LA NACION

El papel del Banco Central

Cualquier reforma de la carta orgánica de la autoridad monetaria debería contemplar su independen­cia y apuntar a asegurar la estabilida­d de la moneda

- Director: Bartolomé Mitre

Solo el 2% de los argentinos creen que la responsabi­lidad sobre la inflación recae en el BCRA

UFundado por Bartolomé Mitre el 4 de enero de 1870 Número 1, Año 1

n reciente sondeo de opinión pública realizado por la consultora D’Alessio-Berensztei­n indicó que apenas el 2% de la población entiende que la responsabi­lidad sobre la inflación recae en el Banco Central (BCRA), nuestra autoridad monetaria, mientras que la mitad de los consultado­s creen que es culpa de empresario­s y comerciant­es que remarcan precios. Esta particular concepción puede explicar el amplio apoyo con el que la sociedad recibió, según la misma encuesta, el programa de medidas de abril que contempló la extensión de los “precios cuidados”, ahora llamados “precios esenciales”, aunque esté demostrado que los controles de precios nunca sirvieron para terminar con la inflación.

Lo expuesto da cuenta de la importanci­a de hacer docencia sobre el papel del BCRA, que pasa justamente por preservar el valor de nuestra moneda.

En el documento de las 10 propuestas para el diálogo y el consenso elaborado por el gobierno nacional, se propicia “sostener un Banco Central independie­nte que combata la inflación hasta llevarla a valores similares a los de países vecinos”. Meses atrás y antes de esto se había hecho saber que en ámbitos oficiales se trabajaba en un proyecto de reforma de la carta orgánica de la entidad. Segurament­e, cuando se tomó esta iniciativa, se pretendía remediar la frustrante imagen expuesta en aquella reunión de prensa del 28 de diciembre de 2017 en la que el presidente de la entidad monetaria se mostró dependient­e del jefe de Gabinete. Está claro ahora, y eso es bueno, que el propósito es volver a darle plena independen­cia al Banco Central y focalizarl­o en preservar la estabilida­d monetaria. Así era hasta 2012, cuando fue modificada su carta orgánica mediante la ley 26.739, impulsada por el kirchneris­mo. En aquellos tiempos corrían vientos fuertement­e intervenci­onistas que no se conformaba­n con un rol único y específico, que había sido hasta entonces “preservar el valor de la moneda” (Art. 3° de la ley 24.144, de 1992).

La modificaci­ón de 2012 no respetó el sano principio de la independen­cia. El artículo 3° de la carta orgánica que antes decía que en la formulació­n y ejecución de la política monetaria y financiera “el Banco Central no estará sujeto a órdenes, indicacion­es o instruccio­nes del Poder Ejecutivo Nacional”, fue modificado durante el gobierno de Cristina Kirchner por el siguiente texto: “El banco tiene por finalidad promover en la medida de sus facultades y en el marco de las políticas establecid­as por el gobierno nacional la estabilida­d monetaria, la estabilida­d financiera, el empleo y el desarrollo económico con equidad social”. Ese cambio conceptual, de tinte nacionalis­ta y populista, habilitó además al BCRA a actuar como banca de fomento. Apareciero­n así espacios de manejo discrecion­al, origen de pérdidas operativas y en los que, además, la entidad responsabl­e de la superinten­dencia del sistema financiero actuaba en competenci­a con sus supervisad­os.

El rol de la banca central ha sido motivo de debate en los ámbitos académicos. Con atendibles razones, algunos se inclinan por negar la convenienc­ia de su existencia y postulan un sistema de banca libre. En esa versión se admitiría la competenci­a de monedas, sin la imposición de una única de curso legal y forzoso. No habría un prestamist­a de última instancia ni posibilida­des de emitir para financiar a los gobiernos. En apoyo a esa posición se recuerda que hasta la crisis de 1930 no había prácticame­nte bancos centrales en el mundo.

Hay otras opiniones, también con buenos fundamento­s, que entienden que le cabe a la banca central un rol importante en el manejo de la política monetaria y que contribuye a la estabilida­d en la medida en que actúe con independen­cia y orientada a ese fin. El éxito económico de Perú de los últimos años, como hemos dicho desde estas columnas, debe mucho al respeto por la independen­cia de su Banco Central, que es presidido por la misma persona, Julio Velarde Flores, desde 2006, cuando Alan García era presidente de ese país.

De hecho, prácticame­nte todos los países hoy disponen de un banco central o de una institució­n que sin esa denominaci­ón desempeña esas funciones. Los hay en diferentes sistemas políticos y económicos, desde la Reserva Federal de los Estados Unidos hasta el Banco Central de la comunista Corea del Norte. La discusión sobre la existencia o no de un banco central parece haber sido saldada por esta realidad. Lo importante es entonces definir claramente sus funciones y que luego sean respetadas.

La Argentina parece muy lejos de un debate serio sobre el BCRA cuando sus actuales directores se encuentran en comisión, sin acuerdo y sin estabilida­d ni protección judicial frente a las medidas que deben tomar.

Adherimos al propósito de concentrar­se en un objetivo principal: asegurar la estabilida­d de la moneda. Detrás de este fin, la entidad debe estar en condicione­s de manejar los resortes de la política monetaria, dentro de los cuales cabe mencionar la tasa de interés y la expansión o retracción de la oferta monetaria en operacione­s de mercado abierto. La superinten­dencia de entidades financiera­s no necesariam­ente debe ser una tarea del Banco Central. Lo es en la Argentina desde su creación, en 1935, cuando entonces su capital era mixto. Esa función fue mantenida luego de la estatizaci­ón total, en 1946, hasta la actualidad. Deberá estudiarse junto al proyecto de la carta orgánica la convenienc­ia de separar la superinten­dencia en otra entidad. Sus atribucion­es deberían ser equilibrad­as y acotadas al objetivo de dar seguridad y transparen­cia, e incentivar la eficiencia de un sistema bancario competitiv­o.

Resta decir que muy difícilmen­te un Banco Central pueda cumplir con su principal objetivo si debe operar en el marco de una situación fiscal crónicamen­te desequilib­rada. Todo esfuerzo para abatir la inflación y sanear la moneda encontrará finalmente escollos muy difíciles de superar. Por lo tanto, la iniciativa de reformar la carta orgánica debe ser parte de un programa de reformas que aseguren un sólido y sostenible superávit fiscal que sustente una reducción de la deuda pública.

“la nacion será una tribuna de doctrina”

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