LA NACION

Mario Massaccesi. “Lo que me salvó fue el sueño de querer trabajar en la TV” –¿Cómo fueron tus comienzos en Buenos Aires?

Al frente del noticiero Síntesis, en eltrece, y de Massaccesi que nunca, en La Once Diez, el periodista reconoce que su profesión le permitió afrontar una infancia muy difícil

- Texto Pablo Montagna para LA NACION | Foto Patricio Pidal / AFV

“Sabia que podía preguntar algo así y como periodista siempre defiendo el derecho a preguntar, pero también el derecho a respetar la intimidad de las personas. Cada uno puede sacar sus propias conclusion­es”. Anteayer, días después de haber mantenido una entrevista con la nacion, el periodista Mario Massaccesi habló sobre el impacto que le provocó la pregunta de Mirtha Legrand sobre si había sido víctima de una violación durante su programa. “No es no y tengo claro que nunca voy a contar en la tele algo que pertenece a mi vida, a mi intimidad, y que me llevó muchos años sanar”, agregó luego el periodista, que tiene una trayectori­a de más de 30 años en TV y radio.

En su Río Cuarto natal, siempre soñó abrazar la profesión: “Trabajo de lo que siempre soñé, es decir que sueño despierto desde hace muchos años”, asegura emocionado en un café frente al Centro Cultural San Martín, escasas horas antes de comenzar una nueva emisión de su programa de radio. “Comencé a los 18. No bien estaba en la facultad empecé en el diario La Calle, en Río Cuarto. Después pasé por Diario Puntal, Radio Sud Americana y más tarde a Canal 13 de Río Cuarto, donde hacía la cotización de cereales”. Actualment­e, el periodista está al frente de Massaccesi que nunca, un ciclo que lleva cuatro años en las tardes de la radio pública de la ciudad, La Once Diez (AM 1110), programa que define como el mejor “antídoto” a la hora de la siesta, ya que va de 14 a 16. Además, conduce Síntesis, el noticiero de la medianoche de eltrece, y es docente en producción televisiva, creador del Taller de Conducción en TV y flamante coach ontológico.

–¿Cómo fue tu infancia? Siempre contás que fue dura. –Mi infancia no fue dura, fue durísima. La infancia en la que algunas circunstan­cias de mi vida me cascotearo­n y me dieron fuerte, me azotaron fuerte. No tuve una infancia feliz, no fui feliz ni en la infancia ni en la adolescenc­ia ni en la juventud. Empecé a ser feliz de grande. Sí debo rescatar que hubo una sola cosa que me salvó de todas las maneras que una persona se pueda salvar, que fue el sueño de querer trabajar en la TV. Eso fue lo único claro que yo tenía en medio de un infierno que estaba viviendo en medio de un montón de cosas personales que me pasaron. No familiares, porque ni siquiera mi familia participa de lo que me pasó. No lo sabe y yo no lo quiero compartir.

–Cada vez que vas a lo de Mirtha Legrand ella saca el mismo tema, que vos tenés un gran secreto guardado. ¿Lo seguís guardando?

–Absolutame­nte, forma parte de mi intimidad, no me lo preguntan ni yo lo cuento, me han dicho: “Estamos abiertos a cuando lo quieras contar. Eso es una decisión tuya y nosotros vamos a respetar la decisión que vos quieras tomar respecto de eso que pasó”. Lo cual habla de un respeto muy grande hacia mí, hacia el silencio y hacia preservar eso que pasó. Pero en medio del infierno siempre hay una luz y yo por suerte sabía dónde estaba. No me quedó otra que ir en camino recto hacia la luz, que era el sueño que tenía, que era trabajar en la tele, vivir de esto, poder ser feliz, viajar, conocer gente, trabajar con muchos profesiona­les que yo veía en la radio y en la tele, como Mónica, César, Héctor Larrea, Enrique Llamas de Madariaga, Santo Biasatti. Y todo se cumplió, mucho más rápido de lo que yo creí. Tuve todos los obstáculos del mundo, pero hubo un GPS, una guía que me dijo: “El camino es por acá”. Y menos mal que seguí ese camino.

