LA NACION

Presión militar china a Hong Kong

El régimen movilizó tanques y tropas a la ciudad fronteriza de Shenzhen y advirtió que “no se quedará cruzado de brazos” frente a las manifestac­iones prodemocrá­ticas en la excolonia británica

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HONG KONG (AP).– En la mayor escalada militar en la crisis por las protestas prodemocra­cia en Hong Kong, China movilizó ayer blindados y tropas a Shenzhen, fronteriza con la excolonia británica. “No nos quedaremos cruzados de brazos si la situación empeora”, advirtió el régimen, que concentró las fuerzas de la policía militar en un estadio. El presidente Donald Trump se mostró “muy preocupado” por el riesgo de una violenta represión.

HONG KONG.– La crisis por las manifestac­iones en favor de la democracia en Hong Kong dio un salto cuantitati­vo ayer con la implicació­n de Pekín, que concentró fuerzas en la ciudad fronteriza de Shenzhen y advirtió estar lista para entrar con sus tanques para aplacar las protestas.

Pekín “no se quedará cruzada de brazos” si la situación “empeora” y tiene “suficiente­s medios y suficiente poder para reprimir los disturbios rápidament­e”, afirmó el embajador chino en Londres, Liu Xiaoming, sobre el destino de la excolonia británica si los disidentes no claudican en sus manifestac­iones.

Fotos satelitale­s mostraron desde horas antes más de 100 vehículos blindados de la policía militar china mientras se concentrab­an dentro y en los alrededore­s de un estadio de fútbol de Shenzhen, a escasos metros del puerto que la separa de Hong Kong.

Las entradas al estadio permanecía­n cerradas, pero podía observarse actividad en el interior y las áreas cercanas, donde se agolpaban los vehículos, entre ellos, blindados para el transporte de tropas y camiones con cañones de agua.

Los medios estatales chinos hicieron varias alusiones a esos movimiento­s. El diario Global Times publicó imágenes donde desfilaban las columnas de camiones armados mientras avanzaban a Shenzhen para realizar “ejercicios aparenteme­nte a gran escala”. Su director, Hu Xijin, dijo que se trataba de “una clara advertenci­a a los alborotado­res de Hong Kong”.

La Oficina de Asuntos de Hong Kong y Macao en Pekín había afirmado el lunes que los ataques de “manifestan­tes radicales” contra policías representa­ban un “grave crimen” que muestra “las primeras señales de terrorismo”, una etiqueta extrema con la que desacredit­ó completame­nte las protestas y allanó el camino a la posible intervenci­ón armada en el enclave financiero.

El gobierno chino volvió a usar la expresión de “terrorismo” anteayer, tras el fin de la toma de dos días del aeropuerto internacio­nal de Hong Kong. El bloqueo provocó disturbios entre manifestan­tes, policías y viajeros, y paralizó parcialmen­te los vuelos desde esa terminal aérea, la octava más activa del mundo en tránsito de pasajeros.

La crisis de Hong Kong supone el mayor desafío a la autoridad de China sobre ese territorio desde su devolución por Gran Bretaña en 1997, cuando Londres y Pekín concretaro­n la entrega a condición de permitir que el enclave mantuviera un régimen de semiautono­mía que le permitiera gozar de derechos civiles desconocid­os en el continente.

Las manifestac­iones, que sacaron a las calles a millones de personas, comenzaron en oposición a un proyecto de ley que habría permitido las extradicio­nes a China, en los hechos una puerta abierta a la represión de la disidencia. Más tarde se transforma­ron en una protesta más amplia en defensa de las libertades democrátic­as y contra la creciente influencia de Pekín en el territorio, a través del Ejecutivo, que encabeza la jefa de gobierno Carrie Lam.

Las marchas mayormente pacíficas derivaron en enfrentami­entos donde los manifestan­tes arrojaron ladrillos, bombas incendiari­as y otros objetos a la policía y esta respondió con gases lacrimógen­os y balas de goma para dispersar a las multitudes.

Tres altos oficiales de la policía de Hong Kong, que hablaron con un grupo de medios extranjero­s bajo anonimato, dijeron que la situación es “peor que Occupy Central”, una ola de protestas y sentadas que en 2014 paralizó el centro de la ciudad durante 79 días.

La magnitud de la crisis motivó ayer un llamado a la calma del presidente norteameri­cano, Donald Trump. “Si el presidente Xi Jinping se reuniera directa y personalme­nte con los manifestan­tes, habría un final feliz y promisorio para el problema de Hong Kong. ¡No tengo dudas!”, dijo en su cuenta de Twitter.

El republican­o aprovechó para vincular la situación con la guerra arancelari­a lanzada por su gobierno contra China hace más de un año. “Millones de trabajos se están perdiendo en China en favor de otros países no arancelado­s. Miles de compañías se están yendo” del país asiático, escribió. “Por supuesto que China quiere alcanzar un acuerdo. ¡Que lidien humanament­e con Hong Kong primero!”, dijo en la primera insinuació­n de que el acuerdo podría verse amenazado si Pekín reacciona contra los manifestan­tes.

Por su parte, el asesor de Seguridad Nacional, John Bolton, le pidió a China no generar una “nueva” Tiananmen, en alusión a la represión en esa plaza de Pekín hace 30 años que arrasó con la mayor demostraci­ón contra el régimen.

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THOMAS PETER/REUTERS Soldados chinos caminan en formación en las instalacio­nes del Centro Deportivo de Shenzhen, ayer, en la frontera con Hong Kong

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