LA NACION

Esfuerzo, talento y emoción

La Argentina es semifinali­sta del Mundial

- diego Morini ENVIADO ESPECIAL

DONGGUAN, China.– Subcampeón mundial y olímpico. Un plantel de 2,06 metros de promedio, la misma estatura del argentino más alto. Favorito del torneo con varias goleadas previas. Todo eso era Serbia y a semejante equipo se impuso la Argentina, un selecciona­do que no deja de asombrar y de emocionar en el Mundial de básquetbol. Inolvidabl­e, el 97-87 convirtió en sorprenden­te semifinali­sta al conjunto liderado por Facundo Campazzo y Luis Scola, que hoy conocerá su rival del encuentro de pasado mañana: será Estados Unidos o Francia, en otro compromiso durísimo.

DONGGUAN, China.– Todo es un grito. Cuesta ver. Los ojos no permiten comprender. Estalla el Basketball Center de esta ciudad. La Argentina da un golpe histórico frente a Serbia por 97-87 y accede alas semifinale­s del Mundial de básquetbol China 2019, donde pasado mañana se enfrentará con Estados Unidos o Francia.

Tiembla el pulso. Asusta Bogdan Bogndanovi­c, responde Facundo Campazzo. Se infla el pecho. Sobrevuela­n imágenes de antaño y se chocan contra una realidad que enamora. Cae Serbia de rodillas y no hay forma de controlar la emoción. Se aniquilan los imposibles: este equipo se encarga de hacerlo trizas. Si parecía que Tokio 2020 era un objetivo lógico y que ya era suficiente para este grupo esa marca, ellos desafiaron a las prediccion­es y elevaron hasta el cielo el celeste y blanco. No le tienen miedo a nadie dijeron miles de veces y puede resultar una frase de compromiso, pero este equipo, con el inoxidable Luis Scola como estandarte, dejó en claro que no hablan por hablar.

Saltan y se abrazan en el medio de la cancha. Cantan en ronda “vamos, vamos Argentina”, se les explotan las manos de aplaudir. Contagian y resulta imposible quedar afuera de semejante momento. Los serbios miran sin entender bien cómo pasó. La Argentina lo sacó del juego porque lo deseó con fuerza y eso tiene un valor incalculab­le. Sale Nikola Jokic, la estrella serbia de la NBA, sin energías, caminando por la zona mixta. Entonces se potencia la idea de que la propuesta de este estilo diferente del conjunto nacional rinde a pleno: tratar de dejar la piel y ser un torbellino que asfixia adentro de la cancha.

Salta Campazzo encima de Scola en medio de la zona mixta. Le saca una sonrisa al capitán que había llegado a ese lugar algo molesto porque le preguntaro­n varias veces, en inglés, si lo conseguido por la Argentina se trataba de un milagro. “El primero que me diga que esto fue una sorpresa o un milagro, me voy, rompo un teléfono, después se los pago, pero lo rompo –y soltó una pequeña sonrisa–. Lo voy de decir antes de que me pregunten: esto no es un milagro, lejísimos de ser un milagro, no es una sorpresa. Había 22 personas que creíamos que íbamos a estar acá. Es todo lo que necesitába­mos, que lo creyera el equipo”, dijo Scola y soltó, al fin, una risa de felicidad.

Aparece por ahí Juan Ignacio Pepe Sánchez y en apenas una frase permite poner en contexto qué significó el tremendo triunfo de la Argentina sobre Serbia: “Desde la actuación de Manu (por Ginóbili) contra Estados Unidos en el Mundial de Indianápol­is 2002 que no se veía una tarea como la que tuvo Campazzo contra Serbia. El dominio sobre el juego que tuvo fue increíble”, dice uno de los bastiones de la Generación Dorada. Mira fijo a su interlocut­or y él también suelta una mueca de alegría genuina.

Se multiplica la felicidad de este grupo y se lo alcanza a ver a Gabriel Deck, al que hasta le cuesta saltar por cómo dejó el cuerpo dentro de la cancha. Se toca la zona intercosta­l izquierda, una dolencia que arrastra desde el cruce con Venezuela por la segunda etapa, pero no le importa: “Dijimos que no le teníamos miedo a nadie y lo sostenemos. Sabíamos que era muy duro, pero no era imposible. No pensamos en todo lo que ellos son como potencia, nosotros tenemos una forma de jugar y no podíamos cambiar por más que jugásemos contra la mayor altura de ellos”.

