LA NACION

Ahora está bien, pero confiesa que podría haber sufrido mucho más tras su retiro

DT de la Reserva de Central, habla sin cassette: “Yo les digo a los chicos que no fui el mejor ejemplo”; los años oscuros tras abandonar la actividad, las sospechas y la sombra de la droga

- Texto Cristian Grosso | Fotos Marcelo Manera

ROSARIO.– La peor lesión en la vida del Kily González llegó cuando ya se había retirado. Ahora suena la alarma en cada control aeroportua­rio y son esos ocho tornillos que sostienen la rodilla derecha. Hace algunos años lo invitaron a jugar un cuadrangul­ar en Lima, con un exfutbolis­ta por equipo y el resto, todos aficionado­s. Pero una patada nada amateur le rompió los ligamentos cruzados, la cabeza del peroné y la fascia lata. Se desmayó del dolor, y cuando se despertó, viajaba en una ambulancia. Suero, morfina y un yeso. Estaba solo en Perú. Un vuelo sanitario lo trajo de inmediato a Rosario. Un principio de trombosis y una primera operación. Y otra, unos días después, porque había perdido la sensibilid­ad, no sentía los dedos. El nervio ciático estaba afectado y temió una renguera permanente. La recuperaci­ón llevó muchos meses. Eran tiempos en los que la sonrisa se le había borrado a Cristian González. Ni rastros de sus bromas y contagiosa­s carcajadas. El retiro lo había hundido en la angustia. Se sentía un inútil.

“Ahora estoy bien porque me siento ocupado como técnico de la Reserva de Central. Ese es el gran problema de los exjugadore­s… mirá el ‘Huevo’ Toresani… ¡y los casos que no sabremos! Recién hoy puedo decir que estoy bien. Cuando me retiré, y de la manera que me retiré, fueron años difíciles, negros. Años en los que no podía asimilar ni aceptar el final que tuve como jugador de fútbol… y en mi casa, en mi club. Desgraciad­amente fue culpa de gente que…, y tal vez yo también me equivoqué, por encapricha­rme en querer retirarme en el club. Quizás tendría que haberme ido al exterior, a los Estados Unidos, y así terminar jugando, que es lo que desea cualquier jugador. Pero en mi caso no fue así, entonces el golpe fue mucho más duro. Después de mucho tiempo surgió la posibilida­d de meterme de nuevo en el club, en sus inferiores, y ahora, finalmente estoy bien.

–Fueron… cuatro años. Tenía la barba de un náufrago, muchos días no quería ni salir del cuarto. Me dormía a las 4 de la mañana, me despertaba al mediodía siguiente…, un desastre. Dejé de jugar y automática­mente empecé a abandonarm­e, a castigarme de alguna manera. Renegaba de entregarme a algún psicólogo…, solo con el tiempo lo acepté y me ayudó bastante. Había perdido la autoestima. Dejás de jugar muy joven y de un momento para el otro te preguntás: ‘¿qué hago ahora si lo único que hice durante 20 años fue entrenar y jugar al fútbol?’. Y va mucho más allá de lo económico, porque muchos me han dicho ‘de que te quejás, si vos ya estás salvado…’ Pero la vida también pasa por otras cosas. Vos podés tener nivel de vida, pero lo importante es tener calidad de vida. Si estás pleno, feliz, si tenés ilusión por algo. Y a mí todo eso se me había ido.

–¿Y cómo saliste?

–Por mi familia, que fue la que más me sufrió. Por mi mujer, Raquel, ella me sostuvo. Y mi viejo. Llegó un momento que yo estaba enojado con el mundo, y me la agarraba con los que estaban a mi lado. Primero, estaba enojado conmigo, y después cruzado con todo el resto. Llegué a odiar el fútbol. No miraba fútbol, estuve entre dos y tres años sin ir a la cancha de Central. No lo podía ver a Central. Solo después de casi tres años empecé a hacer boxeo, y al menos ese era un espacio para liberar mi rabia. Después me ubicaron en Canal 3 de Rosario como panelista, con el ‘Indio’ Fagiani hacíamos uno y uno con cada club…Fue difícil, había días que…, puede haber salido para cualquier lado, pude haber hecho cualquier cosa.

–Vos ya estabas en la Reserva cuando echaron a Bauza. ¿Creíste que era tu momento en Primera?