–Se conoce poco de tu vida personal.

–Yo tengo la filosofía de que el protagonis­ta no soy yo. Yo no quiero ser el protagonis­ta de la noticia, si bien trabajo en un lugar público. Todo el mundo dice que tengo una impronta, que para mí es más importante la noticia y el verdadero protagonis­ta de la noticia. Yo estoy en un segundo plano, yo estoy para preguntar, poner el micrófono.

–Pero los periodista­s también quieren hacerte preguntas.

–Sí, hay un respeto sobre mí, que supongo que se ha ido construyen­do con el tiempo. Tampoco tengo nada interesant­e para contar. Tengo una vida simple, hay cosas que yo no hago. Murió mi padre y yo no lo pongo en redes sociales. En el último año me caí tres veces, nadie se enteró. Yo no estoy poniendo la lastimadur­a. En general pongo cosas lindas, que me pasan, no pongo los dramas; muchas fotos de viaje, me gusta poner cosas de lo que hago y no cuestiones personales. No opino demasiado de los demás, eso también es otro ingredient­e.

–¿Te pone incómodo cuando tenés que dar una noticia de la vida privada de alguien?

–No, porque sé cuál es el límite. No tengo saña con esto, aun con gente que no quiero y aun con gente que me ha hecho muy mal y a la que he tenido que entrevista­r o después presentar y tenerla en el piso. Me refiero a políticos muy importante­s. Cuando vienen al piso yo soy periodista y el problema personal que hemos tenido pasa a un segundo plano. –Llegaste a tu punto máximo como periodista. Fuiste cronista, sos conductor, hiciste miles de coberturas, tenés programa propio y hace cuatro años te dieron ganas de estudiar coaching. –Cumplí todos mis sueños. Me puse a estudiar coaching ontológico. No sabía ni lo que era y me cambió la vida. Estoy haciendo trabajos de coach. Me gusta más el trabajo colectivo que el individual, que el de atender personalme­nte. Y me presento, voy adonde me llaman, a escuelas. Por ejemplo, días atrás estuve en una escuela en City Bell y en una en Boulogne. Y estoy yendo a la cárcel de Los Hornos.

–No vas en carácter de periodista, pero uno siempre es periodista.

–No, no. Ahí el periodista no entra ni a las escuelas, ni a los lugares donde me llaman, ni a la cárcel. Yo aprendí a no ser periodista las 24 horas del día. Aprendí a correrme. Hay momentos en los que soy periodista y hay momentos en los que están los otros Marios. Nacemos únicos y morimos múltiples. Yo creo en eso y ya a esta altura de mi vida si bien soy una misma persona y todos componen una misma persona, sé cuándo sacar al periodista, cuándo sacar al coach ontológico o cuándo sacar al Mario ser humano, a la persona.

–¿Cómo es la experienci­a de ir a una cárcel? Hacés mucho trabajo social, colaborás con merenderos, comedores.

“Yo tengo la filosofía de que el protagonis­ta no soy yo. Para mí es más importante la noticia. Yo estoy para preguntar”

“Tuve que aprender a descontrac­turar, y trabajar con gente más joven

–Es así. Yo quiero que todo el mundo sea feliz. Es lo único que me interesa. Por eso no me interesa la grieta, no me interesan las disputas. No pertenezco ni me engancho con el club de la pelea. No me interesa la polémica ni la pelea. La pelea por la pelea misma. Tengo mis posiciones y me parecen bárbaras las discusione­s. Y me parece que haciendo este trabajo social en una cárcel, en una escuela, en un merendero, en el día a día, conectando gente, uniendo voluntades, es una manera de permitir una bisagra, una puerta, para que todo el mundo pueda tener la cuota de felicidad que merece. Porque la felicidad es por sobre todas las cosas un derecho. Es un trabajo, pero también es un derecho que todos tenemos. Y hay muchos que ya están en el trabajo de ejercer ese derecho y hay quienes todavía no pueden hacerlo. Si hay gente que aún no lo puede hacer por distintas razones, a veces propias y a veces por el contexto, si podés tender una mano para que la gente sea feliz, yo soy feliz. Yo soy feliz si son felices los demás.

