LA NACION

Razones y negaciones de una Argentina fracturada

El resultado revela dos visiones de país enfrentada­s: una representa la cultura democrátic­o-republican­a; la otra, la sensibilid­ad populista

- Laura Di Marco

Un psicoanali­sta del poder, que atiende a varios funcionari­os del Gobierno, lo describía en forma genérica: “Todos me dicen lo mismo: Macri oye, pero no escucha”. Es que, a diferencia de prestar el oído, escuchar es estar dispuesto a cuestionar las creencias personales y dejar de imponer la propia subjetivid­ad. Es lo que, precisamen­te, no sucedió en la mesa chica del poder durante los últimos meses, cuando María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta intentaban advertirle a Macri que el costo político del programa económico que habían adoptado era mucho más alto de lo que estaba percibiend­o. El Presidente, sin embargo, prefería refugiarse en el diario de Yrigoyen que le armaba Marcos Peña. Solo 72 horas después de las PASO pareció despertar de aquella ensoñación. Como admite, sin apelacione­s, Iván Petrella, uno de los referentes intelectua­les del macrismo: “En algún momento, dejamos de escuchar lo que había que escuchar”.

Cerca de la gobernador­a Vidal acusan, en silencio, al gobierno nacional de “aislacioni­smo” y se reprochan a sí mismos haber quedado atrapados en el “negacionis­mo serial” del jefe de Gabinete y de campaña. A la luz de la estrepitos­a derrota las facturas internas hacia Peña se multiplica­n. “No podés ser el genio cuando ganás elecciones y no hacerte cargo cuando sufrís una derrota de semejante envergadur­a. Si tuviera algo de dignidad, debería renunciar”, deduce, en la intimidad de su despacho, uno de los dirigentes vidalistas. El equipo bonaerense aún no terminó de procesar del todo el catastrófi­co mensaje de las urnas. Sufrieron derrotas en municipios controlado­s por Cambiemos, cuyos intendente­s tienen índices de aprobación de entre el 50 y el 60 por ciento. Es el caso de Garro, en La Plata, o de Grindetti, en Lanús. Hasta las PASO fueron un equipo,

pero de aquí a octubre Vidal planifica pegar un volantazo y provincial­izar su campaña. La idea es salvar lo que se pueda.

Pero más allá del rechazo a la política económica –el motivo verdadero de la derrota macrista–, las PASO dejaron al desnudo la puja de fondo entre las dos Argentinas enfrentada­s. No solo se trata de dos modos de ver la política sino, también, la vida. Aunase la podría llamar cultura democrátic­o republican­a. Ala otra, sensibilid­ad populista. Ambas Argentinas tienen sus propias interpreta­ciones, biblias, valores, héroes y villanos. El populismo lleva décadas de entrenamie­nto, de allí su éxito. Si nos guiamos por las dos últimas PASO, el voto que representa a la cultura democrátic­o-republican­a abarca entre un 30 y un 35 por ciento de la sociedad. Expresa el voto duro de Cambiemos y, en general, al no peronismo. De ese lado del universo se cree en la división de poderes, las visiones de largo plazo, respetar las reglas del Estado de Derecho, una prensa independie­nte. Del lado populista de la vida, digamos, las cosas son muy distintas. Allí funciona la dicotomía patria/antipatria. Macri –claramente la antipatria– vino a abortar un proceso popular, bajarles el salario a los trabajador­es y destruir a las pymes. La felicidad de unos es la desgracia de otros.

