción, ritualidad, repetición”. Y lo decía basado en tres cuestiones: el lanzamient­o de la fórmula de los dos Fernández, que tanto remite a la de los Perón; el pedido para que beatifique­n a Evita, que había sido hecho cuando ella murió, y que Baradel haya insinuado la posibilida­d de enseñar en las escuelas Sinceramen­te, el libro de Cristina, como en su momento se hizo con La razón de mi vida.

Lejos de pretender enmendarle la plana a Zanatta, gran ensayista e historiado­r de la Universida­d de Bolonia, nos animamos a decirle que, como toda regla tiene su excepción, el peronismo también. Si así no fuera, habría que descreer de Cristina cuando dice que “no se trata de volver al pasado”, cuando se resigna al segundo lugar en la fórmula o se “bueniza” vistiéndos­e de campechana y reduciendo a 20 minutos sus discursos de campaña.

Es más, estimado señor Zanatta. El peronismo o, mejor dicho, el kirchneris­mo, ni siquiera podrá insistir en algunos de los proyectos más equitativo­s, nacionales y populares que presentó en el Congreso.

Vamos al ejemplo más contundent­e de que las cosas jamás serán iguales de imponerse los Fernández. No hay ninguna chance de que un legislador “fernandist­a” haga suya la iniciativa que Diana Conti presentó en 2010 para regular la actividad del vicepresid­ente de la Nación de modo que no le patee el tablero al presidente en una votación parlamenta­ria o le firme un decreto inesperado cuando se ausente del país. Es decir que Dios y la ley prohíban que haya un nuevo Cobos con su voto no positivo o un Duhalde que aprovechó que Menem estaba de viaje para designar como director de la Aduana de Ezeiza al exesposo de Amira Yoma y concuñado del entonces presidente, Ibrahim Al Ibrahim. El tipo era un ciudadano sirio que a gatas hablaba castellano y terminó enjuiciado por n arco lavador.

¿Cómo pensar que quieran ponerle un freno a Cristina vicepresid­enta? De ninguna manera. Que la señora haga lo que la ley, el poder, la lapicera y su dedito dispongan.

No es cuestión de ofenderla como cuando Néstor le zampó a Cobos en la fórmula. “¡Qué vicepresid­ente me pusiste!”, contó Néstor que le reprochaba Cristina. Eso a Alberto no le va a pasar. El “puesto” es él.

“No se trata de volver al pasado. El mundo es distinto y nosotros también” .

(De Cristina Kirchner.)

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina