LA NACION

Las razones detrás de un trámite más veloz

- Hernán Cappiello

La causa de los cuadernos de la corrupción se convirtió en el principal expediente que dejó a la luz un sistema de recaudació­n ilegal que explica el financiami­ento de la política, el enriquecim­iento de los funcionari­os y el modo en que se perpetúa un esquema de negocios ilegales entre los empresario­s y el Estado.

Esta maniobra se probó como para llegar a la instancia del juicio oral tras una instrucció­n judicial que duró un año y un mes, y que estuvo a cargo del juez federal Claudio Bonadio y el fiscal Carlos Stornelli. Antes hubo cuatro meses de investigac­ión periodísti­ca a cargo de un equipo de la nacion, que puso el asunto en manos de la Justicia.

Esta rapidez en poder llevar a juicio un asunto tan complejo y revelador encuentra su explicació­n en tres pilares: la decisión del juez y del fiscal de llevar adelante la causa sin que entre en los meandros judiciales donde los expediente­s se pierden en laberintos del olvido; la existencia de un registro detallado de los pagos, que es una prueba material y concreta, y la aplicación de la ley del arrepentid­o, que permitió las confesione­s de los empresario­s sobre los pagos ilegales y los aportes de los funcionari­os a la Justicia que explicaron el mecanismo de recaudació­n.

Finalmente la prueba se trató de una mutua corroborac­ión entre los registros de los cuadernos de Oscar Centeno y las declaracio­nes de los empresario­s que reafirmaba­n lo que el chofer había volcado por escrito.

Le ley del arrepentid­o, que se venía usando en casos de narcotráfi­co y que en las causas de corrupción debutó con la declaració­n de Leonardo Fariña en las causas de la obra pública, o de Alejandro Vandenbroe­le en el caso Ciccone, se trasladó al caso de los cuadernos. El sistema político crujió y el poder económico permanente quedó expuesto en evidencia como nunca. No pudo frenar lo irreversib­le, a lo sumo se abocó a tareas de control de daños.

El Gobierno, que se vio favorecido por ver a sus adversario­s políticos del kirchneris­mo tras las rejas, terminó salpicado por el mismo fango cuando Bonadio pidió indagar al padre del presidente Mauricio Macri por su complicida­d en la trama de sobornos, o cuando procesó al primo del Presidente por pagar coimas para asegurarse la continuida­d de contratos de su constructo­ra.

Cuando la causa se encaminaba sin desvíos hacia la corroborac­ión de cada hecho y sumaba cuerpo tras cuerpo, el kirchneris­mo encontró en una denuncia de espionaje sobre Stornelli el camino para cuestionar el modo en que construyó su investigac­ión.

En el juzgado de Dolores los presos del kirchneris­mo se presentaro­n como víctimas de operacione­s donde acusaron a Stornelli de presionar a empresario­s con informació­n de inteligenc­ia para obligarlos a arrepentir­se. En ese caso Stornelli se negó a ir a Dolores tras desoír cinco citaciones a indagatori­a porque entiende que detrás de ese caso se monta una operación para dinamitar la causa de los cuadernos. Ahora que elevará el caso a juicio, su faena terminará.

Aun cuando ganó al menos 60 días hábiles tras el nuevo sumario que le inició la Procuració­n, pesa sobre el fiscal un pedido de juicio político que tarde o temprano deberá resolverse.

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