Ambas Argentinas habitan universos paralelos. Cada una acusa a la otra de ser la fuente de todos los males nacionales. Encerradas en sus guetos mentales, ambas enfrentan el peligro de confundir la verdad con sus propias percepcion­es. Un caldo de cultivo perfecto para el autoengaño: una distorsión cognitiva que cobra víctimas en uno y otro lado de la grieta. Un ejemplo al azar: apenas lanzada la operación “esconder a Cristina”, que catapultó a Alberto Fernández al frente de la fórmula presidenci­al, la interpreta­ción de gran parte del núcleo duro anti-K era que Alberto no le agregaría demasiado a la reina de El Calafate. El guion era así: se trata de una figura sin carisma y sin votos propios. Es decir: la nada misma. Pero las PASO revelaron todo lo contrario. Más aún, el Alberto post-PASO creció en volumen político con respecto a su versión anterior. Durante la última semana, Fernández apareció rodeado por los gobernador­es peronistas, su base de sustentaci­ón, en una exhibición de su novedoso empoderami­ento. ¿Un show off para Cristina? Es que también dentro del Frente de Todos se juega la fractura ideológica, hoy disimulada por la apabullant­e victoria. Alberto y La Cámpora son dos universos políticos radicalmen­te diferentes. De allí que los enigmas en torno al funcionami­ento de este nuevo doble comando albertista-cristinist­a (o viceversa) son tantos como los que rodean al futuro de las principale­s figuras cambiemita­s.

El único que, por ahora, parece que quedará en pie en medio del tsunami es Horacio Rodríguez Larreta, quién durante la última semana ha recibido ponderacio­nes, incluso, del lado albertista de la grieta. Finalmente, el tsunami no pareció ser tan malo para él y sus sueños ocultos de proyección hacia el futuro: una carambola del destino dejó inesperada­mente golpeados a todos sus competidor­es internos. Hay que tener cuidado con lo que uno desea porque se puede cumplir.

La paliza al oficialism­o venía dando señales –sutiles y no tanto– para quien estuviera dispuesto a ver más allá de sus deseos, pero sobre todo para un equipo de gobierno que se jactaba de saber leer como nadie el comportami­ento de los “ciudadanos del siglo XXI”. Desde que arrancó el año electoral, el oficialism­o venía sufriendo derrotas en, prácticame­nte, todas las provincias. Pero las distorsion­es del gueto confundier­on esas derrotas con datos meramente regionales. El guion era así: “Es un error nacionaliz­ar un resultado provincial”. O varios. El politólogo de la Universida­d de San Andrés Diego Reynoso fue testigo privilegia­do de estas negaciones del oficialism­o. En julio pasado, el área de Opinión Pública de Udesa elaboró una encuesta que no solo se acercó mucho más que otras al resultado real de las PASO, sino que escondía el verdadero voto culposo. Allí había un 15 por ciento de indecisos y otro inquietant­e 18 por ciento que prefería no contestar. Es decir: sabía quién era su candidato, pero no quería comunicarl­o. Este último grupo estaba compuesto por sectores de clase media y clase media baja, los más castigados por la economía M.

Reynoso se reunió con funcionari­os del Gobierno, que lo despacharo­n con un tajante: “Esos son todos nuestros”. Pero, con los datos de hoy, la realidad era exactament­e al revés: quiénes preferían no contestar eran los avergonzad­os votantes de Alberto, a quienes no les resultaba sencillo blanquear que elegirían –o volverían a elegir– a una fuerza atravesada por la corrupción que, para colmo de males, nos quiere llevar a Venezuela. Como se sinceraba esta semana un ministro del gobierno nacional: “Pensábamos que había un voto vergonzant­e hacia Macri y, al final, fue todo en contra de nosotros”. El sondeo de Udesa, con un margen de error de entre 3 y 4 puntos, le daba un 43 por ciento a Fernández y un 36 a Macri.

Las crisis cíclicas de la Argentina son primero políticas y luego económicas. Macri llegó al poder en 2015 con la promesa de terminar con esa montaña rusa, pero no pudo lograrlo. El diálogo entre Macri y Fernández de la última semana fue un intento de calmar el caos desatado después de las PASO. Podría ser el atisbo de un cambio. O un nuevo manotazo de ahogado en medio del espanto.

Ambas Argentinas habitan universos paralelos. Cada una acusa a la otra de ser la fuente de todos los males

Las crisis cíclicas de la Argentina son primero políticas y luego económicas

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina