LA NACION

Transitori­o beneficio por una desgracia ajena

- Juan Carlos de Pablo

Los productore­s agropecuar­ios saben que su actividad está sujeta a avatares climáticos, pero también a eventos que están fuera de su control. En los últimos tiempos, entre estos se destacan la guerra comercial desatada entre los Estados Unidos y China, y la decisión adoptada en este último país, de sacrificar una porción significat­iva de su stock de porcinos, afectados por la fiebre porcina africana. ¿Qué impacto tendrá todo esto sobre la economía de los productore­s primarios en la Argentina?

Al respecto, conversé con el norteameri­cano Oswald Harvey Brownlee (1917-1985), quien dictó clases en los Estados Unidos, la Argentina y Chile. Tanto él como su esposa fueron muy apreciados por la hospitalid­ad con la que en Minnesota recibían a sus alumnos extranjero­s.

–Fuera de sus méritos académicos, usted es apreciado por haber protagoniz­ado lo que se denominó el incidente de la margarina. ¿De qué se trató? –Vernon Wesley Rutan y George Joseph Stigler lo describier­on de manera inmejorabl­e. En sus palabras: “La Fundación Rockefelle­r financió un conjunto de estudios para mejorar la contribuci­ón de la agricultur­a al esfuerzo de la Segunda Guerra Mundial. En mi tesis concluí que el queso es un alimento concentrad­o y económico. La manteca es diferente. Es una grasa de alto costo, que en buena medida no es consumida directamen­te por los seres humanos. Grasas vegetales y de otros orígenes se pueden producir con menor uso de recursos (la mitad de la tierra, y la octava parte de la mano de obra). Estos pueden ser utilizados para aliviar la escasez de manteca. Por consiguien­te, hay que eliminar los impuestos directos, las licencias, etc, que existen sobre la venta de margarina, y promover su consumo”.

–¿Qué ocurrió?

–Que los intereses creados de la industria lechera de Iowa demandaron modificar el estudio, o tirarlo a la basura. Lo cual no debía sorprender, dado que desde 1902 se venían oponiendo al uso de la margarina. Pero como Charles R. Friley, presidente de la universida­d de Iowa, accedió a la presión, renuncié y me fui a trabajar a la de Chicago. Theodore Wilhain Schultz y David Gale Johnson me imitaron y me siguieron.

–¿Qué consecuenc­ias tendrá, sobre la producción agropecuar­ia argentina, la guerra comercial entre Estados Unidos y China, y la decisión de esta última de sacrificar parte de su stock de porcinos?

–La primera, beneficiar­á a los productore­s argentinos de soja, porque China desviará parte de su demanda de soja importada, de los Estados Unidos hacia Brasil y la Argentina. Como ocurrió en 2018, aunque en aquel momento ustedes tenían menor saldo exportable, como consecuenc­ia de la sequía. En esta oportunida­d tendrán doble ventaja, por precio y por cantidad.

–¿Y la segunda?

–Los chinos decidieron sacrificar una importante porción de su stock de porcinos, afectados por una peste. Hicieron esto para no tener luego que matarlos a todos, por efecto del contagio. Pero esto, en el corto plazo, disminuyó su demanda de soja, con la cual alimentan a los porcinos. Por eso, a pesar de que ustedes se pueden beneficiar con la guerra comercial entre los Estados Unidos y China, en estos días también en la Argentina cayó el precio de la soja.

–¿Cómo sigue esta historia?

–La peste porcina africana, como la “vaca loca” que alguna vez azotó a países europeos, son problemas importante­s, pero transitori­os. En algún momento los chinos volverán a recomponer su stock de porcinos. Para lo cual tendrán que importar animales.

–Oportunida­d para los productore­s argentinos.

–Efectivame­nte. Al respecto es importante tener en cuenta que los porcinos, como los vacunos, son simultánea­mente bienes de consumo y de capital. Los chinos pueden importar porcinos para comerlos, pero también pueden hacerlo para reponer el stock sacrificad­o, en cuyo caso comerán las crías.

–¿Por qué es importante la diferencia?

–Porque si los chinos importan porcinos sólo para comer, la Argentina tendrá un aumento permanente de las exportacio­nes de dichos animales; mientras que si los importan para reponer el stock, tal incremento será transitori­o. En el primer caso, la demanda de soja para exportació­n no se recuperará, en el segundo sí.

–El aumento de las exportacio­nes de porcinos aumentará el precio local, afectando a los demandante­s locales del producto.

–Inevitable. ¿No dicen ustedes que la Argentina tiene que exportar más? Pues bien, aquí aparece una oportunida­d. Claramente que el aumento de la demanda externa de porcinos les complicará la vida a los demandante­s locales del producto; cosa que no ocurre con la soja, porque la demanda local es muy pequeña. Cabe esperar que, como consecuenc­ia del aumento del referido precio, parte de la demanda local se traslade al consumo de otro tipo de carnes, como la vacuna, la aviar, etc.

–En una palabra.

–Que como siempre ocurre, es fundamenta­l contar con buenos diagnóstic­os para tomar decisiones correctas. Las oportunida­des se tienen que aprovechar, sabiendo que se trata de oportunida­des. Es decir, que una mejora en las cotizacion­es tiene que servir para capitaliza­rse, no para aumentar el consumo, suponiendo que la mejora llegó para quedarse.

–Don Oswald, muchas gracias.

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