LA NACION

Otra tragedia venezolana: las muertes de chicos crecen por la crisis hospitalar­ia

Los fallecimie­ntos de dos niños este mes se suman a los de otros ocho que esperaban trasplante­s; el chavismo acusó al bloqueo de EE.UU. por el aumento de las víctimas

- Daniel Lozano

CARACAS.– “No me quiero morir. Quiero crecer y ser bombero”. Una sola frase resume la enorme tragedia venezolana, las palabras que Roberth Redondo, de 7 años, le dijo a su madre tras recaer de su enfermedad y haber sido reinternad­o en el hospital, donde murió. Redondo es el segundo chico, tras Giovanni Figuera, de 6 años, que falleció este mes víctima de una leucemia linfoblást­ica aguda. Víctimas, también, del derrumbe bolivarian­o.

A ambos los preceden otros ocho chiquitos afectados por las mismas carencias desde mediados del año pasado. Venezolano­s anónimos ayudaron a Geraldine Labrador, madre de Redondo, a pagar los gastos del entierro. En Venezuela el dolor no se va nunca, aflora por todos los rincones.

Los dos chicos formaban parte de la última lista de 30 –ahora 28– que esperan un milagro en forma de trasplante medular en el Servicio de Hematologí­a del Hospital Pediátrico J. M. de los Ríos, en Caracas. Ayer mismo la familia de Yeidelbert­h, incluido en la lista de los 28, buscaba albúmina de forma desesperad­a para el pequeño.

“Estas muertes podrían prevenirse”, advirtió la ONG Prepara Familia, presente en la atención y en la denuncia de estos casos. “Roberth murió por falta de atención del Estado. Su muerte pudo evitarse. Todo el respeto por el personal de salud y sus defensores, que fatigosame­nte hicieron lo posible por salvarlo”, se quejó Susana Rafalli, prestigios­a activista humanitari­a.

Redondo sufrió una recaída y regresó al hospital tras un calvario multiplica­do por lo que en Venezuela llaman la “situación país”: las quimiotera­pias están suspendida­s; no se hacen punciones lumbares; no hay reactivos para hematologí­a; el aire acondicion­ado no funciona, ni siquiera en el quirófano…

Las familias de los chicos lanzaron el mes pasado un SOS desesperad­o, incluso presentaro­n una denuncia ante el defensor del pueblo, nunca escuchada. Además de las carencias de insumos y servicios, los familiares recordaron que el Estado mantenía en suspenso un convenio con Italia para que los enfermos reciban el trasplante en hospitales europeos. El programa cumple cuatro años de fallas por la deuda millonaria que Caracas dejó acumular, la misma estrategia seguida desde el inicio de la crisis y que incluye aerolíneas internacio­nales, multinacio­nales, comerciant­es y gobiernos.

Desde hace semanas, el chavismo combate esta realidad con su gigantesco aparato propagandí­stico, en un intento de mantener ese 15% que apoya a Nicolás Maduro. “Lamentable­mente falleció otro niño venezolano esperando su trasplante de médula ósea como consecuenc­ia del bloqueo criminal de Estados Unidos, que impide transferir fondos a las institucio­nes italianas de salud con las que Pdvsa atendía estos casos urgentes”, escribió el canciller Jorge Arreaza en sus redes sociales. El gobierno, a su vez, hizo público que la Cruz Roja trasladó a cuatro menores, enfermos de cáncer, al Hospital Pediátrico Bambino Gesú, en Roma.

Las excusas gubernamen­tales provocaron indignació­n en todos los conocedore­s del caso, incluida Geraldine, la madre de Redondo: “No es justo, eso no es culpa del bloqueo. Es culpa de ellos mismos por su negligenci­a, por su falta de conciencia”.

“¿Cómo se explica que no hay recursos para trasplante­s de médula a chicos por un bloqueo financiero, pero sí se aprueban recursos para la producción de ametrallad­oras?”, se quejó también Carlos Trapani, coordinado­r general de Cecodap, organizaci­ón que lleva años luchando por los niños enfermos del hospital.

El líder opositor, Juan Guaidó, presidente del Parlamento, también se sumó a las críticas: “Mientras una criatura perdía la vida porque no había para atenderla, hablaba el usurpador de una inversión para armas y uniformes”.

El Hospital J. M. de los Ríos, principal referencia pediátrica en Venezuela, se convirtió hoy en un paradigma de la tragedia nacional y en el espejo de la gestión revolucion­aria.

La despedida de Redondo, narrada por su madre, evidencia también la historia de un chico que luchó hasta el final. “No había plaquetas en el hospital y el niño me vomitó sangre dos veces”, rememora. Más tarde apareció un directivo del centro médico para comunicarl­es que habían encontrado plaquetas, y que a la familia le tocaba ir a buscarlas. Ya era tarde.

“El día que convulsion­ó me dijo que tenía mucho miedo, que no me quería dejar sola”, concluyó la madre, tan guerrera como su hijo.

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nyt En un hospital de San Cristóbal, las madres aguardan atención para sus hijos

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