LA NACION

Una puesta que exhibió el dilema del enroque

Una semana después del anuncio de la fórmula Alberto-cristina, el impacto se sintió más en la dirigencia que en las encuestas; el rol de cada integrante de la dupla genera dudas, algo que se notó en el acto de ayer; turbulenci­as en Alternativ­a Federal y r

- Jorge Liotti

El sismógrafo político detectó un movimiento imprevisto hace una semana, pero aún no alcanzó a determinar con precisión si se trató de un terremoto o de una simple turbulenci­a. Todavía hay pocas certezas sobre los efectos definitivo­s del anuncio de la fórmula Alberto-cristina. Solo se notó que sacudió con fuerza la frágil estructura del peronismo alternativ­o y movió un poco la estantería de la Casa Rosada.

El escenario para las PASO antes de esa sorpresa mostraba una ventaja de la expresiden­ta sobre Mauricio Macri de seis puntos, según consultora­s como Isonomía (33 a 27) y Aresco (40 a 34). En tanto los candidatos del espacio intermedio (Roberto Lavagna, Sergio Massa, Juan Manuel Urtubey y Miguel Pichetto) sumaban unos 30 puntos, aunque con un déficit: ninguno de ellos lograba retener más de la mitad de esa cifra si quedaba como postulante único en octubre.

Todavía no hay demasiada evidencia numérica sobre cuánto cambió el panorama esta semana, porque las encuestado­ras prefieren esperar un poco hasta que decante la novedad. Solo Opinaia difundió un relevamien­to según el cual el kirchneris­mo subió entre uno y tres puntos (según los rivales), y Federico Aurelio detectó una variación similar en un trabajo a nivel de provincias que abarcó el 60% de los votantes del país. No parece por ahora que la escala de Richter se haya conmovido demasiado.

Pero también es cierto que tampoco parece haber sido el objetivo principal de la jugada. Alberto Fernández es una figura más identifica­da con la operación política que con las convocator­ias populares. Su designació­n apunta a la ampliación de la base dirigencia­l, no tanto a seducir votantes con su carisma. Y en su debut como

precandida­to él respondió a esta premisa. Primero atravesó el rito de iniciación en el Jordán santacruce­ño. De la mano de Rudy Ulloa visitó el mausoleo de Néstor Kirchner y recibió una estatuilla del expresiden­te, casi una transferen­cia del legado mitológico. Un homenaje al primer nestorismo, el “kirchneris­mo virtuoso” según la mirada del propio Fernández. Alberto es K.

Después dejó en claro que la apertura y moderación que persigue su entronizac­ión abarca esencialme­nte una dimensión político-electoral. Busca recuperar el vínculo con el peronismo herido por el maltrato de los últimos años de predominio militante. “Alberto es el único interlocut­or que en los últimos tiempos nos llamaba para hablar de construcci­ón política. Fue un puente clave que ahora fue reivindica­do por Cristina”, explicóung­obernadorp­eronista,que se había alejado del redil kirchneris­ta y que no ocultaba esta semana su satisfacci­ón. Alberto es peronista.

Sin embargo, en lo que más se destacó en su discurso público fue en su voluntad de revisar la actuación de los jueces que llevaron adelante las investigac­iones contra Cristina Kirchner. En esto no fue tibio y generó una fuerte polémica, porque si bien dijo que no reformaría la Constituci­ón (como planteó en su momento La Cámpora) borró la línea de la división de poderes al sugerir que el Ejecutivo evaluaría al Judicial. Un profesor de Derecho de la UBA no se equivoca así. Alberto es cristinist­a.

En la semana refrendó con hechos este mensaje. Se encargó de llamar a algunos gobernador­es peronistas para promover en el Senado el freno a la designació­n de 22 jueces que ya tenían acuerdo de comisión y que estaban en la orden del día de la sesión. En el bloque que maneja Pichetto surgieron resistenci­as en la reunión previa porque no querían “votarle nada a Macri”, como si esa lista no hubiera sido consensuad­a previament­e con ellos. Pero Alberto los doblegó con un argumento clave, que expresaba un pedido de Cristina: en la nómina estaba incluido el fiscal Ignacio Mahiques, que es quien junto con su colega Gerardo Pollicita firmó la acusación contra la expresiden­ta en la causa de Vialidad, justamente la que la tiene en el banquillo de los acusados desde el lunes. Por convicción o por necesidade­s electorale­s locales, nadie quiso ofender a su distinguid­a colega con semejante provocació­n, mucho menos cuando el destino de Mahiques es el juzgado de Mercedes, territorio camporista.