–¿Siempre quisiste ser periodista?

–Siempre, desde que tenía 8 años. Siempre digo que la tele y el periodismo me eligieron a mí. Era muy chico, vieron luz en mi casa, golpearon la puerta. La vocación es un llamado al cual uno no puede dejar de acudir. Y en mi caso la vocación me llamó, yo acudí a la cita, dije acá estoy y creo que no falté nunca a las citas, nunca, por eso no me he perdido ningún tren de las oportunida­des que he tenido y eso me permitió avanzar más rápido. Tengo muchas dudas en mi vida, como todos los seres humanos, y esa claridad me ayudó a rodearme de la gente de la que me tenía que rodear. Y sobre todo a poder disfrutar, no solo del viaje, sino de los lugares a los que llegué, que son los distintos trabajos que he tenido en radio, en gráfica –que fue donde empecé– y sobre todo en tele, que era el lugar al que quería llegar.

–Me vine a Buenos Aires, hice Cablevisió­n, en el 96 y 97; Cable Río de los Deltas de San Fernando; pasé por América, en el programa El martillo, con Any Ventura y Osvaldo Quiroga. Después trabajé en Radio Rivadavia, TN y eltrece. También un tiempo muy cortito en Radio Mitre.

–La radio muestra el lado B de los periodista­s de televisión. ¿Sos el verdadero Mario Massaccesi acá?

–Sí, porque tiene el costado profesiona­l. En el canal, o en la presentaci­ón de noticias, o como conductor de un noticiero, el protagonis­ta es la noticia, el que le pasan las cosas. Nosotros somos medio. Yo me considero que soy medio, no parte. En cambio acá soy más Massaccesi, porque me permiten mostrar y poner en práctica un costado, que yo creo que lo tengo y todo el mundo me lo dice, que es un costado más humano, el social y solidario. El costado de tender un puente, de preguntar qué se necesita. Recién ahora lo he descubiert­o, en este último año y medio.

–En el programa de radio te corrés de la actualidad.

–Con Massaccesi que nunca nos corremos de la actualidad, damos un paso al costado de la coyuntura del día y nos metemos en historias la mayoría de las cuales si no fuera por este micrófono nadie conocería. Es decir que nos interesan los héroes anónimos, las historias escondidas, encontrar personajes que hacen mucho en su lugar en el mundo, pero que no están en la vidriera. Es un programa que a mí me gusta llamar el siestero por el horario, y porque además te permite un relax después de la mañana o antes de la última parte del día. Para mí, es como una especie de remanso, de oasis en medio de la saturación o de la sobre informació­n a la que estamos expuestos todos los días.

–¿Extrañás la calle?

–No, no extraño nada la calle. Si voy, me gusta, lo hago con entusiasmo. Es una etapa que ya pasé, disfruté y viví a fondo. Eso sí, cuando me toca una cobertura me comprometo. Siempre que tuve una cobertura me comprometí al 100 por ciento con esa cobertura. Sea ir a preguntar el precio de la cebolla o cubrir el casamiento de William y Kate en Londres, o el caso Nora Dalmasso, la internació­n de Maradona en Cuba, el crash financiero de 2008.

–¿Y los viajes laborales?

–He viajado mucho por laburo, en el país y afuera. Siempre me comprometo. Yo estoy muy entusiasma­do con Síntesis porque es un noticiero en el que hay mucha informació­n, en el que casi no hay opinión, es todo muy rápido, se da lo fundamenta­l de cada noticia, la gente saca sus propias conclusion­es. No tiene el toque de dramatismo, sino que te damos la informació­n. Es descontrac­turado.

–¿Qué opinión te merecen los noticieros?

–Veo muy poca televisión, lo necesario para informarme, sacar los temas del día. Después veo algunos resúmenes, algunos programas extranotic­ias. Veo el programa de Moria (Incorrecta­s), hago un resumen de toda la tele viendo Bendita, que me divierte mucho. Veo a la mañana las Conversaci­ones de LN+, que me gustan. No veo programas políticos, no me entusiasma­n. Obvio que veo los noticieros de los otros canales para ver en qué andan, qué hay y los noticieros del canal donde trabajo, pero hago un mix.

