Una sangría dolorosa
así, “Desde parkland”, se llama una iniciativa del diario The Miami Herald que –en alianza con la ong The Trace, dedicada a investigar la violencia con armas de fuego en Estados Unidos– recopiló información sobre las muertes de menores de edad por tiros y balas perdidas acaecidas en ese país desde la masacre en la secundaria Marjory Stoneman Douglas. los datos, llegados desde todo el país, son contundentes: cerca de 1200 chicos y chicas perdieron a la vida por un disparo desde entonces, y cada una de sus historias fue contada por otros doscientos adolescentes que oficiaron como periodistas. Son 1200 minibiografías
que lo dicen clarísimo: no habrá ley que alcance a detener esta sangría si no se trabaja en un cambio cultural profundo. Después de todo, según se consigna en El tirador escolar: una guía de referencia rápida, un documento del FBI sobre tiroteos escolares, “el 75% de los atacantes se sintió atacado, acosado y/o amenazado por los otros”, “61% actuó movido por el deseo de revancha” y “93% de los atacantes se vio envuelto en conductas que preocuparon a sus compañeros antes del ataque”. pese a eso, nadie hizo nada al respecto. Hasta que el agresor decidió hacerlo por ellos.