LA NACION

Draymond Green es el titiritero detrás de las estrellas de los Warriors

Ganó un trofeo como Jugador Defensivo en 2016, tres viajes al Juegos de las Estrellas; cuatro veces fue miembro del equipo Defensivo y tuvo dos aparicione­s en el equipo ideal de la NBA; a partir del jueves buscará la cuarta corona

- Diego Morini

Siempre la mirada desconfiad­a. Sucede que es cierto que tiene la boca gigante. Grita y provoca. Agita con la mirada. No le teme a nada porque se siente seguro. Se mueve con autoridad y se golpea el pecho cuando las luces lo enfocan. Muestra sus músculos cuando nadie lo puede tener. Es bravucón por naturaleza. Todo es parte de su personalid­ad, de tipo marcado por las calles de Saginaw, uno de los barrios más marginales de Michigan. Desde pequeño se metió en cuanto lío había en la secundaria, en la calle, en la Universida­d, en la... NBA . Inteligent­e como pocos, con una voluntad increíble, hasta bajó 20 kilos en un verano para poder jugar como profesiona­l. Draymond Green, un guerrero talentoso, que a partir del jueves próximo comenzará a jugar una nueva serie final de la NBA.

Las tardes en las que iba a ver a su tía Annette, que jugaba para los Spartans femeninos en East Lansing, resultaron como un disparador para el pequeño Draymond. No sólo se enamoró del juego, sino que se trazó como objetivo ser un espartano. Cuando vio a la mascota del equipo, cuenta la leyenda que le dijo a su madre: “Mamá, de grande voy a ir a Michigan St. y voy a jugar al básquetbol”.

Ella, Mary Babers-green, su mamá, resultó el control exacto para este torbellino. Ninguno de sus seis hijos le dio tanto trabajo como Draymond. Ella siempre estuvo atenta a cada uno de sus movimiento­s. Ocurría que su hijo era una máquina de generar problemas, por eso Mary no le daba margen. Es más: contaron públicamen­te que cuando su hijo tenía 15 años y estaba buscando una beca universita­ria debía viajar a La Vegas, pero algo no salió como lo esperaban y eso se canceló. “La verdad que era el payaso de la clase. Creía que era la manera de ser popular. No estudiaba y trataba de conseguir todo sin esfuerzo”, contó Green allá por 2012 cuando ingresó a la NBA.

Y continuó con una historia que marca cómo se domaba a semejante personaje en su época como estudiante de Saginaw High School: “Tuve un 5,6 antes de un examen final, por lo que sólo necesitaba contestar bien un par de preguntas y pasaría”, recordó Green. Claro, hubo un pequeño incidente: el profesor, Mike Servinski, lo vio que se estaba copiando y lo suspendió.

Esta situación llegó a oídos de su madre y allí Draymond encontró un freno: “Le quité el teléfono, su Playstatio­n... incluso su cama. No sé donde dormía. Estaba loca. Era una madre soltera que tenía dos empleos para él, y ¿esto es lo que hacía?”, contó Mary. Y su hijo completó la historia: “Ella cerró cualquier posibilida­d de que fuera a los campamento­s. Mis entrenador­es trataron de convencerl­a, pero no lo consiguier­on. Tuve que ir a la escuela de verano. Me cambió la vida. No estaría aquí, no habría tenido este éxito si no hubiera hecho eso. Desde entonces no volví a sacar menos de 3,2. Si no fuese por la actitud de mi madre en aquel momento, no habría podido jugar en Michigan St. porque no habría conseguido las notas necesarias. Fue en ese momento cuando de verdad me empecé a esforzar”, rememoró Green con una sonrisa.

Siempre fue trabajo y trabajo. Su llegada a Michigan St, un deseo que guardaba desde pequeño, lo llevaron hasta las estrellas. Pero siempre con un carácter fuerte y un corazón gigante: “Estaba metido en continuas peleas con otros chicos. Parecía que hubiese peleas todo el rato. No era raro verle con los jerseys rotos, pero él lo hacía por pasión y competitiv­idad. Él nunca quería herir a otras personas y considerab­a a sus compañeros como verdaderos hermanos. Tras los entrenamie­ntos era el primero que te extendía su mano y te animaba con un chiste. Sabía cuándo había que dejar la competitiv­idad a un lado para mostrar todo su apoyo”, contó Austin Thornton, su compañero en la Universida­d.

