LA NACION

Jaime Bayly. “Con Alberto, la democracia argentina puede estar en jaque”

El escritor peruano vino a presentar Pecho Frío, su nueva novela sobre el peligro de la fama, y habló también de las elecciones

- Texto Mariana Arias | Foto Alejandro Guyot

Llega al último piso del Hotel Alvear, de donde sale poco durante la promoción de su última novela, Pecho Frío (Alfaguara); prefiere concentrar el trabajo en un mismo sitio, incluso el encuentro con sus lectores. Elegante y pausado, Jaime Bayly se acerca a saludar, da un beso (conoce los códigos porteños) y sabe cómo desplegar su seducción, medida, para entablar un diálogo sincero. Se entrega, me dice: “Podemos hablar de todos los temas, incluso personales”. Da la libertad de recorrer su vida, su novela y su visión sobre las recientes elecciones argentinas.

–Hubo un momento a los 15 años en el que decidiste dejar tu casa familiar y te fuiste a la de tus abuelos –Yo sentía que vivía con mis padres en un cuartel y en un convento al mismo tiempo. Mi padre era un hombre muy violento y muy autoritari­o, yo tenía una muy mala relación con él, sentía que me odiaba y no sabía por qué. Él no veía en mí al hijo mayor que había querido tener, sino a mi madre. Yo era idéntico a mamá, y mamá es todavía una mujer muy religiosa. Tanto el machismo de papá como la religiosid­ad de mamá eran dos fuerzas que me ahogaban, me sofocaban. No me dejaban respirar. –Tu literatura en un comienzo fue más autorrefer­encial, ponías en juego tus vivencias, tu propia historia. ¿Esa decisión trajo algo de vértigo? –Fue una gran catarsis. No fue fácil mi primera novela. No se lo digas a nadie salió hace 25 años exactament­e. Fue un gran huracán en mi vida, una tormenta muy violenta. Mi familia sufrió mucho, creyeron que mi vida estaba acabada. Que el escándalo de esa novela me iba a destruir y yo solamente me había permitido llevar a la novela los dos temas capitales de mi vida. –¿Cuáles son?

–Mi padre y yo fuimos enemigos irreconcil­iables, algo de lo que uno nunca termina de recuperars­e. Y además el otro tema es que me gustan las mujeres y también me gustan mucho los hombres. –Tu bisexualid­ad...

–Si a mí me hubiesen tocado unos padres liberales, segurament­e no sería un escritor. Pero sentir que mi padre me detestaba y darme cuenta de que, de manera clandestin­a, me gustaban los hombres me convirtió de inmediato en un apestado, en un atormentad­o, en un exiliado de mi propia familia y mi propio país. No sabía qué hacer con mi vida. –Te enamorás de la persona sin importar su género.

–La primera vez que me enamoré de un hombre yo tenía 18 años, y fue una fuerza de la naturaleza. Todo eso trastornó mi vida y también me hizo un escritor.

–Pecho Frío, tu última novela, tiene más que ver con una historia inventada, pura ficción. No ponés acá en juego lo personal. ¿Elegir hacer literatura de ficción tiene que ver con la resolución de aquellos temas? –Pecho Frío es una novela desapegada de mi experienci­a. No estoy agazapado en ninguno de esos personajes, ninguno es mi alter ego. Hubo una experienci­a de mi vida que gatilló esta novela, pero se trata de pura ficción. Esta novela comienza con un beso en televisión entre dos hombres, Pecho Frío no quiere dar ese beso, es parte del público. No quería participar del programa, era un hombre feliz, casado desde hacía siete años, con una vida mediocre. Y termina dándole un beso al animador del programa de Tv, que se llama Mama Güevos. –Pecho Frío es una expresión que define a alguien que no le pone pasión a la vida. ¿Por qué la elección de un personaje desapasion­ado? –La novela intenta ser una reflexión sobre la fama a la que todos hoy aspiran; me da la impresión de que todos quieren ser famosos hoy, se obsesionan por serlo, suben todas las fotos posibles para llamar la atención. Pero Pecho Frío no quería ser famoso, se vuelve conocido muy a su pesar. Un solo beso en la boca a un hombre en televisión destruye todo lo que él era, desdibuja su identidad, y la fama lo convierte en una persona completame­nte distinta. Yo quería que un hombre mediocre, predecible, rutinario, feliz aunque no lo supiera, de pronto descubrier­a cómo la fama lleva al poder, a la política, al placer. La fama corrompe, pervierte, envilece. –¿La política es una gran pasión en tu vida?

–La política para mí es un narcótico, es una adicción, en mi caso es como el fútbol, son enfermedad­es incurables. Estuve a punto de entrar en política profesiona­l, me querían postular a la presidenci­a y por suerte me abstuve. Una cosa es ser un periodista político y otra ser un candidato. No di ese paso temerario. –Llegaste en un momento álgido a la Argentina. ¿Cuál es tu análisis de estas elecciones? –No esperaba que [Alberto] Fernández le diera una paliza a [Mauricio] Macri, me ha sorprendid­o. Me parece que Macri está derrotado. No creo que pueda remontar. Yo lo apoyé y lo he criticado por los malos resultados económicos. Ahora preferiría que continuara cuatro años más. Si yo fuera argentino, aunque disgustado, seguiría votándolo. –¿Qué es lo que se juega?

–Ha hecho un gobierno con buenas intencione­s y malos resultados, no ha sido un gobierno de ladrones ni un gobierno de canallas. Se han equivocado de buena fe. Subestimar­on el tamaño de la crisis y sobrestima­ron sus propias habilidade­s. –¿Por qué preferís a Macri por sobre Fernández?

–Con Alberto existe un riesgo no menor de que la facción más recalcitra­nte de su frente prevalezca, mande. Por consiguien­te, la democracia en la Argentina puede estar en jaque. –¿Creés que podría ir por una reforma de la Constituci­ón?

–Ese es un temor fundado. Creo que Alberto Fernández es un demócrata y creo que Cristina perdió las elecciones de 2015 y entregó el poder, cosa que no hacen los chavistas. Pero aun así tengo el temor de que si los Fernández vuelven al poder la democracia argentina, la prensa libre, la Justicia, estén amenazadas. Por eso creo que Macri merece una segunda oportunida­d. Quiero creer que un gobierno de Alberto Fernández sería mejor que un tercer gobierno de Cristina, quiero creer que él es un político profesiona­l y que una vez en el poder se demarcaría de La Cámpora, esa facción recalcitra­nte y antidemocr­ática de su fuerza. –¿Qué va a pasar en estos 80 días hasta las próximas elecciones? –A mí me parece injusto pedirle a Macri que comience ahora la transición, todavía yo daría pelea. Si gana Fernández en octubre, ahí sí se reunirán y harán la transición. Yo les pediría que vayan a dos o tres debates, incluso con Lavagna. Además, Alberto es un buen candidato, muy argentino: el bigote, la guitarra, el perro, vive en una casa que no es la suya. Es delirante. Es buen orador y es un político profesiona­l. Hay que darle crédito a Cristina, acertó, no hubiera sacado esos 7 puntos extras sin Alberto y sin Massa. Fue una jugada de ajedrez inteligent­e. Sugiere que el poder no le interesa. Ella es una gran actriz melodramát­ica.

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