Para el mediático clan, la sangre es más espesa que las convicciones políticas
El padre y dos hermanos de Johnson pasaron de ser militantes de la permanencia en la UE a apoyar el Brexit
LONDRES.– A principios de julio, Boris Johnson –la topadora pro-Brexit que probablemente se convierta mañana en primer ministro de Gran Bretaña– declaró que a los inmigrantes de su país se les debería exigir que aprendan inglés, y se quejó de que en algunas partes de Gran Bretaña “alguna gente no usa el inglés como primera lengua”.
Sus declaraciones naturalmente molestaron a muchos británicos, entre ellos los galeses y escoceses que hablan, respectivamente, galés y gaélico. También molestaron a Rachel, hermana de Johnson, pero de una manera propia de ese clan competitivo, estrechamente unido y ávido de cámaras como los Johnson, que en la vida de los británicos ocupan un lugar a mitad de camino entre el de los Kennedy y los Kardashian en la vida de los norteamericanos.
Al igual que su hermano y su padre –ambos inicialmente fueron implacables opositores al Brexit y luego cambiaron de posición–, Rachel tuvo que hacer una pirueta muy complicada alrededor de la candidatura de su hermano mayor. Si es por eso, lo mismo hicieron muchos políticos conservadores que antes tributaban al bando del “Boris Nunca” y que en las últimas semanas dieron una voltereta en el aire para abrazar una especie de filosofía de “Solo Boris”.
Pero en el seno de una familia, las cosas siempre son complicadas. Ya sea por lealtad fraterna, porque alguien les advirtió que se portaran bien o porque quieren sacar lustre a su propia marca como preparativo para el ascenso de Boris, ahora los Johnson parecen ceñirse a la idea de que la sangre es más espesa que las convicciones políticas.
Así que Rachel respondió al escandalete sobre el idioma inglés con un clásico tuit a lo Johnson: se aseguró de no quedar afuera de la historia, disimuló sus críticas tácitas a las declaraciones de su hermano con un golpe a título personal, como si las diferencias políticas pudiesen quedar reducidas a bromas entre familiares, y aprovechó para dejar en claro que los Johnson son personas extraordinarias, muy diferentes al resto de nosotros, en este caso debido a su educación clásica y a su inteligencia discursiva.
“En casa se hablaba en griego antiguo”, exageró presumiblemente Rachel en Twitter, aunque cada tanto Boris suele soltar algún latinazgo o comentario agudo en griego, por lo general, en un momento totalmente inesperado.
En Inglaterra, los Johnson ya son celebridades menores debido al alto perfil que cultivan en ese concentrado invernadero político y mediático que es Londres.
Rachel, de 53 años, es columnista, novelista, exeditora de revistas, conductora de talk-shows, estrella de reality-shows, y también compitió sin éxito por un escaño en el Parlamento. Hace un par de meses, también buscó sin éxito una banca en el Parlamento Europeo, por un partido que se opone al Brexit. Pero no es el único pariente de alto perfil que tiene Boris.
También está Stanley, el patriarca de 78 años y un europeísta de toda la vida, que ahora apoya el Brexit. Y también Jo, el hermano menor, de 47, miembro conservador del Parlamento que en el referéndum votó en contra del Brexit y después cambió de postura.
El tercer hermano, Leo Johnson, de 51, el único castaño de esa familia de rubiedad cegadora, es un experto en sustentabilidad y conductor de la radio de la BBC que una vez dijo: “Amo a Boris como hermano, pero no quiero hablar de su trabajo”. Y hay dos medios hermanos más, fruto del segundo matrimonio del patriarca Stanley.
Pero a puertas cerradas, el Brexit generó todo tipo de problemas en el seno familiar. “Hay varios focos de conflicto abiertos”, dice Sonia Purnell, autora de la biografía Just Boris (Simplemente Boris). “Queda claro que Jo y Rachel apoyan totalmente la permanencia de Gran Bretaña en la Unión Europea, y que se quedaron pasmados y descorazonados por la actitud de Boris, pero es probable que también le tengan un poco de miedo, sobre todo Rachel. También conservan el recuerdo de haber tenido que defenderse mutuamente cuando eran chicos, y eso estableció entre ellos un vínculo bastante indestructible”.
La postura actual de toda la familia es que lo mejor que puede pasar es que Boris llegue al cargo.
“Estoy encantado y lleno de orgullo. ¿Qué padre no lo estaría?”, dijo Stanley. Escritor, locutor, activista de causas ambientalistas y exopositor al Brexit, Stanley tiene el mismo color de pelo rubio furioso, la misma expresión pícara y aspecto desaliñado de su famoso hijo.
Ian Hislop, editor de la revista satírica Private Eye, dice que los Johnson son “nuestra versión cómica de los Kennedy”, aunque todos parecen vivir bastante incómodos a la sombra de Boris. Y no es que les falten oportunidades para mostrarse juntos. En los últimos años, Stanley ha aprovechado su “Johnsedad” en numerosas apariciones en realityshows de la televisión británica.
“Por supuesto que este es un momento agridulce para mí, si se piensa que pasé 20 años en Europa, tanto como miembro del Parlamento Europeo como en altos cargos de la Comisión Europea”, dijo Stanley.
De hecho, mientras Boris ya orquestaba la campaña del Brexit de cara al referéndum de 2016, Stanley hacía campaña para el bando de los europeístas. “Pero perdimos”, manifestó Stanley. En 2017 cambió de postura, se pasó al bando de los secesionistas, y ahora es el fan número 1 de la causa de su hijo.
Pero la voltereta política de Jo –de opositor a partidario reacio del Brexit, y de ahí a “Borista” hecho y derecho– tal vez sea la más enrevesada de todas. Cuando su bando perdió el referéndum, Jo se sumó al gabinete de la premier Theresa May con el objetivo de colaborar para que se llegase a un buen acuerdo de salida de la Unión Europea.
Pero en noviembre pasado renunció, argumentando que el Brexit había sido tan mal manejado que la única manera de evitar una catástrofe era convocar a un nuevo referéndum. Y como un dardo indirecto a su hermano, dijo que la campaña pro-Brexit había hecho “promesas fantasiosas” y sembrado “expectativas falsas”.
“El Brexit ha dividido al país”, decía en su carta de renuncia. “Ha dividido a los partidos políticos, y también ha dividido a las familias”.