–Síntesis es un noticiero descontrac­turado, en el que te divertís. Cuando soñabas con ser periodista, pensabas que te ibas a morir con saco y corbata, ¿no?

–Tuve que aprender a descontrac­turar. Al principio me chocaba un poco, porque vengo de la escuela del mostrador y la computador­a o la máquina de escribir. Tuve que desaprende­r todo lo que había aprendido, y trabajar con gente más joven me ayudó mucho. Ellos fueron los chicos, los columnista­s que están allí en la mesa: como el Rifle Varela, que fue un gran aprendizaj­e para mí. Lo extraño al Rifle, fue un gran compañero y realmente era un tipo que descontrac­turaba. Por ahí hacía cosas que no me gustaban, pero no las hacía con mala intención, sino porque él era naturalmen­te así. Cuando hay alguien así, diferente, te quedan dos caminos: o resistís o aprendés. Se extraña al Rifle, se extraña a Eddie Fitte, pero también está buena esta renovación, porque la partida de ellos nos enseña mucho a nosotros, que es esta posibilida­d de elegir: o los nuevos desafíos o quedarnos allí y reinventar­nos. –¿Es verdad que hay mucha competenci­a en la calle, entre cronistas, o es un mito? –En mi caso, es un mito lo de la competenci­a en la calle. Yo vengo de una generación de movileros a la que llamaban despectiva­mente “la patria movilera”. Porque creían que éramos un complot y que no había libre pensamient­o, que todos actuábamos como efecto dominó. Había peleas o diferencia­s, como en todos lados, pero había un denominado­r común, que era que la noticia no nos pertenecía a ninguno de nosotros, sino que la noticia era de la gente. No había esta competenci­a de ahora y desangrars­e por algo, porque en realidad se podía compartir. Había más capacidad para conversar y acordar.

–¿Qué opinás de lo que dijo Sandra Borghi aquí en de la nacion que hay muy buenos movileros, pero que ella es la mejor?

–A mí me parece que esta bárbaro que ella piense que es la mejor, porque es una opinión personal. Lo que yo creo que nadie tiene, de hecho la llamé y la felicité y le dije: “Para mí efectivame­nte sos muy buena”. Yo no entro en esa competenci­a, porque yo no trabajo para ser el mejor. Yo trabajo para ser feliz. Yo trabajo para cumplir mis sueños. Para algunos, seré bueno, para otros, más o menos, y hay gente que no me quiere. Mi registro no pasa por ser el mejor, sino para poder completarm­e como el profesiona­l que siempre soñé ser.

–¿La pasaste mal durante el kirchneris­mo por ser de TN? Aunque sos militante de la antigrieta.

–Soy militante de la no grieta y hubo momentos en que la pase mal, sí.

–¿Cómo trabajás esa felicidad? ¿Estás en un buen momento?

–La trabajo todos los días. Estoy en el mejor momento de mi vida. Hace varios años que encontré el camino de la felicidad y no me quiero apartar de ahí. No me bajo de ese tren, del tren de la felicidad, por nada del mundo. Aunque me quieran bajar, no me bajo. Ahora, no bajarse del tren es una elección y es un trabajo. Yo lo llamo la vigilancia eterna, porque una vez que encontrast­e un buen lugar no quiere decir que todo el tiempo vas a estar feliz. Me pasan cosas, me enojo, hay cosas que no me gustan, pero así y todo sigo en ese lugar que encontré y no me quiero bajar por nada del mundo.

–¿A qué aspirás de aquí en adelante?

–A sorprender­me. Lo único que quiero es sorprender­me, tanto en lo profesiona­l como en lo personal. Sorprender­me todo el tiempo. Ya cumplí con todo lo que quería ser. Ahora es una hoja en blanco. Voy viendo y chequeando lo que hay. Me voy sorprendie­ndo sobre la marcha. Tengo algunos objetivos a corto y mediano plazo. Tomo la vida como un premio porque ya la padecí.

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