Récord de voluntariado. Tres de cada 10 argentinos hacen alguna tarea solidaria
Aumentó 6% respecto del año pasado y superó incluso el pico histórico de 2002
Hace cuatro meses, Juan Martín Trincado (32 años) decidió formalizar su vocación solidaria. Siempre había sentido el impulso de tender una mano y cuando conoció el trabajo que hacían los Bearded Villains Argentina (villanos barbudos) no dudó en sumarse a sus recorridas nocturnas.
Como él, son muchos los que en el último año eligieron donar parte de su tiempo. Según la última encuesta realizada por Voices! Research & Consultancy y WIN Internacional, este año ya batió un récord en cantidad de voluntarios: tres de cada 10 argentinos hacen trabajos comunitarios.
Se trata de un 6% más que en 2018 y un punto arriba de la cifra histórica de 2002 –corolario de la crisis de 2001–, cuando el porcentaje fue del 32%.
La compleja situación socioeconómica actual se presenta como una de las principales variables que influyeron en este aumento. “Cuando hay problemas, los argentinos reaccionan, hay un buen músculo solidario. Desde nuestros estudios vemos una relación entre la tasa de voluntariado y la situación económica a pesar de que la gente opina que este tipo de participación se necesita siempre”, explica Constanza Cilley, directora ejecutiva de Voices! “El desafío –agrega– es mantener este compromiso en el tiempo”.
Según esta encuesta, la suba de voluntarios en la Argentina se dio principalmente por una mayor participación de los hombres. Este cambio en la composición sociodemográfica es uno de los datos más llamativos del informe, al que la nacion accedió en exclusiva. Hace dos décadas el voluntariado se veía más como una actividad netamente femenina. Esto fue emparejándose y empezó a notarse a nivel global una prevalencia similar en hombres y mujeres.
El aumento de la pobreza que Juan Martín –a quien todos llaman Turquito– palpaba en cada esquina fue el motor que lo llevó a sumarse a esta hermandad que recorre todos los miércoles las calles porteñas para entregar mucho más que un plato de comida a quienes duermen a la intemperie: les llevan contención, una palabra de aliento, alguien que los mire a los ojos y los escuche.
En la Argentina, Cilley explica que “a diferencia del crecimiento del voluntariado en 2002, que se vio apalancado por mujeres y residentes de la ciudad de Buenos Aires, el actual se ve traccionado por un mayor involucramiento de hombres de edad media y del interior del país”.
Pasar a la acción
Actualmente, Bearded Villains Argentina –una hermandad que nació en Los Ángeles– tiene 70 miembros. En 2014, eran cinco. “A partir de 2018 se incrementaron los postulantes y, en este último tiempo, personas que nada tienen que ver con el club nos llaman, nos donan y nos dicen que quieren colaborar. Hoy recibimos, fácil, 20 o 30 llamadas por día de voluntarios que quieren sumarse a la causa”, explica Mauro Ponti, capitán de esta agrupación que busca unir a los hombres con barba de todas las culturas, credos y sexualidad en torno a cuatro pilares: la lealtad, el respeto por el otro, la familia y la caridad.
El Turquito es uno de los encargados de preparar la comida de los miércoles. “No te puedo contar lo lindo que es que un nene te tire del pantalón y te pregunte: ‘¿Puedo repetir? ¡Esto está riquísimo!’. Te das cuenta de que esa gente capaz que pasa semanas sin comer algo así: calórico, rico y hecho con amor”, dice. “No nos quedamos de brazos cruzados ante tanta indiferencia y adversidad”, agrega.
Voices! analizó las opiniones y creencias de 31.890 personas de 41 países de todo el mundo. El sondeo revela que el 29% de los entrevistados a nivel global dedicó tiempo en los últimos 12 meses a alguna organización sin fines de lucro y sin recibir un salario a cambio. Los números de participación mundial se mantienen similares a los de estudios de años anteriores, pero nuestro país muestra un salto significativo en el ranking: pasó al puesto 14, mientras que en 2005, por ejemplo, estaba en el puesto 46, de un total de 70.
