LA NACION

Al sueño de Tigre sólo le queda un partido: pasó a Atlético y espera rival

Tras el 5-0 de la ida, también ganó en Tucumán; el equipo de Gorosito no resignó su esencia ni conviccion­es pese al descenso

- Alejandro Casar González

A Tigre no le importa haber descendido a la B nacional. Puede que la pérdida de la categoría sea una mancha en el currículum de algunos de sus jugadores, pero el equipo que dirige néstor Gorosito sigue adelante sin mirar hacia atrás. Lo hace aferrado a una manera de jugar al fútbol con rasgos distintivo­s: pelota al piso, defensa en bloque y buen pie en la mitad de la cancha. Pero el libreto del Matador también incluye despejar hacia el cielo cuando el rival presiona en todos los costados de la cancha, como ocurrió en los primeros 20 minutos del partido en Tucumán.

Recién después de que Atlético desperdici­ara dos chances claras, Tigre se afirmó en una cancha que estuvo demasiado blanda y provocó resbalones a unos y otros. Lo consiguier­on a partir de hacer pie en la mitad de la cancha, allí donde brilla Menossi. Es un mediocampi­sta mixto que sabe marcar, pensar y dar el pase inverosími­l que la defensa rival no leyó. Menossi también raspa y va al piso. Rara vez equivoca un pase. Quizá le duela el descenso con la camiseta con la que debutó en primera, pero esta temporada será una bisagra en la carrera de este mediocampi­sta nacido en Béccar hace 26 años.

Tigre contó con la ayuda de los nervios de los tucumanos, que al final del primer tiempo habían perdido a dos futbolista­s por doble amarilla (Aliendro, por protestar; Cabral, por un pelotazo a Federico González). La serie estaba definida y así lo entendió Gorosito, que cambió piezas y optó por resguardar a Diego Morales, eléctrico y vivaz como en su mejores tiempos con esta misma camiseta.

Gorosito tiene una virtud: hacer mejores a futbolista­s que tenían un presente gris. Y conseguir, además, que el andamiaje no se resienta cuando le faltan piezas (como Gerardo Alcoba, lesionado, o el imprescind­ible Walter Montillo). Agustín Cardozo, por ejemplo, cumplió sin fallas. Y otro tanto hicieron Pérez Acuña y Ezequiel Rodríguez. Gorosito es un entrenador de mensaje simple y obligacion­es sencillas. Desde el banco de suplentes no hace aspaviento­s. no mortifica a sus hombres. no les grita como un desesperad­o. En la tranquilid­ad de su director técnico los futbolista­s encontraro­n el mejor ejemplo para serenarse. Para ser mejores.

“Tigre es una realidad”, dijo Sebastián Prediger al pie de la cancha. “Merecemos ser finalistas”, se congratuló Ignacio Canuto. “Desde que llegó Gorosito nos ordenamos. nos dio tranquilid­ad y confianza”, abundó Juan Ignacio Cavallaro en relación al factor Pipo. Cuando un equipo crece en confianza los límites se borronean. A Tigre le quedan 90 minutos para lo que muchos consideran una especie de hazaña deportiva: ganar la Copa de la Superliga. Hoy verá por televisión la definición de la otra semifinal en la Bombonera. Y desde mañana planificar­á en su búnker el partido de la semana próxima en el Mario Alberto Kempes de Córdoba.

nadie duda que el Matador se hubiera salvado si el torneo hubiese tenido dos o tres fechas más. Pero no se fue a la B por una sola temporada, sino por errores en las últimas tres campañas. El presente lo entroniza como uno de los mejores equipos del fútbol argentino. Pero el pasado lo condena a jugar en la segunda categoría.

Lo mejor para sus hinchas es que si el presente no fuera tan auspicioso la mayoría de este plantel emigraría sin dudarlo. Esa mística ganadora hace que Montillo renueve, que otros puntos altos estén por imitarlo y que el propio Gorosito haya confirmado que se quedará a pelear para regresar a la Superliga. El mensaje que deja Tigre al fútbol argentino es que se puede descender jugando bien. Y que la desazón por el resultado deportivo puede mitigarse (en parte) a los pocos días, como ocurrió con esta Copa de la Superliga en la que el Matador es la revelación.

Tigre está a 90 minutos de un título impensado. ¿Boca o Argentinos? “nosotros no elegimos rivales”, advirtió Cavallaro. Y Tigre va. Y Tigre sueña.

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