LA NACION

Sueldos nuevos: ¿cambiará el humor?

- Guillermo Oliveto

La política captó la atención la semana pasada. Ahora está quedando atrás la etapa de los gestos para pasar a la de los hechos. La gran conversaci­ón ya se inició. En las reuniones de amigos, en la oficina y en las familias. En simultáneo, se acaba de concretar el plan de estímulo al consumo más potente: en junio comenzará a llegar la “plata nueva” a la calle, con las paritarias. ¿Qué harán los consumidor­es? ¿Cambiará el estado de ánimo de los ciudadanos? Son las dos preguntas que habrá quehacer separa detectar los puntos de encuentro y los bucles der et ro alimentaci­ón entre el poder y la economía de la calle.

No podemos responder lo que aún no sucedió y se irá develando en los próximos meses. Son muchas las variables que se están moviendo y que tienen impactos diversos, dando forma a una trama de correlacio­nes múltiples. Lo que sí podemos es revisar algunos hechos fácticos que configuran la matriz de alta complejida­d que está detrás del humor y la conducta de los argentinos.

El primer dato es la magnitud de los nuevos acuerdos salariales. Y lo que está claro es que, en la gran mayoría de los casos, tienden a ser generosos y flexibles. Varios de ellos recuperan una parte del poder adquisitiv­o perdido el año pasado –algunos incluso todo– y acuerdan un aumento del orden del 28% para este año, sujeto a revisiones parciales trimestral­es según la evolución de la inflación.

Hay sectores como el de la construcci­ón, el de los seguros y el de los maestros de la provincia de Buenos Aires que, entre compensaci­ones pasadas y ajustes futuros, tendrán, al finalizar el año, un aumento aproximado del 50%. Los gastronómi­cos, del 40%; los empleados de la ciudad de Buenos Aires, del 39%, y los metalúrgic­os, del 36%. Los empleados del Estado nacional acordaron también la semana pasada una suba del 28% en el año, pero con revisión en noviembre. Los bancarios acordaron un 19,5%, solo para el comienzo del año y a cuenta de lo que será el cierre definitivo. Los empleados de comercio negocian todavía, con valores que se aproximan al 30%. El récord quedó para los petroleros: entre la compensaci­ón de 2018 y el ajuste de 2019 llegan al 55%. Vaca Muerta lo hizo.

Conceptual­mente, el objetivo está claro: que los salarios no pierdan poder de compra este año y, en aquellos sectores económicos donde hay espacio, que le ganen a la suba de precios para compensar al menos algo de lo cedido en 2018.

Aun contemplan­do la pérdida de puestos de trabajo formales registrado­s que hubo el año pasado y en el primer cuatrimest­re del actual –se perdieron prácticame­nte todos los 280.000 nuevos puestos que se habían generado en 2017–, en la Argentina hay en este momento, entre el sector privado y el público, unos 12 millones de empleados en blanco. La gran mayoría, unos 10 millones, recibirán con certeza los aumentos de sueldo. Los autónomos y los monotribut­istas, que suman los otros 2 millones en blanco, y los informales, que son unos 5 millones, dependen de sí mismos. Influyen en sus ingresos fundamenta­lmente la dinámica de la economía e incluso la mayor o menor capacidad de negociació­n que tengan con sus clientes o sus empleadore­s.

El segundo dato a analizar es que los acuerdos se irán pagando en cuotas. En muchos casos hay ajustes retroactiv­os. En otros hay montos del 5 al 15% que se cobrarán con el próximo recibo de sueldo. Luego seguirán “entrando” al mercado en dosis promedio del 5% entre julio y septiembre/octubre. Allí todos volverán a revisar las cuentas. Si dieran mal, se volvería a abrir la negociació­n. El dinero nuevo no llegará entonces como un shock de ingresos, sino en etapas sucesivas. Habrá un primer impacto razonablem­ente fuerte en junio, que se sumaría con el aguinaldo, y luego un proceso incrementa­l hasta fin de año.

El poder adquisitiv­o no se compone obviamente solo de los salarios, sino que se vincula con dos variables adicionale­s: la inflación y el empleo. Entre los tres constituye­n la masa salarial. Es decir, el volumen de dinero que tiene la gente para destinar a consumo o ahorro.

En su informe de mayo, las proyeccion­es promedio de inflación anual de 45 economista­s, bancos y bancos de inversión que nuclea Latinfocus Consensus Forecast prevén una inflación anual del 38%. El REM, que elabora el Banco Central con una metodologí­a similar, prevé 40%. Si esto fuera así, pueden concluirse dos cosas. La primera es que algunos acuerdos salariales lograrán ganarle a la inflación, otros empatarán y algunos perderán. Es decir, no será algo homogéneo como en 2018, cuando casi todos perdieron y por mucho: 12% promedio. Y queda como incógnita abierta si los que pierdan no lograrán por lo menos empatar cuando vuelvan a negociar hacia fin de año.

El segundo aspecto a tener en cuenta es que, dado que la inflación del primer cuatrimest­re ya fue del 15,6% acumulado, el consenso está previendo de aquí en adelante una inflación mensual más baja que la que ya tuvimos. Poniéndolo en blanco sobre negro: si la inflación mensual de junio en adelante está por debajo del 3%, habría recuperaci­ón del poder adquisitiv­o real de aquí a fin de año, todos los meses.

Por último, queda por ver lo que suceda con el empleo. Empresas y organismos que monitorean la evolución mensual de esta variable, al menos en el campo del mundo formal, estarían indicando que el grueso de los despidos ya habría sucedido y que el mercado laboral podría estabiliza­rse en los citados 12 millones de empleados en blanco. Eso no elude el altísimo costo de la crisis de

2018 y comienzos de 2019 –se perderían entre 280.000 y 300.000 puestos de trabajo–. Pero sí establece un nuevo escenario de base para proyectar lo que queda del año.

Mientras esperaban ansiosa mente los sueldos“nuevos ”, los consumidor­es se encargaron por su cuenta de optimizar al máximo el dinero que tenían en sus bolsillos.

Los datos oficiales señalan que hasta el pasado jueves 23 de mayo, en poco más de un mes de vigencia, se entregaron más de 1,7 millones de créditos Anses. Los jubilados pidieron y obtuvieron 273.500 créditos; los beneficiar­ios de la AUH, más de 1 millón; quienes reciben una pensión no contributi­va, 51.400, y los trabajador­es en relación de dependenci­a que cobran asignación familiar, cerca de 375.000.

Segúnscent­ia–informació­n escáner de todos los principale­s supermerca­do s del país ,2800 locales –, en las primeras dos semanas de vigencia del plan Productos Esenciales –con precio fijo hasta fin de año–, las ventas de yogures y tes que están dentro del plan de 64 productos se duplicaron medidas en unidades, comparadas con las mismas dos semanas de abril de 2018. Las de rebozador y pan rallado crecieron

49%, las de polvo chocolatad­o, 39%; las de yerba, 32%; las de harina, 20%; las de aceite, 17%, y las de fideos, 13%. El promedio del mercado para el mismo período fue de -3,6%.

Como lo demuestran los datos, las acciones proactivas están funcionand­o. Ya lo señalamos al analizar su lanzamient­o: en el consumo no hay ideología, puro pragmatism­o.

Mientras la política avanza en sus definicion­es, la economía está haciendo lo suyo. El 27 de octubre se encontrará­n en las urnas para dirimir el futuro del país.

Como muestran los datos, acciones proactivas (como Productos Esenciales) están funcionand­o

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