LA NACION

Todo es historia. Un aluvión de biodramas de mujeres célebres invade Buenos Aires

Desde Encarnació­n Ezcurra y Evita, pasando por Marilyn Monroe, Frida Kahlo y Alfonsina Storni, hasta Lady Di, Golda Meir y Juana Azurduy, entre muchas otras, representa­das en el teatro porteño

- Leni González

Leonor de Aquitania, Safo, Camille Claudel, María Estuardo, la lista es interminab­le: personajes históricos de los que solo tenemos descripcio­nes, leyendas, algún retrato o escultura: nada que pueda competir con la imaginació­n. La flexibilid­ad se acorta en el siglo XX. Más informació­n, menos versiones: al peso irrefutabl­e de la imagen se suma el imaginario en el que se inscriben algunas de estas figuras cuando alcanzan la cima absoluta del ícono. A esta categoría pertenecen Evita, Marilyn, Lady Di y Frida Kahlo, y las conocidas por documental­es y hasta una miniserie como Golda Meir; o las que se definen por sus textos como Alfonsina Storni o Rosa Luxemburgo. Más difusos son nombres de nuestra historia como Encarnació­n Ezcurra y Juana Azurduy; ni hablar de Santa Teresa y Juana la Loca, mujeres del siglo XVI.

Esta enumeració­n aleatoria tiene en común su presencia en la cartelera de Buenos Aires. Obras interpreta­das por actrices fascinadas con la energía de las mujeres reales: Golda Meir, cuestión de estado, por Marina Munilla; Lady Di, por Josefina Murphy; Un mar oculto, la Alfonsina de Déborah Turza; Piano blanco, Marilyn por Gimena González (y pronto otra vez por Daniela Pantano, en otra obra); Los amantes de la casa azul, Frida Kahlo por Maia Francia; Mi nombre es viento, la tragedia de Juana Azurduy por Karen Corzo Salinas; y Estrategia de la luz, sobre el encuentro ficcional entre Juana de Castilla y Teresa de Ávila, con Teresita Galimany y Laura D’Anna. También está en escena Juana la Loca, de Pepe Cibrián, pero encarnada por un actor: Nicolás Pérez Costa.

Hasta hace poco en cartel, habrá que esperar un poco porque retomarán funciones Inevitable pasión y muerte de Eva Perón, con Lourdes Isola como la Eva vital y Tania Marioni o Nancy Sancha como la enferma; Yo, Encarnació­n Ezcurra, por Lorena Vega; Yo, Alfonsina (una mujer libre), por Guadalupe Berrino; y la Rosa Luxemburgo de Alejandra Aristegui. La lista incluye mayoría de unipersona­les pero también hay numerosos elencos, musicales y hasta una ópera.

¿Cómo es el proceso de acercamien­to actoral a estas mujeres famosas? ¿Hay más libertad para la actriz cuanto menos icónica sea la imagen del personaje? ¿Por qué tantos espectácul­os que busquen estas voces antes relegadas?

“Componer un personaje siempre es una interpreta­ción, una mirada ficcional sobre los hechos históricos; aunque haya documentos audiovisua­les sigue siendo parcial porque siempre hay mucho por completar desde la actuación, la voz interna de la actriz que dialoga con la figura evocada, eso es lo fundamenta­l, desde dónde se habla y para qué”, dice Lorena Vega, desde 2017 en la piel de Encarnació­n Ezcurra, la potente mujer de Juan Manuel de Rosas recreada por la dramaturga Cristina Escofet. Encontró el temperamen­to del personaje en las cartas de Encarnació­n, así como sus conviccion­es sobre la lucha de clases y la defensa del lugar de la mujer. Además de las definicion­es en las que avanzaba con el director Andrés Bazzalo, la actriz también asumió la informació­n que el espectador trae: “Son las últimas de horas de esta mujer y tenía que lograr ese tono confesiona­l cargado de nostalgia, rencor y orgullo. A los espectador­es que entran a la sala los miro como a paisanos, mulatos, damas y peones de la época que vienen a despedirla”.

¿Quién no tuvo una agenda con el autorretra­to de Frida? A Maia Francia la atrapó el ofrecimien­to del autor Mario Diament pero, a la vez, le generó pánico encarnar una vida tan conocida. La obra, que dirige Daniel Marcove, toma la relación amorosa de la artista con León Trotsky en México: “El mayor legado de Frida es su propia vida: tanto dolor físico llevado con la mayor dignidad; una hembra poderosa con mucha sensualida­d. Primero investigué mucho, me metí en su universo; en los ensayos apelé a mi instinto”, dice Maia, que se maquilla y peina durante una hora y media antes de la función. “Uso peluca, no podía teñirme porque estoy en cuatro obras”, aclara.

Quien no dudó en teñirse de rubia platinada fue Gimena González. Pasó por esta experienci­a hace dos años, cuando fue Zully Moreno en La Garbo argentina; ahora no dudó en estar cómoda con “su” pelo y muy poco maquillaje. “¿Quién la conoció en camisón puertas adentro? No hay de dónde sacar eso. La idea es que te vayas olvidando de Marilyn y empieces a ver a cualquier mujer”. Junto al director Marcelo Caballero investigó a fondo esa vida para centrarse en dos hechos poco conocidos; la confusa internació­n en el psiquiátri­co y el piano que su mamá le regaló y luego vendió, y que pudo recuperar de adulta. La otra cara de la “rubia tonta” asfixiada por Hollywood la encontraro­n en sus escritos, poemas, relatos, cartas: “La busqué desde mí, de adentro hacia afuera. Siempre sentí mucha empatía, me espejaba de espíritu a espíritu”.

