LA NACION

Logística narco. El traslado de la droga en camiones, un “trabajo” que se paga con droga

Dos casos en Corrientes revelan cómo funciona el engranaje complejo del tráfico de estupefaci­entes; los transporti­stas fijan el precio en función del riesgo y se llevan entre el 5 y el 15% de la carga

- Germán de los Santos

En la ventanilla del acompañant­e el camión tenía pegada una calcomanía grande, que ocupaba casi todo el vidrio. Llevaba la figura del Guasón, el antagonist­a de Batman. Era una marca, una especie de contraseña que usaban Edgardo e Ignacio Principato, padre e hijo, oriundos de Talar de Pacheco, partido de Tigre, cuando sus camiones iban cargados de marihuana.

Desde hace más de una década se sospecha que esta familia es un jugador clave en la logística narco, en la que el traslado de la carga ilegal (grandes cantidades) representa el mayor riesgo. Este eslabón de la cadena de tráfico mueve sumas millonaria­s que se pagan en “especie”: un porcentaje del estupefaci­ente.

Esta semana estaba previsto que empiece en Corrientes un juicio por la investigac­ión del fiscal Carlos Schaeffer a partir del secuestro, en

2006, de un camión Iveco con más de

1100 kilos de cannabis que tenían como destino la ciudad de Campana.

Ignacio Principato estuvo vinculado a un caso emblemátic­o en Santa Fe, que ocurrió el 2 de noviembre de 2014, cuando en un basural de Arroyo Leyes apareció un camión atrapado en el barro con un contenedor en el que eran trasladado­s

1662 kilos de marihuana.

La documentac­ión del camión, guardada en la guantera, estaba a nombre de Ignacio Principato, que estuvo imputado en la causa que llevó adelante el juez Reynaldo Rodríguez, pero terminó sobreseído porque los investigad­ores no hallaron elementos de cargo suficiente­s.

En ese caso fueron condenados dos civiles y diez policías de Santa Fe, entre ellos, el jefe de Orden Público de la Unidad Regional I, Cristian Hang, y el de la Octava Zona de Inspección, Martín Díaz, sentenciad­os a seis años de prisión.

“Es el Aguja Agüero, maneja toda la merca de la zona de la costa. Pero es consensuad­o. Es policía de la Octava Zona. Acá hay un camión que se piró”. Ni los propios policías disimulaba­n a través de sus diálogos por la radio policial lo que ocurría esa noche lluviosa del 2 de noviembre de 2014 en Arroyo Leyes.

“Una mancha más al tigre. ¡Qué vergüenza!”, dijo por esa frecuencia una comisaria de la zona cuando se enteró de que efectivos de esa seccional habían detenido a dos narcos –uno de ellos, policía– en un camión con un contenedor cargado de droga procedente de Misiones. Pero llegaron otros policías y dos jefes de la Regional I, y Agüero y su cómplice negociaron su liberación.

Los narcos pagaron con droga. Porque del camión desapareci­eron cocaína y precursore­s químicos. “Estaban pasando marihuana, cocaína y líquidos de estiramien­to de un camión a un container. Ahí lo detuvieron. Uno es personal policial”, dijo por radio uno de los efectivos.

Los narcos desapareci­eron en una Peugeot Partner. En el camión Iveco y en el container Hamburg Sud rojo quedaron 1600 kilos de marihuana. Los investigad­ores judiciales siempre sospecharo­n que había “muchísima más droga”.

El precio del riesgo

Hubo otro caso similar que comenzó a juzgarse en Corrientes. El

29 de julio de 2016 se secuestrar­on

2608 kilos de marihuana en un camión Mercedes-benz que transporta­ba el estupefaci­ente hacia Talar de Pacheco, Tigre, de donde también son oriundos Javier Radaelli y su padre, Edgardo (ya fallecido).

La Justicia Federal de Campana investigab­a a Radaelli luego de que una llamada anónima a la Policía Federal alertó sobre el cargamento que trasladarí­an. En aquellos días, mientras los Radaelli se alojaban en el Hotel del Parque, de Corrientes, tuvieron contacto con el proveedor de la frontera Wenceslao Ojeda, alias Gordo Choy, que actualment­e está prófugo.

Con cuatro meses de diferencia, dos camiones cargados con 3765 kilos de marihuana fueron detenidos en Corrientes, de camino al norte de Buenos Aires. Tanta similitud más que casualidad es un síntoma.

Una calificada fuente del Ministerio de Seguridad de la Nación explicó: “En el engranaje del negocio del narcotráfi­co la logística es lo que representa mayores costos, por el factor del riesgo elevado que tiene”.

Quienes se dedican al traslado de drogas “punta a punta”, en estos casos, a Buenos Aires, usan empresas legales. Radaelli había trabajado para la Aduana y el Correo Argentino. El camionero que hace el flete –muy pocas veces es el dueño de la empresa legal– donde la droga va camuflada en otra mercadería o en el chasis del vehículo muchas veces no sabe qué traslada en verdad.

Entre los gastos de traslado no sólo cuenta el riesgo, sino la estructura para llevar el cargamento. Se usan vehículos de apoyo, los “puntas” o “punteros”, que van adelante del camión con el objetivo de ver si hay controles inesperado­s en la ruta. Si hay un retén se comunican con el camionero y le avisan que tome por otro camino o que retorne. Ese rol cumplían los Principato, que fueron detenidos en un Citroën C5 delante del camión que llevaba la droga.

“El narco de la frontera junta a los capitalist­as, que en general pueden ser entre cuatro y diez, para pasar el cargamento desde Bolivia o Paraguay, que en la mayoría de los casos son desde 40 kilos de cocaína hasta 800 o 1000 kilos de marihuana”, describió Martín Verrier, secretario de Lucha contra el Narcotráfi­co.

Cuando se consigue a los capitalist­as narco, se define si la entrega será en la frontera o incluirá el traslado de la droga a los centros urbanos. Cada opción tiene un precio: un kilo de cocaína en Orán, Salta, tiene un costo de 1500 dólares, mientras que el valor de la droga “puesta” en Buenos Aires asciende a 8000 dólares.

Hay quienes no solo trasladan la droga, sino que también se encargan del llamado envainado (pesaje y fraccionam­iento en panes o ladrillos que se recubren con nylon o papel film adhesivo) y el camuflaje, un recurso que varía. La droga puede ocultarse en el chasis del vehículo, en dobles fondos o en una carga que se usa de pantalla, que pueden ser de muebles a pescado.

Esa tercerizac­ión en el engranaje logístico del narcotráfi­co se paga en especie. Puede variar entre el 5 y el 15% del cargamento de estupefaci­entes a trasladar. El precio varía siempre en función del riesgo.

Eso explica algunas cosas, como que, por ejemplo, Orán tenga el mayor nivel de consumo de cocaína del país. Los operadores logísticos cobran en cocaína y la revenden en esa localidad, donde a la par de los graves problemas de adicciones –entre ellas, la de paco– desde 2017 se incrementa­ron los homicidios.

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Policía bonaerense

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