Los jóvenes de 18 a 24 años siguen siendo el grupo etario (33%) que más se involucra, seguidos por los mayores de 65 (29%). En la Argentina, algunos ejemplos son organizaciones como Techo, donde casi 1000 jóvenes se suman todos los fines de semana, o Movilizarse, impulsora de los programas La Chocleada, La Naranjada y La Papa Solidaria, en los que alumnos secundarios participan de la recolección a mano de los alimentos en hectáreas donadas por productores. “En 2018 tuvimos un promedio de 157 voluntarios por programa, mientras que este año son 242”, cuenta Nicolás Boero, coordinador general de Movilizarse.
Además, a partir de los testimonios recogidos, se evidencia que el nivel de voluntariado en el mundo crece a mayor nivel de educación: 42% son universitarios con posgrado versus un 18% con educación primaria. Por otro lado, la situación laboral también influye: los estudiantes (36%), los trabajadores de media jornada (33%) y los jubilados (32%) tienen una mayor prevalencia que los trabajadores de jornada completa (29%), los desempleados (24%) y las amas de casa (18%).
En Fundación Franciscana, por ejemplo, hay 70 jóvenes estudiantes de las carreras de Psicología, Trabajo Social y Terapia Ocupacional que colaboran, gracias a convenios de diferentes universidades, en los 11 programas que la ONG lleva a cabo en sus dos sedes, ubicadas en el barrio Fuerte Apache, Ciudadela, y en Lomas de Mariló, Moreno. “Desde 2018 se incrementó en un 30% la fuerza del voluntariado. Son el motor de nuestro trabajo. Su entrega gratuita y comprometida nos permite acompañar a más personas y nos muestra una lógica que tiene que ver con el darse y ofrecer lo que cada uno tiene para ponerlo al servicio del otro”, detalla Pamela González, coordinadora institucional de la fundación.
Sofía Hammar (22) estudia Servicio Social en la Universidad del Salvador, es de Tigre y hace algo más de un año que se sumó como voluntaria a Pata Pila, una asociación civil que trabaja junto a comunidades en situación de vulnerabilidad en Salta, Mendoza, Entre Ríos y Buenos Aires. Su objetivo es impulsar programas de desarrollo comunitario, prevención de la desnutrición, promoción de las personas y educación integral: llegan a 564 niños por semana y a más de 90 madres que son capacitadas en talleres de oficios, repostería, panificación y costura.
Actualmente, y por un mes, Sofía está instalada en la comunidad guaraní de Yacuy, en Salta, coordinando a los voluntarios que llegan de todo el país. “Cuando vengo a la comunidad y me encuentro con toda esa gente por la que Pata Pila trabaja día a día, y veo en acción los programas y los talleres, siento que todo lo
que se hace vale la pena. Mi mayor satisfacción es ver a una madre que el año pasado estuvo en el taller de panadería y hoy está vendiendo pan en la plaza, que la que aprendió costura hoy prepara los disfraces para un acto en la escuela o que los jóvenes organizan actividades para los niños los sábados”, cuenta Sofía, del otro lado del teléfono.
En Pata Pila, el aumento de las ganas de ayudar también se nota. “En 2018 hubo 20 voluntarios durante el año, y en el viaje que se hace en el verano, cuando se quedan viviendo en Yacuy, fueron siete. En cambio, en enero de este año viajaron 25”, cuenta Pilar Ermilio Páez, coordinadora regional de Pata Pila en Salta. “La mayoría tiene una edad promedio de 25 años y viene sobre todo gente del interior para colaborar con proyectos concretos según los perfiles de cada uno”, agrega.
Ocho de cada 10 argentinos se autodefinen como solidarios según Voices!; sin embargo, cuando se miden las acciones concretas, los números bajan significativamente. Cilley aporta datos al respecto: cuatro de cada 10 dicen donar bienes; un tercio, dinero; cuatro de 10 dieron sangre alguna vez en la vida, pero regularmente solo un 6%.
“La solidaridad es empatía. Es ponerse en el zapato del otro, tener respeto por el dolor ajeno y, sobre todo, ir desterrando prejuicios. Si bien todavía hay mucha gente que al toparse con alguien pidiendo en la vereda o viviendo a la intemperie mira para otro lado, hay muchos más que entienden que no hay que juzgar livianamente y que ese simple gesto es algo que nos acerca, nos une como vecinos, como sociedad. Percibimos ese cambio de mirada, se suma cada vez más gente con ganas de ayudar”, concluye Mariela Fumarola, fundadora de Caminos Solidarios y voluntaria de Red Solidaria.