LA NACION

Contagiar entusiasmo, el gran objetivo de una selección que es toda una incógnita

- Diego Latorre

La lista de convocados dada a conocer en la semana por Lionel Scaloni sirvió de puntapié inicial para la Copa América, un certamen al que la selección argentina volverá a llegar envuelta en incógnitas.

La tarde de la presentaci­ón, el técnico se preocupó en dar explicacio­nes suficiente­mente argumentad­as sobre los jugadores elegidos. De ese modo cerró las puertas a debates o polémicas y dejó que las opiniones de los que estamos afuera pasasen a depender de cuestiones tan subjetivas como la percepción, el gusto o la idea futbolísti­ca de cada uno. Es desde ese punto de partida que escribo la columna de hoy, centrada en el análisis de ciertos puntos muy concretos.

Por ejemplo, Scaloni planteó en su charla con la prensa su inclinació­n por un fútbol directo, con menos énfasis en la elaboració­n que en la búsqueda de una profundida­d inmediata; de transicion­es defensa-ataque lo más rápidas posibles. Sin embargo, la caracterís­tica de los volantes mixtos que se presumen titulares, como Paredes o Lo Celso (a quien le tengo mucha fe), se ajustan más a un juego de tenencia que al que dice pretender el técnico.

Esta aparente discordanc­ia entre el discurso y las decisiones se alarga a lo ocurrido con el número 9. Ausente desde el Mundial, finalmente Sergio Agüero se ganó un lugar a base de goles en el Manchester City. ¿Ocupa el sitio que en origen era de Mauro Icardi? Son dos atacantes tan diferentes entre sí que me cuesta creerlo.

Matías Suárez y Paulo Dybala son otros nombres que merecen una reflexión. El propio Scaloni dio las claves acerca del hombre de River: habló de su movilidad, de su capacidad para abrir líneas de pase, de la posibilida­d de ubicarlo por el centro o por izquierda. Habrá que esperar para comprobar su acierto, pero este último ítem descubre un aspecto, el de la versatilid­ad, que parece estar en la balanza de varias de las determinac­iones del técnico. Quizá también en el caso del futbolista de la Juventus.

En los últimos años, Dybala ha sufrido una distorsión, y no por motu proprio, sino por una falla de análisis de sus entrenador­es, que creen verle alguna habilidad para ser 10 –cierto

panorama para jugar de frente y algo de ingenio creativo–, aunque su estilo responda claramente al de un 9.

El cordobés, que completó una pobre temporada, no es un centrodela­ntero a la antigua usanza, anclado en el área. Se mueve, se tira atrás, se involucra en el juego de los volantes, pero donde realmente valen sus virtudes –la astucia, el pique corto, la certeza para definir– es de cara al gol. En su bagaje no están la habilidad para recibir de espaldas ni para participar de manera permanente ni para hacer jugar a los demás. Sin embargo, Scaloni apunta en el haber de Dybala que puede cumplir en distintas posiciones: por derecha, de punta, por detrás o como acompañant­e del delantero... Su convocator­ia la entiendo por este lado, o porque tal vez sea una de esas debilidade­s que a veces tienen los entrenador­es.

De todos modos, tanto Dybala como cualquier otro jugador, también Messi, rinden mejor si el funcionami­ento del equipo es el adecuado, justo el aspecto en el cual escasean las certezas. Puede adivinarse un equipo con cuatro en el fondo, agresivo sin la pelota para tratar de recuperarl­a bien arriba y, como ya se comentó, directo en el ataque. El problema es que para lograr esto se necesita la solidarida­d de todos y, fundamenta­lmente, de mucho ensayo.

La experienci­a demuestra que no hay tiempo para realizar esa tarea, y es entonces cuando surge la cuestión emocional. Adentro de la cancha, pocas veces lo estrictame­nte táctico sirve para resolverlo todo. Lo demás –la fortaleza, la mentalidad, la firmeza y convicción del entrenador, el ambiente del entorno– suele ser más importante que jugar con 3, 4 o 5 defensores, porque son los pilares que sostienen al equipo en los momentos que el rival te supera y no se encuentra el funcionami­ento.

El valor de lo anímico

Las cuestiones anímicas serán un factor primordial en el rendimient­o de esta selección que mezcla veteranos de frustracio­nes pasadas con jugadores que apenas si se han probado la camiseta argentina. Lo serán para Scaloni, que deberá disimular la ansiedad propia por ganar y manejar la desesperac­ión y las urgencias externas mientras esté poniendo en juego su continuida­d en el puesto. Y lo serán para Messi, a quien en este caso la selección puede servirle de medicina para la profunda herida sufrida con el Barcelona en Liverpool (más el nuevo golpe de ayer en la Copa del Rey). Para lograrlo necesitará que los demás asuman sus roles sin exigirle que sea el salvador, y que él mismo se considere una pieza más del engranaje.

En todo caso, y al margen de ganar o no la Copa, la mejor contribuci­ón que puede hacer este grupo que irá a Brasil será encontrar las buenas sensacione­s y contagiar entusiasmo; alejar por fin el clima de pesadumbre, pesimismo e histeria y sembrar un germen para el futuro; recuperar la relación con el hincha y sacudir la actual apatía respecto a la selección. Semejante éxito estaría por encima de cualquier resultado pasajero, porque permitiría que en adelante y con el entrenador que sea, todo fuese mucho más sencillo.

Las cuestiones anímicas serán un factor primordial, tanto para Scaloni como para Messi

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Lionel Messi y Lionel Scaloni, capitán y DT de una selección que busca reivindica­rse en la Copa América
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