LA NACION

El fumador y la leyenda de los 77 millones de tarjetas rojas

El hábito del cigarrillo, el recorrido por Europa, su juego al límite y el pasado en... Newell´s

- Cristian Grosso

Fumó siempre, desde los 16 años. Es natural cruzarlo por el picante barrio La Consolata, en la zona Sur rosarina, porque sus padres nunca se quisieron marchar. Jugó en Newell’s, sí, es verdad, nada de leyendas urbanas. Tenía 7 u 8 y le convirtió un gol a Central para ganarle una final, en las Malvinas, el complejo infantil leproso. ‘Preguntale al boludo de tu hijo qué hizo’, fue el escueto y furioso comentario que le hizo papá Alberto a su esposa al llegar a casa. Después, el viejo González no le habló durante tres meses.

Pesa 75kg, igual que en sus días como futbolista. Valora el VAR, siempre que lo usen bien, aclara. Y acepta: “A mí el VAR me hubiese echado 77 millones de veces”. Bromea con su apellido, el más repetido del país. “Yo era un ignorante hijo de puta, ni sabía qué era el Real Madrid. Alguna vez hubo un precontrat­o, me contó mucho tiempo después Redondo, pero a mí me llamó Diego Armando Maradona a mi casa, me preguntó si quería jugar con él y salí corriendo para la Boca…”, confiesa el Kily. Genuino.

Jugó con Figo, Cannavaro, Vieri, Recoba, Edgard Davis, Deschamps, Cañizares, Stankovic, Morientes… “Cuando te encontrás con este tipo de jugadores, vos tenés la obligación de estar a la altura. Era un desafío enorme para mí; y después, ganarme un puesto y mantenerlo. Yo fui un gran jugador de equipo, nunca un distinto. Me adaptaba a los compañeros que tenía al lado y era compatible para las mínimas sociedades. Yo tenía que estar perfecto físicament­e para estar a la altura de los que realmente jugaban bien”, cuenta. Se enfrentó con Zidane, Roberto Carlos, Cafú, Raúl, Guardiola, Ronaldo, Rivaldo, Bergkamp, Kaká, Beckham, Owens… “Competí con una de las generacion­es más ricas de la historia”, lanza. Y casi no tiene camisetas: “No las pedía, me daba vergüenza. O tenía miedo que me dijeran que no”. Jugó 11 años en Europa, hasta que el corazón canalla le pidió retornar al Gigante.

Desde la desesperac­ión del exfutbolis­ta, evaluó volver a los 40, en Crucero del Norte. Alguna vez pudo jugar en el Arsenal de Pirès que dirigía Arsène Wenger, e íntimament­e se reprocha no haber aceptado. También estuvo a un paso de Atlético de Madrid, pero se inclinó por el Valencia de Cúper, el Piojo López, Pellegrino, Aimar y Ayala. No usa redes sociales y siente a la Bruja Verón como a un hermano. Ahora disfruta de sus tres hijos, Luciano (16 años), Paula (15) y Lucas, de 8, que nació justo el día que lo echaron al Kily de Rosario Central. Deportivam­ente…, la fecha más triste de su vida.

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