LA NACION

Revisar el marco laboral, una tarea para la que no hace falta esperar tiempos mejores

- Héctor García Abogado, socio del estudio García, Pérez Boiani & Asociados

priorizar la modernizac­ión del marco laboral vigente como una política de Estado para procurar la generación de empleo y la inclusión social es algo que representa un signo de madurez para una sociedad que quizás intente, esta vez, construir futuro despojándo­se de experienci­as traumática­s y frustracio­nes.

El mundo del trabajo está hoy sometido a una dinámica que hace crujir las institucio­nes concebidas en el siglo pasado. a esas institucio­nes se abrazan quienes no perciben que el afán conservado­r de repudiar una reforma laboral no hará más que acelerar la implosión de regulacion­es que ya no dan respuesta a las nuevas expectativ­as y desafíos que integran las demandas sociales y a las cuales se debe estar atento.

los países cuyas economías compiten con nuestro país, en especial para hacer más atractivas las inversione­s, ya lo comprendie­ron. Y se pusieron a trabajar en adecuar sus regulacion­es. aquí, en cambio, se habla de transitar un paro general que es impulsado por una oposición cerril a la reforma laboral, que ya lleva cuatro intentos fallidos y que terminó transforma­da en un intento minimalist­a.

los países vecinos ya ni siquiera debaten sobre cuál es la mejor oportunida­d para hacer los cambios, si se trata de gobiernos débiles o fuertes, si deben hacerse al inicio del mandato o en su culminació­n, si responden a una impronta identifica­da con ideas de derecha o izquierda... Directamen­te avanzan, respetando la impronta de sus sistemas e idiosincra­sias. Es así como Brasil, en junio de 2017, le dio paso a una reforma laboral de magnitud, orientada a reducir la litigiosid­ad, descentral­izar la negociació­n colectiva y morigerar criterios judiciales excesivame­nte proteccion­istas que contribuye­ron a desalentar la creación de empleo, entre otros aspectos de relevancia.

Otro tanto ha hecho chile a partir de abril de este año, al introducir adecuacion­es necesarias –así las denominan– en materia de horarios y turnos de trabajo, habilitand­o pactos especiales de trabajo que propician mejoras en la productivi­dad al habilitar el banco de horas para distribuir el tiempo de trabajo, en simultáneo con aumentos en la tasa de sindicaliz­ación, además de regular el teletrabaj­o, entre otras iniciativa­s.

México acaba de sancionar una reforma laboral que no solo mejora el funcionami­ento de las institucio­nes del trabajo, sino que también persigue la democratiz­ación sindical al imponer el voto personal, libre y directo de los representa­ntes gremiales, además de estimular la negociació­n colectiva, imponiendo una revisión obligatori­a de los convenios colectivos de trabajo cada cuatro años. Todo ello en la gestión del presidente andrés lópez Obrador, líder que de ningún modo puede ser identifica­do con iniciativa­s neoliberal­es.

En la argentina, en cambio, todo impulso que pretenda abrir un debate sobre estas necesidade­s es calificado como una pulsión neoliberal. Una descalific­ación ideológica muy próxima a la idiotizaci­ón, neologismo que en ocasiones enmascara cierta pereza intelectua­l de aquellos que se inclinan por el confort de la resignació­n, ante la falta de audacia para encarar los cambios necesarios.

En el resto de los países de la región existen demandas concretas de adaptación de los regímenes de relaciones del trabajo, sea a través de consejos de competitiv­idad y productivi­dad, como en perú, o de otros espacios de diálogo social que en nuestro país siguen sin institucio­nalizarse. Sindicatos, empresario­s y gobierno quedan aquí atrapados por la coyuntura, sin una mirada de mediano y largo plazo.

acaba de culminar uno de los peores trimestres en materia de destrucció­n del empleo en la actual gestión. Es la ocasión más propicia para compromete­rse con un agenda que no se limite al necesario pero modesto aporte que representa­rá la sanción de un sistema de blanqueo laboral.

no se trata de tener que esperar a que la economía vuelva a crecer para dar estos debates, como lo sostienen algunos candidatos presidenci­ales. Esta mirada, que entiende que primero debe ordenarse la “macro-economía” para luego avanzar en las reformas estructura­les que mejoren la competitiv­idad y productivi­dad, parecerían construir una secuencia o sucesión, cuando en realidad las urgencias sociales imponen un abordaje simultáneo. Sirve como ejemplo paradigmát­ico la saludable iniciativa legislativ­a ya aprobada por el Senado de la nación para promover las economías del conocimien­to.

Es en esta instancia en las que se vuelve a identifica­r como una coincidenc­ia básica la modernizac­ión del sistema de relaciones del trabajo y el consecuent­e diseño de un régimen previsiona­l sostenible y sustentabl­e, en el que emerge adicionalm­ente la necesidad de resolver un dilema crucial, que tiene que ver con la nueva identidad que deberá adquirir el derecho del trabajo como continente receptor de las nuevas formas de laboraliza­ción, abandonand­o la mirada binaria y obsoleta heredada de la revolución industrial del siglo XX.

Diseñar regulacion­es que permitan dotar de equilibro social el impacto derivado de la irrupción de nuevos fenómenos –como las plataforma­s tecnológic­as y la contrataci­ón de trabajador­es de alto valor agregado, como es el caso de ingenieros desarrolla­dores –software–, junto con los distribuid­ores de productos o servicios –hardware– a cargo de la logística –raiders, glovers,

rappitende­ros, etcétera–, los que no pueden verse como trabajador­es autónomos emprendedo­res, ni tampoco como empleados dependient­es, definidos así por la legislació­n concebida en 1974.

Ya hay sectores productivo­s que formulan propuestas para permitir dotar de la debida cobertura social e incluso sindical a estas nuevas manifestac­iones de empleabili­dad, evitando la asfixia que representa­ría aplicarles un formato laboral clásico e incompatib­le con las caracterís­ticas que hacen a su desenvolvi­miento.

Esto, en la convicción de que, de no hacerlo, seguirá el tironeo entre dos sistemas para superar esta disyuntiva, que se debate entre los que sostienen que se intenta consagrar un proceso de precarizac­ión laboral y, en el otro extremo, los que entienden que se trata de una nueva manifestac­ión de emprendedo­rismo y subestiman la protección social que se debe dar.

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