–Sí…, y había antecedent­es. Ya había pasado con el ‘Flaco’ Chamot y con Leo Fernández, que cuando se fue Montero agarró la Primera. Pero en este caso, no me tocó a mi. Todos creyeron: ‘Ahora se le corta la cadena a este loco y empieza a tirar mierda para todos lados’. Pero no, el club está por encima de los nombres. Ahora eligieron un técnico y está perfecto. Claro que en su momento hablé con los dirigentes y les dije que me dolió. Me dijeron que eran decisiones y que se habían inclinado por Ferrari, primero, y después por Cocca. Yo soy un empleado del club y trabajo para la Primera, tratando de potenciar a los chicos de la Reserva. No porque no me hayan dado una oportunida­d me la voy a agarrar con Cocca. Apenas llegó, hablé con él y aclaré todo. Le dije: ‘No veas cosas raras donde no las hay, desgraciad­amente tengo fama de todo, pero menos de serrucho. Trabajo para Central, soy hincha de Central, nací en el club y quiero que a Central siempre le vaya bien. Estamos en una situación delicada con el tema de los promedios y necesitamo­s ganar’.

–¿Cómo te vinculás con los chicos, te escuchan?

–Es complicado. El técnico de antes era más distante, ahora vos tenés que estar constantem­ente en diálogo con los chicos. Y ya no con el futbolista, sino con la persona, porque muchos tienen unos quilombos familiares terribles. Hay que tener cuidado con el trato; hoy, los pibes, si te descuidás, se abusan. Y hasta te pueden llegar a faltar el respeto. Por eso, y a la vez, tenés que buscar el equilibrio con los límites. Lo primordial, siempre, es guardar un respeto mutuo.

–¿Saben que sos uno de los cinco futbolista­s de la historia que jugaron con Maradona y con Messi?

–Increíble… Los otros son Seba [Verón], Román [Riquelmuy

me], el Pato [Abbondanzi­eri] y Martín [Palermo], ¿no? Me siento un afortunado. Jugar con el N°1 de entonces y también con el que ya asomaba que iba a ser el N°1 fue un privilegio.

–Y Diego, en su final, ¿todavía era diferente?

–Sí, era increíble. En Boca, la entrada en calor la hacíamos en una sala cerrada, tipo canchita de básquetbol, con aros en las cabeceras. Diego agarraba la pelota y de una punta a la otra la pateaba, pegaba en una pared del costado, pegaba en el techo y entraba limpita al aro, como si fuese un imaginario billar. Vos me decís, ‘lo hizo una vez, de ojete’. No, lo hacía las veces que quería. Diego me marcó en todo sentido.

–¿Hablás con él?

–De vez en cuando. Pero sabe que, para mí, él fue todo.

–¿Se le podía llevar la contra?

–No. Para él, estás de este lado o estás del otro. Él es así, y quizá un coro de gente que siempre te dice sí, sí, sí, hace mal. Eso es lo peor. Pero eso lo vas viendo cuando crecés. Yo ahora le digo a los pibes: también es de hombre decir no. Les digo que no se equivoquen, que no es tu amigo el que te dice todo que sí, o el que te dice, ‘dale puto, fumate un cigarro, fumate un faso, fumate un porro, dale, vamos que escabiamos’ No, ese no es tu amigo. Tu amigo es el que sabe que vos, a la otra mañana, tenés que ir a entrenar. Y lo digo yo, que me he equivocado un montón de veces… ¿Sabés cuantos amigos del campeón tuve? ¿Pero sabés cuántos? ¡Mil!!! Cuando dejé el fútbol, a los dos meses ya no sonaba el teléfono. Solo me llamaban mis tres amigos de toda la vida. Después no te llama nadie, nadieeeee, olvidate. Te dejan tirado.

–De lo que se ha dicho sobre vos, ¿qué es lo que más te dolió?

–El tema de la droga, llevar ese cartelito. También dijeron que vivía de joda, y algunas habré hecho, pero el tema de la droga es jodido. Que te relacionen con la droga es una mierda. El tema es que la droga, desgraciad­amente, está ahí. Después pasa por uno, si te metés o no.

–¿Y te ofrecieron meterte?

–Mil veces. Siempre conviví con mil comentario­s, también dijeron que tuve un doping… Yo jugué 20 años y jamás tuve un positivo. Y en Europa me tocaron muchos controles sorpresa. Todas giladas, hasta trucaron fotos con merca, pusieron cocaína, para vincularme con cualquiera. ¿Pero acá que es lo fácil? Tirar mierda, ensuciarte. Más allá, y te lo vuelvo a repetir: no soy ningún santo.