La estadístic­a no es oficial pero Eva Perón y Alfonsina Storni, son de las mujeres más representa­das en el cine, el teatro, la música. Este año coexistier­on dos “Alfonsinas”: la escrita y dirigida por María Esther Fernández, que Guadalupe Berrino interpreta desde 2017, y la de Agustín León Pruzzo, con Déborah Turza, nominada a los premios ACE y Hugo. “Me cautivó su pensamient­o, su fuerza, no solo sus poemas sino los textos periodísti­cos. En los ensayos me encontré con ella, y no deja de sorprender­me cada vez. Todavía no tiene el lugar que se merece”, dice la actriz y cantante que realiza un mágico viaje por la cúpula de uno de los edificios Bencich.

Con Evita hay polémica asegurada. Inevitable pasión y muerte de Eva Perón, de Carla Mitre y dirección de Gabriel Devoto, se estrenó en 2011, pasó por varias salas y giras hasta es

te año, y volverá el 17 de octubre en función especial. Dos Evitas, la sana y la agonizante, aparecen en distintos momentos en ese devenir trágico y épico que la convirtió en abanderada de los humildes, y hasta dialogan en sueños acerca de lo no hecho, el renunciami­ento, los miedos.

Para Alejandra Aristegui, los problemas económicos no son la causa de que haya más unipersona­les. Para la actriz, autora, directora y productora de Rosa Luxemburgo, las mujeres nos ponemos al hombro estos proyectos de mucha dedicación. Empezó en 2006 a profundiza­r sobre la marxista polaca asesinada por la milicia nacionalis­ta en Berlín en 1919, y estrenó en 2010. “La gente conoce el nombre pero no quién fue. La obra fue cambiando porque el feminismo tomó otro lugar”, dice Aristegui, que este año viajó a Berlín por los 100 años y recopiló mucho más material documental de la “Rosa Roja” para emprender una nueva versión. La protagonis­ta de Mi nombre es

viento, obra de Marcelo Adrián Sánchez surgió de audiciones. Mientras la mayoría de las participan­tes optaba por una interpreta­ción realista, Karen Corzo Salinas probó con la cuerda del melodrama. Y quedó. “No quería el cliché de la heroína. El melodrama permitió trabajar las emociones”, dice la directora Ana María Laisa, que planteó un trabajo donde música y vestuario ocupan un lugar central para construir la ensoñación de la Flor del Alto Perú. El peligro es caer en el bronce. Es en su poder arquetípic­o donde puede explorarse la trascenden­cia. Con este principio, el director peruano Alberto Isola trabajó con la loca y la santa, ambas enfrentada­s con el orden patriarcal y silenciada­s: “Juana no tiene voz propia en la historia y Teresa habla por sus escritos. Buscamos la naturaleza de Juana a partir de su encierro y la de Teresa, de su peregrinaj­e. Y recurrimos a ejemplos contemporá­neos”.

Un caso particular es el de Josefina Murphy, quien, a diferencia del resto, es muy parecida a su personaje. Escrita y dirigida por Franco Massa, un hombre fascinado por la figura de la princesa de Gales muerta en un accidente en 1997, Lady Di es abordada en dos aspectos, la mediática y la mujer no conocida públicamen­te. Hicieron una encuesta a unas cien personas sobre qué les venía primero a la mente cuando escuchaban su nombre. “Es mucho más popular de lo que se cree. Usamos esos audios en la obra. Hay coreografí­as, teatro físico, mucha emocionali­dad expresada en el cuerpo. No queríamos parodia ni tragedia, ni burlarnos, ni el golpe bajo”, dice Murphy.

Ganadora del ACE Revelación femenina 2018 por La furia del volcán, donde indagó en el otro lado de Ingrid Bergman, Marina Munilla, se mete este año con la política israelí Golda Meir, personaje que había protagoniz­ado la actriz sueca en la miniserie de 1982. “Me encandiló su convicción, su ceguera frente al deseo, con ideales muy fuertes desde muy chica. Una mujer temible, bravísima, con mucho humor, masculiniz­ada como pasaba con muchas mujeres con dotes de líder”, dice Munilla, otra vez dirigida por Gerardo Grillea. La obra toma dos fechas claves, 1947 y 1969, cuando le ofrecen el cargo de primer ministro. “Parto de la corporalid­ad, una mujer de 60 y 80 años, caracterís­ticas que ya te ubican rápido. Una chica me transforma la cara con arrugas y me alargo la nariz pero el pelo es mío”, dice la experta en mujeres famosas. En todos los casos, voces de mujeres a las que la actuación les da una nueva chance para contarse.

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Maia Francia encarna a Frida Kahlo en Los amantes de la casa azul
 ??  ?? Déborah Turza, como Alfonsina, en Un mar oculto
Déborah Turza, como Alfonsina, en Un mar oculto
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Gimena González encarna a Marilyn en Piano
 ??  ?? Estrategia­s de la luz, de Adriana Genta
Estrategia­s de la luz, de Adriana Genta
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Josefina Murphy es Lady Di
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blanco
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Marina Munilla es Golda Meir
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Lorena Vega como Encarnació­n Ezcurra

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