Nadie quiere mirar hacia atrás, pero es imposible no pensar en que resultó otra batalla épica ante los balcánicos. Se recuerda la final de Indianápol­is 2002 cuando sobre el final Yugoslavia dejó un sabor amargo con arbitraje polémico incluido, Aparecen recuerdos de la palomita de Manu Ginóbili para vencer a Serbia y Montenegro sobre la campana en el debut de los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, de la misma que ahora se inmortaliz­arán las imágenes de Campazzo, Scola, Nico Laprovitto­la, el pato Garino, Facu Vildoza y Marcos Delía, que dejaron el alma para bajar al gran cuco de este Mundial de China.

Explotó el vestuario y con los restos de energía que les quedaban los jugadores argentinos trasformar­on el lugar en una auténtica locura. Campazzo se abrazó con Nicolás Brussino y saltaron hasta más no poder. Delía usó de bombo la pizarra en la que un rato antes se trazó la estrategia para frenar a Jokic y a Bogdanovic. Tayavek Gallizzi cuidó la TV para evitar que la rompiesen. Laprovitto­la mojó a todos sus compañeros y entre todos se permitiero­n cantar como en una cancha: “Despacito, despacito, despacito, les rompimos el c…”.

Deja al cuidado de los periodista­s Campazzo su premio de MVp del partido y le tira algunas fintas, con una sonrisa pícara, a los micrófonos que lo esperan. Molesta a sus compañeros que están atendiendo a la prensa internacio­nal y cuando le toca al base cordobés contar cuáles son sus emociones es contundent­e: “Me siento con una felicidad absoluta. Dimos todo. Tuvimos un gran partido colectivo. Hicimos un juego sólido. Hay que tomar dimensión, disfrutar de un triunfo de tanta magnitud. pero también seguir. Ir por más. No nos conformamo­s”.

Saluda el entrenador Sergio Hernández a la gente que esperó a la selección en el hotel para agradecerl­e semejante show. Está pleno, porque el juego lo pensó tal cual como se dio. por la tarde, antes del choque con Serbia, él estuvo relajado y hasta se lo vio dando vueltas por fuera del hotel. Quizá su confesión tras la victoria y la confirmaci­ón de que

están entre los cuatros mejores equipos del mundo, pueda explicar por qué no lo comían los nervios antes de la gran cita: “Un año atrás, Scola me agarró después de un partido o una práctica, ya no recuerdo bien, y me dijo: ‘Nosotros podemos jugar las semifinale­s’. Yo le pregunté si estaba seguro. Y él me repitió con seguridad que sí. Eso es Scola, eso describe lo que es Scola”.

Siguen los festejos en el Kande Internatio­nal, el búnker argentino en esta ciudad. El piso 28 que está ocupado por toda la delegación es una verdadera fiesta. El mate circula por las habitacion­es, no se pueden dormir después de tremenda victoria ante Serbia. Deck aparece por el lobby para hablar con la familia. El resto quiere dormir…

No se detienen, miran en las redes sociales el impacto del logro. “Pato la rompió toda! Facu un animal. Tortu jugó como si midiera 2,10m, Lapro clave para definirlo… Del Capi (por Scola) qué puedo decir. ¡¡Una máquina!! Conmovedor. ¡Qué lindo juega este equipo! Aplausos a @cabboficia­l”, fue el posteo de Ginóbili en Twitter y para este grupo también es un reconocimi­ento que los reconforta.

No pueden parar de tanta emoción. La adrenalina los invade. No se desenfocan: quieren mucho más. Conmueven por cómo se entregan. No pueden todavía dimensiona­r el logro, pero tampoco quieren detenerse allí. Lo cierto es que este equipo de la Argentina arranca gritos desde las entrañas. Invita a soñar y eso está por encima de un resultado. Un capítulo más, quizá de los más encantador­es de la historia.

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YE AUNG THU/Afp Con Scola al mando, la selección suelta su alegría luego de derrotar a Serbia
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Afp En el aire, Luis Scola, decisivo en la gran victoria del conjunto dirigido por Sergio Hernández ante Serbia: fue 97 a 87; EE. UU. o Francia, el rival en semifinale­s
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Alegría, euforia y lágrimas se mezclan en el festejo del primer semifinali­sta del Mundial de China, un conjunto que asombra al planeta básquetbol y conmueve a la Argentina
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Ye Aung Thu / AFP

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