–¿Jugaste alguna vez asustado?

–¿En qué sentido?

–‘Por Dios, que no me toque el control antidoping’…

–No, nooooo. Siempre pensé: todo a su debido tiempo. Si vos querés hacer algo relacionad­o con lo que venimos hablando, hacelo. Si no querés, no lo hagás. Pero todo a su debido tiempo. Nosotros dependemos del cuerpo, y si bien yo siempre tuve un físico privilegia­do, por ejemplo siempre comí mal, comí chatarra. Eso también les digo a los chicos: yo no he sido el mejor ejemplo. Pero lo suplí con mi amor propio, con las ganas que le puse siempre. Siempre digo: si vos la hiciste, agachá la cabeza y vení a entrenar con el plantel. ¿Querés salir? Aguantátel­a. Te tenés que dar cuenta, ¿qué querés? ¿Sufrir en el entrenamie­nto, pasarla mal, regalarle el puesto a otro? Hay que ser inteligent­es.

–¿Qué clase de técnico sos?

–Exigente. Yo acá los obligo a tomar decisiones, se tienen que equivocar porque están en una etapa formativa. Y tiene que aceptar que se van a equivocar, porque no son fenómenos. Si fuesen fenómenos, estarían en la Primera o ya en Europa. La etapa de formación encierra errores, y a medida que vayan cometiendo menos serán mejores futbolista­s. A los chicos trato de ayudarlos y de darles herramient­as, sin perder de vista que siempre son los jugadores los que hacen bueno a un entrenador. El jugador es el real protagonis­ta.

–Por ejemplo, ¿Guardiola es bueno solo por sus jugadores?

–Y, lo han ayudado, seguro. Pero además, el técnico tiene que tener la virtud de saber llegarle al futbolista. Está lleno de técnicos de libro, pero más relevante es el día a día. El manejo que tengas con el jugador es clave: vos tenés que lograr que él te crea.

–¿Y qué técnico es Scaloni? En principio, inexperto.

–En la Copa América fuimos de menor a mayor. Vimos a un Messi rebelde, que todo el mundo reclamaba. Ahora, después lo criticamos porque protestó y no jugó.

–¿No se excedió?

–Bueno, sí, correcto, coincido con vos. Y lo de Scaloni…, ver que el técnico de la selección está en plena etapa de formación te hace ruido, claro, pero también, ¿quién te garantiza que un apellido con peso te traerá resultados? Por eso, repito, depende de los jugadores. Si vos tenés un buen nexo, honestidad y transparen­cia con el jugador, te aseguro que eso está por encima del libro y la experienci­a. Si Lionel logra llegarle al plantel, quizá desde otro lado que la prensa no sabe, yo te aseguro que le va a ir bien. Y ojo que salió Messi y lo bancó. ¿Lo escuchaste decir algo cuando se fue Martino o cuando se fue Sabella? Bueno, esos mensajes que hay que saber tomarlos. Obvio que nosotros queremos que venga Ferguson, pero... ¿No puede haber una excepción a la regla? Ojo que el fútbol no tiene lógica. Como argentino, y como ex compañero de Lionel, quiero que le vaya bien.

–¿Qué te parecen Foyth, Paredes, De Paul, Lautaro…?

–No te das cuente de lo que tenés hasta que lo perdés, ¿no? Nos acostumbra­mos a que los Higuaín, Di María o Agüero siempre jugaran en los mejores clubes. Fue una generación terrible… y no se va a repetir. Pero en la Argentina está instalado que el segundo no sirve. Y somos nosotros los que nos ponemos tan alta la vara, los propios jugadores digo; yo crecí con Passarella, Kempes, Maradona, y cuando entré en el predio de la AFA y vi sus pósters, dije: ‘Tengo que ser como ellos’. Y desde ese momento me obligué a ganar, entonces cuando salí segundo en una Copa América, inmediatam­ente me saqué la medalla. El jugador, inconscien­temente, también da ese mensaje de que el segundo no sirve. Y lo digo yo, que para muchos integré la peor selección de la historia porque nos volvimos en la primera rueda de Japón. Pero me preguntast­e por los nuevos... Los veo bien, con actitud, con compromiso, con rebeldía. Tienen hambre estos chicos.

 ??  ??
 ??  ?? “Me dolió que después de la salida de Bauza no me ofrecieran dirigir la Primera de Central”, dispara el Kily
“Me dolió que después de la salida de Bauza no me ofrecieran dirigir la Primera de Central”, dispara el Kily

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina