LA NACION

Kiss y aquel coqueteo con la música disco

Los cuarenta años de un clásico: “I Was Made For Lovin’ You”

- Fernando García

“Una leyenda urbana dice que si vas al baño a las 3 de la madrugada, ponés esto a todo volumen y esperás diez minutos, te cae la policía”, escribe en YouTube el usuario “Javier Martínez” (no es el de Manal, no) entre las entradas al video de Kiss “I Was Made For Lovin’ You” con 185.918.990 vistas.

Parece una parodia de toda la informació­n que rodeaba al fenómeno desatado por Kiss en la Argentina hacia 1980, cuando las leyendas sobre el grupo de heavy metal-glam habían edificado una narrativa del mal en los medios y, también, apropiada como gesto de osadía entre sus fans adolescent­es. Se decía que Gene Simmons, el bajista, se había injertado una lengua de vaca; que el grupo soltaba pollitos vivos en escena para pisarlos; que ofrecía un millón de dólares a quien se suicidara durante uno de sus shows; que el nombre ocultaba una sigla: Kings of Imperial Satan Service (Reyes del Servicio Imperial de Satán). Los puristas que venían escuchando a Kiss desde 1975 decían otra cosa. Que con “I Was Made For Lovin’ You” el grupo había vendido su alma a otro diablo: el negocio de la música disco.

El paso del rock a la música disco, dos escenas que parecían antagónica­s y hasta enemigas (recuérdese el movimiento “Disco sucks” encabezado por el crítico Lester Bangs), se dio precipitad­amente a partir del éxito global de los Bee Gees con la banda de sonido de Fiebre de sábado por la noche, lanzado en noviembre de 1977.

A partir de ese golpe maestro sobrevino una catarata de hits hechos por artistas asociados al rock duro o progresivo que salieron a disputar el dancefloor de Studio 54. Primero fueron los Stones con “Miss You”; luego, Rod Stewart con “Do You Think I’m Sexy”; nada menos que Pink Floyd con “Another Brick In The Wall”; Electric Light Orchestra y “Last Train To London”, y Queen con “Another One Bites The Dust”.

Un repaso al correo de lectores de la revista Pelo muestra una indignació­n monumental hacia los “traidores” que no paraban en tanto de escalar los charts. Ninguno, hay que decirlo, con la soltura y gracia que los hermanos Gibb habían exhibido en “You Should Be Dancing”, por ejemplo. Mover el cuerpo parecía ser un problema para el público del rock, que había nacido justamente como una música de baile interracia­l. Dentro de la cultura rock, el paso a la música disco era objetado como pose frívola. Lo satirizaba Seru Giran en “La grasa de las capitales” al mismo tiempo que la revista Expreso Imaginario, la competenci­a contracult­ural de Pelo, dedicaba una tapa al fenómeno con un retrato de John Travolta impactado por un tomatazo.

Kiss estaba en otra galaxia y Paul Stanley, autor de la canción, consiguió el objetivo de meter el segundo disco de oro del cuarteto enmascarad­o después de la azucarada balada “Beth”, disco simple del álbum Destroyer (1976). El alcance global de “I Was Made For Lovin’ You” fue, sin embargo, mayor. Casablanca, el sello del grupo, ya se había anotado el advenimien­to de Donna Summer, la reina de la música disco, y ahora tenía entre sus manos un fenómeno que explotaba en varias direccione­s: la radio, la discoteca y el culto al misterio del maquillaje y el supuesto filosatani­smo. El hit de Stanley se hace cargo de ese doble estándar: se puede cantar y bailar, pero el riff y el solo de guitarra de Ace Frehley mantienen el estilo heavy metal de Kiss a raya. Como en todo el resto del álbum, Dynasty, el baterista, fundamenta­l en el groove bolichero de “I Was Made For Lovin’ You” no era el baterista. Esto quiere decir que Peter Criss, alias el Gato, que hace playback en el videoclip del hit, no toca en el disco, sino que es reemplazad­o a petición del productor por Anton Fig, héroe anónimo del éxito.

Dynasty se publicó en la Argentina como Dinastía y fue el primer disco de Kiss para el que Polygram (que representa­ba aquí a Casablanca) invirtió en difusión. Que Kiss haya mantenido encendido su estatus de culto a pesar de la masividad hace posible que hoy la historia se haya dado vuelta. La edición argentina del álbum es buscada como fetiche y llega a cotizar 3000 pesos en Mercado Libre, lo mismo que el todavía más raro cassette. Cuenta la leyenda que el encargado de prensa de Polygram, Rubén González, alimentaba los rumores para una prensa sedienta de escándalo. A partir de una foto donde se veía al guitarrist­a Ace Frehley atravesado por dos manos de mujer entrelazad­as, este hombre difundió la falsa noticia de que los cuatro miembros de Kiss se habían injertado manos de mujer. Y eso salió publicado en las revistas de actualidad de la época. Igual que el infame affaire de los pollitos que, cuentan, también habría salido de su fantástica imaginació­n.

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Archivo La banda nació hard rock y tocó el cielo con el pop

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