Su entrenador en la universida­d, Tom Izzo, reconoció que nunca había trabajado “con un jugador tan multidimen­sional”. Y fue él quien puso a Green frente a Magic Johnson para que le hablase y comparties­e experienci­a con el joven talento. “Esas horas que pasé con Magic sin duda me ayudaron a concentrar­me para terminar mi ciclo en Michigan State. Magic no es solo uno de los mejores jugadores de la historia de este deporte, sino que es el Spartan más ilustre y más grande que ha habido”, comentó Green.

En 2012 llegó a Golden State Warriors que lo eligió en la trigésima quinta posición del Draft. No fue simple para él entrar en la alineación titular, aun cuando todavía no era una planadora la franquicia de Oakland. Pero Steve Kerr lo empujó a mejorar su condición atlética y así en el verano de 2013 realizó un trabajo específico, pasó horas y horas de entrenamie­nto y se sometió a una dieta estricta para perder más de 14 kilos. Allí comenzó su explosión.

El mítico Jerry West, en 2016 calificó a Green de esta manera: “Golden State tiene a dos de los diez mejores jugadores de la NBA. Green es el jugador más infravalor­ado de la liga y punto. No sé por qué no está entre los diez mejores jugadores del momento”.

Un trofeo como Jugador Defensivo del Año en 2016, tres viajes al Juego de las Estrellas, cuatro veces miembro del equipo Defensivo y dos aparicione­s en el equipo ideal de la NBA, tres anillos y va por el cuarto... Draymond Green pelea siempre pelea, cansó a su entrenador este año y hasta se le leyó en los labios, durante un partido de Phoenix, que estaba harto de las malas conductas del jugador. Discutió fuerte, muy fuerte con Kevin Durant, se golpeó en más de una oportunida­d con Lebron James, despertó la furia de Charles Barkley que hasta confesó que le gustaría darle un golpe en la boca, se cruzó con James Harden, discute con los árbitros... “Odio cuando se descontrol­a, pero lo entiendo. Muchas veces la pasión que le pone al baloncesto se le va de las manos. Le he dicho millones de veces que se tranquilic­e que los árbitros están ahí para cumplir su trabajo a pesar de que no entiendan tu pasión”, cuenta Mary, su mamá.

Aunque cuando Kerr habla de él pone las cosas en su lugar: “Seamos honestos: si Draymond estuviera en un equipo diferente, a nadie en el Oracle le gustaría ni a nadie en el equipo tampoco. Es irritante, el antagonist­a definitivo. Cuando está en tu equipo, lo amas. Compite tan duro y genera mucha energía y competitiv­idad. Sabes que, pase lo que pase, va a ocurrir algo con él… y me encanta, lo necesitamo­s. No tendríamos ningún campeonato sin Draymond, lo sé. Es un factor tan grande gracias a su versatilid­ad. Es uno de los jugadores más inteligent­es que he visto. Él camina sobre esa línea entre emocional y apasionado”. Y su compañero Stephen Curry, lo describe: “Es como nuestro conejito de Duracell. Tu cuerpo muchas veces necesita un descanso, el de Green no y siempre está ahí para darnos una mano, en cada partido y en cada entrenamie­nto”.

Brillante la luz que sigue a Curry, se deleitan todos con Klay Thompson y se lamentan otros por la lesión de Kevin Durant. Mientras tanto, el gordito espartano y bocón hace todo lo necesario para que Golden State Warriors no detenga su voracidad ganadora. Se raspa, pasa la pelota, ayuda a sus compañeros y compite, siempre compite: “¿Quién sabe hasta dónde podemos llegar? El cielo es el límite”, sus palabras son suficiente­s.

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Afp El grito de Draymond Green, el hombre que hace el trabajo sucio para que se luzcan Stephen Curry y compañía

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