LA NACION

Barcelona no se recuperó de la Champions y perdió la Copa del Rey ante Valencia

Luego del fracaso en la Champions League, no hubo reacción en la Copa del Rey: Valencia fue campeón con un 2-1; Leo se incorporar­á al plantel de Scaloni al cabo de una temporada de 51 goles y con el ánimo por recomponer para ir a Brasil

- Claudio Mauri

Hay derrotas que de tan duras y difíciles de asumir no se curan con una revancha deportiva inmediata. Requieren de otra terapia, de tiempo libre para despejar cabezas y aclarar ideas. Pegar un carpetazo y empezar de vuelta para salir de la depresión. Lionel Messi, en la conferenci­a de prensa previa a la final por la Copa del Rey que Barcelona perdió por 2-1 ayer contra Valencia, dejó ver más las heridas que le dejó el 0-4 contra Liverpool que la ilusión que le despertaba terminar la temporada con un doblete, tras la conquista de la Liga.

Barcelona fue un equipo embotado, todavía aturdido, sensacione­s de las que también le costó escapar a Messi, que sin el lesionado Luis Suárez –se operó para llegar a tiempo a la Copa América– jugó de falso Nº 9. La melancolía de Barça y de Leo se topó con un Valencia que venía con una dinámica opuesta, en una temporada que fue de menor a mayor, con la satisfacci­ón de haberse clasificad­o para la Champions y la motivación de obtener un título después de 11 años en un 2019 en el que festeja su centenario. Si el fútbol es, sobre todo, un estado de ánimo, no había que ser muy despierto para notar quién creía firmemente en sus fuerzas y quién corría el riesgo de tumbarse ante la primera brisa en contra.

En poco más de media hora, Barcelona perdía por 2-0. El conjunto de Ernesto Valverde tenía una posesión inocua, y Valencia lanzaba contraataq­ues como puñales por las bandas para resolver frente al arco; la primera vez con un enganche y un remate del francés Gameiro, y la segunda, con un cabezazo del brasileño Rodrigo.

Se acabó la temporada en Barcelona para Messi, que en las próximas horas se sumará a la preparació­n del selecciona­do argentino para la Copa América de Brasil, en la que la Argentina debutará el sábado 15 de junio ante Colombia. Un 2018/19 en el que el rosarino hizo 51 goles (con 36 en la Liga obtendrá por sexta vez el Botín de Oro europeo) y 19 asistencia­s en 51 partidos. Fue el máximo anotador de la temporada entre las cinco grandes ligas europeas, por delante de Robert Lewandowsk­i (Bayern, 40), Kylian Mbappé (PSG, 39) y Sergio Agüero (Manchester City, 32).

No resignó la efectivida­d ni en la derrota; marcó el descuento al tomar un rechace del arquero Domenech a un cabezazo de Lenglet. El rosarino es el primer futbolista en la historia de la Copa del Rey que ha convertido en seis finales (2009, 12, 15, 17, 18 y 19), pero esas estadístic­as no lo consuelan, como cuando el viernes le recordaron que ganaba el Botín de Oro: “Soy sincero; ni pienso en eso”.

Antes, un poste había devuelto un exquisito toque cruzado de zurda. El arquero le contuvo otros dos remates de media distancia, un cabezazo se le fue afuera y un tiro libre, una de sus especialid­ades en este curso, se desvió en la barrera para ir al córner. Barcelona reaccionó en el segundo tiempo. Tuvo la rebeldía que le faltó en la Champions League y pudo empatar, pero también se expuso a una caída más amplía por lo que desperdici­ó Valencia en varias réplicas. La negativida­d que dejó la goleada en Liverpool proyectó su larga sombra.

Fue una producción individual de alto nivel a lo largo de 10 meses, oscurecida por la debacle en Anfield Road y la impotencia en hacer de la Copa del Rey un paliativo, un mínimo consuelo. Ni eso: el cierre de la temporada dejó lejos las expectativ­as del triplete que habían crecido en 2019.

La contracara de la desdicha de Messi fue la satisfacci­ón de Ezequiel Garay, zaguero de Valencia y compañero de Leo en la obtención del Mundial Sub 20 de 2005 en Holanda y la de la medalla de oro en los Juegos Olímpicos Pekín 2008, como también en el plantel que fue subcampéon en el Mundial Brasil 2014.

Messi quedó con 34 títulos de campeón en mayores (sin contar los dos en las seleccione­s Sub 20 y olímpica), a cinco de los 39 de Dani Alves, el futbolista más ganador en la historia. Con 37 está el brasileño Maxwell; con 36, el galés Ryan Giggs, y con 35,el portugués Vitor Bahía.

Lionel Scaloni recibirá a un Messi que necesitará recargar las pilas, sacudirse la pesadumbre reciente de perder una semifinal y una final. En el Benito Villamarín, de Sevilla, tras el pitazo final el capitán se quedó parado, con los brazos en jarra y la mirada extraviada. Fueron unos segundos antes de meterse en el vestuario. En Barcelona le pasó lo que es más frecuente en el selecciona­do, como lo reconoció el viernes: “También tuve decepcione­s con la selección y lo sigo intentando para conseguir algo”.

Esta será su cuarta Copa América. Perdió tres finales (una ante Brasil y dos frente a Chile) e hizo aquel anuncio de un retiro que quedó en un amago. Más allá de ese lastre, seguirá intentándo­lo. Lo hará con compañeros de la vieja guardia, como Sergio Agüero y Ángel Di María, algún otro que demora su consolidac­ión, como Paulo Dybala, y una renovación que promete sacarle limpia la pelota desde atrás, con Giovani Lo Celso y Leandro Paredes. Es un equipo que deberá encontrars­e en plena competenci­a, sin mucho ensayo. Messi participó en uno solo de los ocho amistosos del ciclo de Scaloni, la derrota por 3 a 1 contra Venezuela. De ese partido quedó una enseñanza: el joven entrenador utilizó una línea de tres zagueros que descartará para el futuro.

La temporada no acabó del todo bien para Messi en Barcelona. El 10 necesita cambiar el chip. Quizá el destino, ya cerca de los 32 años, le tenga reservada la sorpresa de que la selección le dé por primera vez la alegría que esta vez le faltó en Barcelona.

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Pau barrena / afp Cabizbajo, Messi empieza a digerir la derrota en la final de la Copa del Rey

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