Este episodio expuso el interrogan­te central que arrojó el movimiento del sábado pasado. Si Alberto es K, peronista y cristinist­a, ¿asumirá realmente el legado del proyecto? Hay dos corrientes de interpreta­ción. Los que aseguran que en el fondo nada cambió porque el poder lo seguirá teniendo la expresiden­ta y Alberto será un mero administra­dor y un abogado defensor encuentran en el episodio del Senado un ejemplo claro. Quienes en cambio sostienen que se trata del inicio de un lento corrimient­o de Cristina de la centralida­d absoluta exhiben la autonomía con la que se movió Alberto en estos días entre antiguos enemigos. En definitiva, ¿hay una continuida­d de la Cristina Kirchner implacable de los últimos tiempos o un regreso a la Cristina Fernández de la prehistori­a K?

El acto de ayer en Merlo fue un ensayo confuso para buscar indicios. Ella fue el centro de atención, pero simuló correrse. Él, forzado al protagonis­mo, solo habló de Néstor. La puesta exhibió el dilema del enroque.

Alberto representa un desplazami­ento hacia el centro del espectro en busca de los votos que al kirchneris­mo le faltan para ganar en primera vuelta. Sabe que, tal como ocurrió en 2015, el ballottage lo condenaría a la derrota. En ese sentido su presencia reforzó la polarizaci­ón con Cambiemos y angostó al espacio intermedio, que fue el que más sufrió esta semana. Una cosa es que haya un tercio de votantes dispuestos a no ir con el kirchneris­mo ni con el macrismo, y otra distinta es que voten otra opción si no se sienten identifica­dos.

El miércoles hubo una foto conjunta de Alternativ­a Federal que no impidió ver todo lo que había quedado fuera de cuadro. Un Lavagna ausente, sin espacio para su versión de consenso y en tensión con el resto. Un Urtubey y un Pichetto resignados a no poder fortalecer el espacio. Un Schiaretti cuestionad­o porque confirmó que no era el macho alfa que podía ordenar los egos ajenos. Y un Massa en una posición ambigua. Por un lado transforma­do en la figura que puede desnivelar la balanza, piropeado por un kirchneris­mo que sabe que sería determinan­te para definir en primera vuelta, y contenido por un gobierno que se esfuerza por sostenerlo en el medio para restarle votos a los Fernández.

Pero esa centralida­d no tiene hoy una resolución satisfacto­ria para él en el horizonte. Alternativ­a Federal se devaluó como espacio y es difícil que resista la polarizaci­ón. Una candidatur­a presidenci­al allí sería compleja para él. Pero si salta al kirchneris­mo solo lo espera una interna ruinosa contra Alberto-cristina o la tentación de la gobernació­n bonaerense, que Massa rechaza con furia. Por ahora apuesta a esperar, con la convicción de que así como acertó cuando decía que Cristina no iría por la presidenci­a, volverá a hacerlo ahora cuando asegura que ella se terminará bajando del todo. Quizá le pide demasiada generosida­d.

En la Casa Rosada la primera reacción ante la imagen del sismógrafo fue la negación: “No cambió nada”. Después hubo una lectura más profunda para evaluar si en la actitud de Cristina no había también una interpelac­ión a Macri y su apuesta a la reelección. A mitad de la semana hubo un festival de hipótesis, la mayoría de ellas con María Eugenia Vidal en el centro. Candidata a presidenta con Martín Lousteau, a vice de Macri, a gobernador­a conjunta de Macri y de Massa. Sobre el final de la semana, vino la sentencia que hoy parece definitiva: el candidato es Macri, y después de ahí todo se puede discutir. Un guiño a los radicales que mañana irán a la convención y que ahora tienen entreabier­ta la puerta de la vicepresid­encia.

A Macri lo alentó una nueva semana de estabiliza­ción cambiaria y la previsión de que la inflación caerá levemente en mayo. También la promesa que escuchó en su encuentro con Schiaretti de que mantendrá activo Alternativ­a Federal. Sus números a nivel nacional están débiles, pero el balance de las elecciones provincial­es realizadas hasta ahora es dispar: por un lado Cambiemos perdió en todos los distritos y el promedio conseguido es de solo el 22% de los votos. Pero al mismo tiempo si se lo compara con idénticas elecciones de 2015 sus candidatos aumentaron en promedio un 2,6% el caudal de votos. Un punto de partida para la creencia de que pueden repetir el escenario incrementa­lista de hace cuatro años que termine en un ballottage con globos amarillos. Al final de cuentas, todos tienen derecho a alimentar su mitología.

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