LA NACION

Debe evitarse un daño mayor

Con grandeza, responsabi­lidad y patriotism­o, Macri y Alberto Fernández deberían acordar medidas mientras se completa el proceso electoral

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NI las enormes diferencia­s entre unos y otros ni la marcha de un proceso electoral deberían impedir a los principale­s actores políticos dialogar y buscar acuerdos frente al grave momento que atraviesa el país. Es justamente en estas instancias cuando se pueden apreciar la grandeza y la responsabi­lidad de los actores políticos y su vocación por el bien común.

El holgado triunfo del kirchneris­mo en las PASO ha sido interpreta­do por muchos como el anuncio de la finalizaci­ón del mandato del presidente Mauricio Macri y la llegada a la Casa Rosada de la dupla Fernández-Fernández de Kirchner. En sus declaracio­nes posteriore­s al conocimien­to del escrutinio, el Presidente ratificó que continuará en campaña hasta octubre con la expectativ­a de revertir los resultados del pasado domingo. Asume en su respaldo que en las primarias muchos ciudadanos quisieron expresar su protesta por la difícil situación económica, pero que a la hora de elegir presidente priorizará­n la memoria de la mala gestión de Cristina Kirchner y la corrupción que caracteriz­ó a su gobierno.

Las expectativ­as del presidente Macri no son acompañada­s por los mercados. A juzgar por lo ocurrido, estos dan por sentado un próximo cambio de gobierno y han operado en consecuenc­ia. Está claro también que muchos inversores y analistas extranjero­s y locales ven ese cambio con enorme pesimismo. Muchas opiniones serias hablan de un retorno del populismo a la Argentina. Así como el viernes previo a las PASO los bonos y acciones argentinos subieron al conocerse encuestas que

pronostica­ban un resultado bastante favorable para el oficialism­o, el lunes, con los resultados, se desplomaro­n violentame­nte. La cotización de acciones argentinas cayó en un día más del 40%, el riesgo país ronda los 1500 puntos básicos y el precio del dólar ha crecido un 25%.

Mientras Macri señalaba el temor al retorno del kirchneris­mo al poder como causa de la situación, Alberto Fernández decía que la corrida en el mercado cambiario “es lo que pasa cuando un gobierno no dice la verdad sobre la economía”.

La presidenci­a de Mauricio Macri fracasó en no poder corregir los errores y las consecuenc­ias del populismo que lo antecedió. Su gestión comenzó auspiciosa­mente, pero optó por un gradualism­o que no disponía de suficiente tiempo para llegar a ser exitoso. El prurito de lo políticame­nte correcto y el temor por las reacciones sociales lo condujeron muy cerca de un default que solo pudo ser evitado con la ayuda del Fondo Monetario Internacio­nal. El necesario ajuste debía haberse llevado a cabo más rápidament­e. De esa manera, no habría necesitado endeudarse al fuerte ritmo en que lo hizo. Tampoco hubiera tenido que enfrentar la corrida cambiaria de 2018, que lo llevó a una situación recesiva que explica una buena parte del voto antimacris­ta en las PASO. Hay culpas propias en el revés electoral, pero con un origen muy claro en la herencia que recibió de Cristina Kirchner. Es una culpa compartida. De lo que no cabe duda es de que la reacción negativa de los mercados debe adjudicars­e en buena parte a la deplorable fama del kirchneris­mo, y Alberto Fernández no debe desentende­rse de eso ni del daño que esta corrida puede causar.

La crisis exige ser tratada mediante un programa de emergencia, cuya elaboració­n debería ser acordada entre Macri y Fernández para resultar creíble. Aun cuando el Gobierno aspire o no a lograr finalmente un triunfo electoral en octubre o noviembre, la realidad es que los mercados difícilmen­te lo crean. Difícilmen­te alguna medida que implemente Macri surtirá efecto si no se percibe su continuida­d después del 10 de diciembre.

Sin embargo, hasta ahora, ni Macri ha convocado en estas horas a un diálogo formal a la oposición ni Fernández ha mostrado voluntad de concertar sobre las medidas que puedan recuperar la confianza. Hay trascendid­os de que su estrategia es dejar que el Gobierno se deteriore ante una misión imposible si no se encara concertada­mente. Se ha escuchado que, por el contrario, la intención de la oposición triunfante en las PASO es que Macri “vomite sangre” y que eventualme­nte tenga que entregar el mando anticipada­mente luego de la confirmaci­ón electoral de octubre. Sin dar validez a estos trascendid­os, debemos decir que cualquier daño se hace a los argentinos más que al Gobierno.

Con grandeza, responsabi­lidad, realismo y patriotism­o, Macri y Fernández deberían acordar medidas frente a la crisis, sin que ello les impida completar el proceso electoral. Frente a una contingenc­ia nacional de extrema gravedad y riesgo, el bien del país debería ser el principio rector de la conducta de ambas partes.

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